Lectura recomendada: «Adultos», una radiografía descarnada de Marie Aubert
Esta es la primera novela de la escritora noruega, que haya se había destacado con cuentos. Una historia en apariencia sencilla, que transcurre en unos pocos días, pero que pone al descubierto lo endeble que puede ser ese término: adultos.
¿Qué se supone que es ser adulto? ¿Haber dejado atrás los comportamientos infantiles, los celos, las comparaciones entre hermanos? ¿Asumir las consecuencias y encarar la propia vida al margen de lo que sea que haya quedado atrás?¿Tener hijos y formar una familia?
“Adultos”, la primera novela de la noruega Marie Aubert, editado por Nórdica libros, se mete de una manera que al principio resulta graciosa en un tema que después se vuelve inquietante. Una mirada audaz y sin distorsiones de lo que puede significar eso: ser adulto.
Aubert tiene un estilo que si hubiera que hacerle alguna prueba de ADN, quizás podría estar emparentado con la abrasiva serie “Fleabag” que escribió y protagonizó la también abrasiva Phoebe Waller-Bridge. No hay ninguna intención de quedar bien con nadie. Lo que narra es lo que es: el sentimiento más crudo y sin esterilizar.
La que lo cuenta es Ida, una arquitecta que cumplió cuarenta años hace tres meses y que ha decidido congelar sus óvulos por si en algún momento, “conoce al hombre adecuado”, cosa que hasta ahora no ha conseguido.
El libro comienza con el viaje que hace Ida para reunirse en el fiordo donde su familia tiene un casa de fin de semana. El viaje empieza incómodo, en un micro, sentada cerca de un niño que pone su tablet a todo volumen y altera la inestable tranquilidad de Ida. Y sigue incómodo .
Es que en el idílico lugar, Ida es la única que está sola. Su hermana menor, Marthe, está con su nuevo novio, Kristoffer, y la hija de este, Olea, de seis años, y la madre va con Stein, su pareja desde hace cinco años. Cuando Ida llega, la noticia que espera dar (lo de congelar sus óvulos) se ve tan opacada que debe postergarla.
Lo que se pone entonces en marcha es el engranaje más antiguo de algunas relaciones entre hermanos: los celos, la competencia.
En una entrevista que dio al diario La Vanguardia, Aubert explica que su idea era la de “retratar a una mujer soltera y sin hijos de cuarenta años sin convertirla ni en heroína ni en una víctima, pero sí en alguien con quien el lector pudiera sentirse comprometido, sintiendo sus anhelos y sus defectos, sin necesariamente aprobar las cosas que hace”.
“Siempre me han interesado los conflictos que existen entre hermanos, que muchas veces nunca llegan a sanar. Las relaciones fraternales son las más largas que tenemos a lo largo de nuestras vidas pero, sin embargo, es algo que no está en nuestra mano elegir”, agrega Aubert.
En este sentido, señala que ”quería escribir sobre personas que piensan bien de sí mismas pero que terminan haciendo daño a la gente que le importa”. Por ello, desde el principio retrató a dos hermanas ”situaciones de vida muy diferentes, divididas por tener o no tener una familia, ambas luchando por su identidad como adultas”.
El libro está narrado desde la óptica de Ida, pero eso no convierte la historia en una mirada acusatoria o de víctima.
Junto con la tensa relación entre las hermanas, que encuentra su explicación en algunos hechos de la infancia, hay otro tema central en este libro: la maternidad.
“En esta historia, la pregunta es cómo tener un hijo está ligado a tu identidad como adulto, especialmente en relación con tus padres y hermanos. ¿Qué clase de adulto eres, si no tienes una familia propia? ¿Llegas a ser un adulto ‘real’, o eres solo una hija o un hijo para siempre? ¿Qué hace que la identidad sea adulta? ¿Puedes convertirte en un adulto en un lugar donde siempre has sido un niño?», se plantea la escritoria.
“Yo en cambio sigo igual que hace cinco o diez años, un piso un poco más grande, un sueldo un poco mejor. Tengo la piel más apagada, cada tres meses me gasto mil coronas en camuflarme las canas en la peluquería. Duermo sola y me despierto sola, estoy sola… No me quejo, no hay que ser quejica. Pero la soledad es un círculo que no deja de crecer a no ser que aparezca un novio, si no aparece alguien con quien usar los óvulos congelados me voy a pasar los próximos treinta años exactamente igual que ahora, de aquí hasta el final”, reflexiona en silencio Ida, sobre ese estado que no sabe si podrá cambiar en algún momento de lo que le queda de vida.
Escrita con un tono cómico, pero no de comedia, “Adultos” propone una mirada sin edulcorantes y muchas veces incómoda. Hay comportamientos dañinos, pensamientos maliciosos, actos completamente errados, pero aún así, no sobrevuela sobre ellos la intención de juzgarlos o reprobarlos, sino simplemente de contar unos sentimientos que tienen tanto de luz como de oscuridad.
¿Qué se supone que es ser adulto? ¿Haber dejado atrás los comportamientos infantiles, los celos, las comparaciones entre hermanos? ¿Asumir las consecuencias y encarar la propia vida al margen de lo que sea que haya quedado atrás?¿Tener hijos y formar una familia?
“Adultos”, la primera novela de la noruega Marie Aubert, editado por Nórdica libros, se mete de una manera que al principio resulta graciosa en un tema que después se vuelve inquietante. Una mirada audaz y sin distorsiones de lo que puede significar eso: ser adulto.
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