Lo que hay que saber sobre las terapias de familia y de pareja
Aunque instaladas como opciones reconocidas, muchas veces hay prejuicios y malos entendidos. Un especialista lo explica.
Luis Mazzón, docente de la Lic. En Psicología en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE).
En los últimos años las terapias de familia y pareja se instalaron como opciones reconocidas y valoradas por la población en general, pero sigue siendo una duda recurrente cuándo conviene solicitar una consulta. Además, también se encuentran los prejuicios que se vinculan con la misma, como el “Ningún extraño va a entender mejor lo que pasa en esta familia”; “El terapeuta se pondrá de tu lado porque tienen el mismo género” o “Nos da miedo comenzar una terapia de pareja, porque seguro hará que nos separemos” siendo los principales conflictos a la hora de comenzar.
Por esto, el primer desafío de la terapia será clarificar dichos sesgos y aprender a trabajar sobre los motivos de consulta, ya que muchas veces hay desacuerdos sobre los mismos o sobre la participación que cada integrante considera que tiene en dicho problema.
Es muy común que, todo comience con los roles y lugares donde se ubican los diferentes integrantes de una pareja o familia, que funcionan como una danza que pasa desapercibida para los que bailan, en dónde se tienden a repetir ciertos pasos y secuencias.
Por ejemplo, empieza la música con un reclamo del padre a su hijo adolescente: “te pedí que realizaras ese trámite y no lo hiciste, ¡no se puede contar con vos!”, a lo cual la madre sale en defensa del hijo, planteando que estuvo muy ocupado con el colegio y posteriormente la pelea continua entre los cónyuges. Los reclamos pueden aparecer en la consulta de la siguiente manera: “ella siempre lo defiende”; “él es muy duro con nuestro hijo”, finalizando la música con la posible retirada de uno de ellos (silencios, cambios de tema, retirarse del consultorio). Y se instala el anhelo de que quizás este problema se solucione solo, pero no es lo que sucede y la danza continúa repitiéndose con nuevos disparadores, pero de la misma forma: reclamo del padre a su hijo, defensa de la madre y posterior pelea de la pareja.
Así es que, entre los principales motivos de consulta encontramos problemas de comunicación, dificultades con la crianza, problemas escolares y de conducta, situaciones vitales estresantes, reestructuración de la familia (nacimientos, adolescencia, independencia de los hijos, fallecimientos), abuso de sustancias, adicciones, violencia, desacuerdos con respecto al dinero, infidelidades, separación o divorcio conflictivo, planificación de las custodias compartidas y familias reconstituidas, entre otras. Y debemos sumarle el gran catalizador de problemas vinculares: la pandemia.
Época donde aumentaron los cuadros relacionados con la tristeza, desesperanza y ansiedad, apareciendo conflictos con el sueño, sensación de agobio, irritabilidad y agresividad, que incrementaron las consultas sobre problemáticas de pareja y consultas de padres preocupados por los cambios en el comportamiento de sus hijos, especialmente en su conducta y en sus hábitos diarios, remarcando situaciones tales como: alteraciones del humor, retraimiento, aumento de miedos y dificultades en el ámbito social.
Por otro lado, resulta importante considerar los alcances de la terapia e interrogantes sobre lo que se realizará en la misma, será necesario trabajar sobre dichas dudas y confeccionar un correcto encuadre, informando adecuadamente los objetivos, posibles tareas y roles, para posteriormente co-construir un motivo de consulta validado por todos los integrantes del sistema e identificar cómo se perciben en dicha situación problemática. Trabajar sobre la cosmovisión general y reformular que el problema no se encuentra en uno u otro, sino en el vínculo. En otras palabras, las relaciones no son forjadas de forma individual sino a través de las interacciones que se dan en el tiempo con personas significativas. Cambiar este punto de vista es fundamental en la terapia ya que les permite a sus miembros no tener que pelear contra el otro, sino unirse y afrontarlo de forma conjunta.
Claramente, no podremos cambiar un baile que nos disgusta si seguimos repitiendo los mismos pasos. Los integrantes de nuestras familias son las personas con las cuales forjamos algunos de nuestros vínculos más significativos y con los cuales compartimos gran parte de nuestro tiempo, por lo cual el malestar es muy elevado cuando los desencuentros y des tratos se vuelven crónicos, es ahí dónde la psicoterapia familiar y de pareja nos permite modificar ciertos vínculos anquilosados y roles, habilitar canales de comunicación, delimitar fronteras claras y mirarnos desde un lugar diferente.
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