La Selección deberá recuperar sus virtudes para que el sueño no se esfume demasiado pronto

En el momento menos indicado, el equipo de Scaloni tuvo ante Arabia la más floja actuación colectiva en los últimos tres años, combinada con una preocupante respuesta anímica. Ante México, deberá volver a las fuentes si es que quiere seguir en el Mundial.

Un golpe demasiado prematuro que el tiempo inmediato dirá si fue fatal o no. Un freno a la efervescencia albiceleste que venía de 36 partidos sin derrotas y que en la primera prueba de la mayor cita planetaria, se queda insólitamente sin respuestas.

La histórica caída 2-1 de la Selección Argentina ante Arabia en el debut del Mundial de Qatar 2022, metió al equipo de todos en un terreno olvidado, casi desconocido, a más de tres años de la última caída.
Siempre se puede perder en el fútbol, pero sufrirlo en el contexto en el que estaba inmerso esta Selección golpea mucho más.

La caja de resonancia se amplía si la caída es la de un equipo que tenía todo a favor, en la previa e incluso hasta el final del primer tiempo, y que en un abrir y cerrar de ojos se quedó sin respuestas.
El registro de encuentros sin perder, y que quedó a uno de la plusmarca que pertenece a Italia, es apenas un detalle estadístico comparado con la magnitud del resultado que condiciona a la Argentina por el resto de un Mundial que acaba de empezar.

La Selección no sólo perdió un partido increíble sino que además desperdició de entrada todo margen de error en una Copa de Mundo a priori idílica y que en apenas 45 minutos mutó de ilusión a desesperanza.

Con un planteo de juego que se remonta a aquellos primeros equipos de César Luis Menotti, Arabia jugó a la trampa del off side y Argentina cayó sin miramientos. Es verdad que estuvo amparado por un sistema casi perverso como lo es el VAR semiatomático, pero el equipo del francés Hervé Renard ganó la puja táctica a pesar de la desventaja en la primera mitad.

El VAR quita pero también da, porque Argentina se puso al frente por un agarrón en el área a Leandro Paredes a la salida de un córner que le permitió a Lionel Messi marcar de penal y convertirse en el primer argentino en anotar al menos un gol en cuatro mundiales diferentes.

La imagen de Messi frente a un balón desde los 12 pasos retrotrajo a una similar frente a Islandia, cuando la Pulga falló un penal en el estreno de Rusia 2018. Ese fantasma se disipó con el toque suave de Lionel a un palo que puso arriba a Argentina, pero los espectros siguieron sobrevolando el estadio Lusail de Doha.

El rigor físico de Arabia, cortando el juego constantemente, contó con la complicidad del árbitro esloveno Slavko Vincic, que recién sacó la primera amarilla a los 21’ del complemento.
La Selección padeció con el VAR que en la primera mitad le anuló tres goles, dos a Lautaro Martínez y otro a Messi, y se fue los vestuarios sabiendo que si ajustaba la mira en los lanzamientos por detrás de la última línea saudí, el partido era un trámite.

Esa era la sensación general de cualquier argentino que estuviera en cancha, en las gradas del estadio o frente al televisor. Nadie estaba preparado emocionalmente para recibir el cachetazo que vendría después apenas comenzado el segundo tiempo. La Selección no había pasado ningún sobresalto en los primeros 45 minutos, pero en sólo 5’ del complemento el mundo se le dio vuelta.

Al-Shehri le ganó a Cuti Romero en la carrera y el remate esquinado dejó sin chances a Dibu Martínez. Iban tres minutos. A los 8’ Al Dawsar sacó un misil desde afuera del área ante la floja marca de Rodrigo De Paul, para abrirle la puerta a la peor pesadilla.

La Selección, que en el vestuario sólo pensaba por cuántos goles ganaría si ajustaba las asistencias ante el viejo recurso del off side (cayó 7 veces en el primer tiempo) y el ojo infalible del VAR, quedó paralizada ante el escenario impensado. En el debut de la Copa del Mundo, en el momento más inoportuno, Argentina tenía que salir a cumplir con una misión que no tuvo en más de tres años: dar vuelta un resultado.

Lionel Scaloni metió tres cambios juntos y allí desnudó las dudas en la formación inicial al sacar del campo al Papu Gómez, Leandro Paredes y Cuti Romero, tres que llegaron con lo justo al debut.
Con Julián Álvarez, Enzo Fernández y Lisandro Martínez, más el aporte de Marcos Acuña (ingresó por después por Tagliafico), Argentina quiso poner las cosas en su lugar pero chocó con la presión, concentración y la actitud de los árabes, con un trabajo impecable en esos aspectos.

Messi quiso ponerse el traje de súper héroe, pero jamás pudo ganar un mano a mano ni tampoco estuvo fino en algún tiro libre que se fue lejos. Di María, siempre tan desequilibrante, terminó frustrado al no poder imponer su velocidad y por caer tantas veces en el engaño árabe del off side.

En definitiva, son pocos los que aprobaron en el plano individual dentro de un equipo al que le faltó claridad, que terminó sintiéndose abatido y sin capacidad de reacción.

La próxima prueba será ante México, el sábado desde las 16, donde la cuestión anímica preocupa tanto como la futbolística. ¿Podrá levantarse la Selección de este inesperado golpazo que lo dejó sin respuestas? El momento es por demás incómodo pero es aquí dónde se pondrá en juego la valía de este cuerpo técnico, que parecía tener todo bajo control pero que esta tormenta en el desierto amenaza ahora con echarlo todo a perder.


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