Un cuarto de siglo del crimen que marcó a fuego a Cipolletti
A 25 años del triple femicidio las heridas siguen abiertas por que para muchos la justicia nunca llegó. Una investigación paupérrima y el recuerdo del que halló los cuerpos de las chicas.
El triple crimen de 1997 marcó a fuego el sentimiento de impunidad en la ciudad. Hoy se cumplen 25 años de lo que seguramente será la parte más oscura de la historia de la policía de Cipolletti. Complicidades políticas y omisiones judiciales se conjugaron en lo que fue un caso plagado de irregularidades. El único condenado Claudio Kielmasz jamás reveló lo que ocurrió ese día de noviembre, a pesar de que está transitando su última etapa en la cárcel.
Cuando el juez de instrucción del primer triple femicidio de Cipolletti Pablo Iribarren llegó al lugar donde estaban los cuerpos, la escena del crimen ya había sido totalmente manipulada y contaminada. El responsable era el subcomisario de la unidad 69 Luis Seguel. Ambos fueron enjuiciados por mal desempeño de la función pública.
El exmagistrado salió airoso del juicio político y ahora litiga mayormente en el fuero penal del Alto Valle de Río Negro. Fue defensor del fallecido sindicalista Rubén López en los juicios por abuso sexual y actualmente patrocina a un reconocido odontólogo de la ciudad por el mismo delito.
El expolicía se dedicó a diferentes actividades comerciales y hoy tiene un local en uno de los accesos de la ciudad. Fueron los principales apuntados por la sociedad cipoleña por la impunidad de los crímenes de Verónica Villar (22), María Emilia González (24) y Paula González (17).
En los juicios ambos se echaron culpas por la impunidad que hoy arrastra 25 años, un cuarto de siglo. Pero no fueron los únicos, también fue muy criticado, por ciudadanos y especialmente por las familias de las víctimas, el poder político.
La sospecha de un entramado entre la corrupción policial, la protección política y el narcotráfico se acrecienta con el paso del tiempo. Mucho más cuando se analiza la investigación judicial: una atrocidad marcada por la impunidad y una ineficiencia, por lo menos, sospechosa.
El hallazgo se produjo la mañana del 11 de noviembre de 1997 en una zona rural de Cipolletti conocida como Los Olivillos, lindante a las vías del ferrocarril a unos 200 metros de la calle San Luis, cerca de donde fueron vistas por última vez.
El recuerdo del hombre que halló el cuerpo de Verónica
Dante Caballero, un hombre que no era policía encontró los cuerpos. El día anterior, el muchacho y su pareja salieron a buscar a las chicas, como cientos de ciudadanos que se organizaron voluntariamente. El 11 de noviembre optó por volver con su perra Ámbar. “Le dije a mi señora que iba a seguir buscando porque quedó una parte que no recorrimos. Habremos hecho un kilómetro y la perra se quedó quieta.
«Me llamó la atención, me miraba a mí y luego hacia un sector y no venía. Entonces bajé y ahí vi un cuerpo, pensé que era alguien durmiendo. Me metí con la perra y era una de las chicas. Estaba boca abajo y con las manos atadas en la espalda. Como que le habían tirado unas paladas de tierras. Era Verónica Villar”, recordó.
Los cuerpos de las hermanas González estaban semienterrados a pocos metros de allí. Dante se dirigió rápidamente hasta la Comisaría 69 (hoy 32 sobre calle Mengelle). Seguel no estaba en la unidad, pero sí permanecía mucha gente, especialmente periodistas.
“Había una chica sola a cargo de la comisaría. Muchos escucharon y se armó un despelote tremendo. Hablé por teléfono con Seguel y nos encontramos en las vías y Circunvalación. Atrás mío ya venían muchos vehículos y ya en la radio comenzó a circular que había aparecido un cuerpo”, contó.
La contaminación de la escena
Cuando Caballero llegó había un patrullero, estaba Seguel y Claudio Schoua, el médico forense que horas después participó de la autopsia de los tres cuerpos. “Mientras nos acercamos al lugar miré para atrás y venían cientos de personas. Fue una ineficiencia total, muchísimos policías y gente de civil. Era un desastre, si había alguna pista, huella o algo, se perdió todo. Luego se metieron en una construcción y ahí encontraron a las chicas, fue algo terrible”, describió.
El hombre insistió en que no se cuidó la escena del crimen y aseguró que incluso el cerco perimetral que puso Seguel se cayó a los pocos minutos de colocarlo. Luego llegó el grupo Bora y minutos más tarde los familiares de las tres víctimas. También arribó el juez de instrucción Iribarren. “Unos ineficientes totales. Yo siempre le dije que no había voz de mando, que nadie respetaba nada”, lanzó Caballero.
