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El peligro acecha tras las elecciones en Italia

Redacción

Por Redacción

Por WASHINGTON POST *

Italia ha votado por un nuevo gobierno, el cual muy probablemente será liderado por una presidenta del Consejo de Ministros cuyo partido surgió de las cenizas del fascismo italiano posterior a la Segunda Guerra Mundial. El ascenso de Giorgia Meloni, la incendiaria etnonacionalista aparentemente victoriosa en las elecciones del domingo 25 de septiembre, ha conmocionado a toda Europa y ha detonado el miedo de que Italia se pueda convertir en el talón de Aquiles en la resolución de Occidente de resistir la sangrienta campaña de Rusia en Ucrania.


La verdad es que sería exagerado considerar a Meloni, quien sería la primera mujer en ocupar el cargo de presidenta del Consejo de Ministros de Italia, como una fascista. Además, tras abandonar su previa admiración por el dictador ruso Vladimir Putin, no ha dudado en respaldar el apoyo de la OTAN a Ucrania, aunque lo mismo no puede decirse de sus probables colegas de coalición en la legislatura de Italia. Meloni también ha moderado su antigua retórica que sugería que dividiría la Unión Europea (UE), posiblemente porque Italia depende de las enormes inyecciones de los fondos de ayuda pandémica de la UE.


Sin embargo, siguen existiendo muchos motivos de preocupación por Meloni, quien parece estar encaminada a gobernar una de las economías más grandes del mundo a pesar de su modesta experiencia en cargos gubernamentales. Meloni es la más reciente en una serie de políticos extremistas que han obtenido buenos resultados en elecciones europeas este año, incluidos nacionalistas en Francia, Hungría y Suecia. Su aparente victoria es una prueba más de que los líderes de extrema derecha van en alza en un continente golpeado por la inmigración, las dificultades económicas y, en su flanco oriental, la guerra más destructiva en tres cuartos de siglo.


La conmoción política es la norma en Italia, que ha tenido 69 gobiernos en los 77 años que han pasado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, que Meloni sea nombrada oficialmente presidenta del Consejo de Ministros marcaría un hito. En medio de una constante retórica antiinmigrante —en la que ha advertido de manera siniestra que los italianos étnicos están en peligro de ser “reemplazados”—, Meloni ha propuesto la descabellada idea de un bloqueo naval para evitar que extranjeros no autorizados lleguen a las costas italianas. Es poco probable que eso funcione. Es además una réplica tóxica del feroz antisemitismo de Benito Mussolini, el dictador de la Segunda Guerra Mundial a quien Meloni solía admirar abiertamente.


Su intolerancia también está dirigida a la comunidad LGBTQ, a quienes su gobierno podría hacer la vida más complicada en el único país grande de la UE que todavía no ha legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo. Ha enmarcado sus puntos de vista como “profamilia”, y se ha comprometido a prohibir las adopciones y la gestación subrogada en parejas del mismo sexo.


En su partido y entre sus colegas de la coalición de derecha se encuentran figuras que pudieran poner en peligro la celebración de elecciones libres y justas si se les permitieran sus preferencias. Muchos emularían al primer ministro húngaro Viktor Orbán, quien ha eviscerado aspectos claves de la democracia en ese país. Sin embargo, el bloque de Meloni no tendrá los votos necesarios en el Parlamento de Italia para modificar las protecciones constitucionales de las instituciones democráticas italianas.


El peligro latente de un gobierno de Meloni es hacia la capacidad de Europa de resistir los intentos de Putin por romper las sanciones occidentales contra el Kremlin, utilizando como ventaja la dependencia de Europa con las exportaciones energéticas rusas. La economía de Italia está crónicamente anémica, y muchos italianos sufrirán a medida que vaya incrementando la presión de Moscú. Eso pondrá a prueba la determinación de Meloni de mantener su postura, en especial dado que uno de sus colegas de la coalición, Matteo Salvini, del partido La Liga, se opone a las sanciones, y el otro, el expresidente del Consejo de Ministros Silvio Berlusconi, es un apologista del autoritarismo ruso.


Washington, la OTAN y la Unión Europea deben usar su considerable influencia para garantizar que la postura de Meloni ante la guerra de Ucrania se mantenga firme.

*Editorial del diario estadounidense


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