Esa misma mañana Seguel ordenó la detención de varias personas que fueron imputadas por Iribarren, pero finalmente todos terminaron sobreseídas: “Fueron a buscar a dos perejiles que no tenían nada que ver”, recordó Caballero en una entrevista con RIO NEGRO.
«Los perejiles» y la falta de investigación
Uno de ellos era Hilario Sepúlveda, quien tenía antecedentes penales y era conocido en el ambiente. Cuando lo detuvieron, la policía dijo que el hombre quiso huir y en la persecución le pegaron un balazo. El único testigo de ese procedimiento Carlos Aravena, un jornalero rural de 59 años, apareció asesinado y mutilado en un sector de bardas, a unos 14 kilómetros de Cinco Saltos el 30 de julio del año siguiente. Le faltaba la cabeza, parte del torso y un brazo.
El juez Rubén Norry ordenó la detención de dos personas, también sobreseídas por falta de mérito. El magistrado no profundizó sobre la conexión con el triple crimen. Tampoco se llegó al final sobre la pista del narcotráfico.
Caballero contó, como lo dijo en el juicio, que recibió varias grabaciones de un policía que investigó a Seguel por orden de un superior de la Comisaría Cuarta. En las cintas había grabaciones sobre una supuesta conexión del expolicía con narcos de Buenos Aires que en avión transportaban semanalmente 10 kilos de cocaína a Cipolletti.
Esta información le llegó por medio de un funcionario del Concejo Deliberante de Cipolletti. “Lo que estoy contando es lo mismo que dije en el juicio, pero no pasó nada. Y sabés dónde terminó el policía que investigó: en el destacamento de Balsa Las Perlas”, opinó.
El único condenado fue Claudio Kielmasz, por el delito de coautor. Está actualmente detenido en el penal de Senillosa en Neuquén y hace un tiempo reclama salidas transitorias, hasta el momento no concedidas.
Que hubo más personas involucradas es una idea que sobrevuela la ciudad junto con esa espantosa sensación de impunidad. De todos modos, RÍO NEGRO investigó durante meses y llegó a la conclsión que hubo un “solitario y compulsivo asesino”, el que está condenado.
Muchas de las investigaciones criminales se siguen encarando como a finales del siglo 20.
Ofelia Villar: «El gobierno tenía un mensaje muy perverso»
Ofelia Villar, madre de Verónica, y principal sostén de la lucha social en reclamo de justicia por el triple crimen recordó las impericias en la investigación y el “perverso” consejo desde el gobierno provincial.
«Tenían un mensaje muy perverso. Nos decían para que tanto dolor, tanto sacrificio de salir si las chicas no van a volver. Ese fue un clic, nos pusimos en lucha y rebeldía. Porque ellos intentaban que nosotros nos quedáramos en nuestras casas. Lo peor que nos podía pasar era quedarnos en la casa mirando como nos matan”, relató Ofelia para el podcast de RIO NEGRO “Resuena”.
Recordó como desde la propia policía desviaban la investigación con información falsa. “La policía nos decían que las vieron subir en un camión cerca de Barda del Medio, que las vieron por la Isla Jordán. Todas esas torpezas contribuyeron a confundir más y retardar la investigación. No se investigó realmente nada”.
La mamá de Verónica también se refirió Kielmasz, único condenado por este hecho. “Este personaje que está detenido aparece cuando la hipótesis de los marginales se caen. Por eso buscaron uno que tuviera un perfil que diera con estas actitudes que tiene, que es un manipulador, un perverso. Que nunca habló, pero él solo no fue”, manifestó.
Ofelia fue una de las responsables también de la conformación de la multisectoral de mujeres. Contó que se formó una década después del triple femicidio por la falta de repuesta no solo a ese hecho sino también por otros que continúan impunes. «Cipolletti capital del femicidio” y “Más lucha y rebeldía” son las consignas de este año.
El triple crimen de 1997 marcó a fuego el sentimiento de impunidad en la ciudad. Hoy se cumplen 25 años de lo que seguramente será la parte más oscura de la historia de la policía de Cipolletti. Complicidades políticas y omisiones judiciales se conjugaron en lo que fue un caso plagado de irregularidades. El único condenado Claudio Kielmasz jamás reveló lo que ocurrió ese día de noviembre, a pesar de que está transitando su última etapa en la cárcel.
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