Familia Briz-Aceto pionera en la ciudad de Cipolletti


Hace 119 años el general Fernández Oro fundaba Cipolletti. Recordamos a una emblemática familia de la ciudad.


NEUQUEN

Homenajeamos a una familia italiana asentada en la ciudad: los Briz- Aceto, radicados en el siglo XX. Repasamos: a fines del siglo XIX el general Manuel Fernández Oro le había comprado al estado nacional 40 mil hectáreas ubicadas en el margen izquierdo del río Neuquén.

Un acontecimiento como fue la llegada del Ferrocarril del Sud a la región implicó la posibilidad de crecimiento de la población gracias a la migración interna. Bautizaron el nuevo poblado como Colonia Lucinda en honor a la esposa de Fernández Oro, aunque el nombre actual homenajea al ingeniero Cipolletti, realizador de las obras hidráulicas que permitieron los cultivos en la región y la consiguiente población.

Una familia de las tantas que se asentó en el pueblo fue la mencionada que vinieron ávidas de poner manos a la obra.

Sus orígenes se dieron con Antonio Briz, casado con Josefina Colja, yugoslavos de Dornberk Montespino, a unos 40 kilómetros de Trieste. Uno de sus hijos, Francisco Miguel, nacido en 1901, se casó con María Skomina (nacida en 1904) hija de Andrés S. y Teresa Sinigoj. Francisco y María se trasladaron a Génova para embarcar a América, pero debido a un tema de la documentación, Francisco debió postergar la salida, llegaron a la Argentina en marzo de 1928.

Sus apellidos fueron mal escritos, Briz era Bric y Skomina se transformó en Scomina. Se alojaron en el Hotel de los Inmigrantes y desde allí los enviaron a Cipolletti, al Hotel Argentino, para trabajar como ayudantes de cocina: un tiempo antes había llegado un pariente a Cinco Saltos. Compraron un lote de manzana en 9 de julio al 600, donde construyeron una vivienda de adobe y usaron el fondo del terreno para plantas frutales y una huerta.

Este matrimonio tuvo varios hijos: Mario; fallecido de niño, Juana María, nacida en 1933, Antonio Demetrio, en 1934 y Alfredo Andrés, en 1936. En 1937 falleció Francisco Miguel, y al tiempo doña María se casó con un señor llegado desde Italia, Santos Aceto.

Al conocer a la viuda y a sus hijos nació en él un cariño muy fuerte; había llegado trasladado por el ferrocarril. De esta unión nacieron otros hijos: Luis Donato en 1939, Rafael Humberto en 1942 y Carlos Daniel en 1946.

Sus nietos recuerdan que la madre lavaba la ropa en tina con agua traída del canal de calle Alem, la casa fue mejorada y ampliada con el correr del tiempo y siempre rodeada de plantas, con parral y un eucaliptus que daba sombra en el verano. Usaban la cocina a leña.

El segundo esposo de doña María, recuerdan sus descendientes, era muy bueno, una gran persona, procurando el bienestar de todos los hijos de esta familia. Los entretenía tocando el acordeón, igual que a sus nietos.

También tenía en su casa una fábrica de vino casero, que disfrutaban junto con los seres queridos en interminables reuniones.

Los hijos formaron sus respectivas familias. Juana Briz contrajo matrimonio con Sante Trovarelli (inmigrante italiano que se dedicó a la actividad industrial), y se establecieron en Cinco Saltos. Tuvieron a Jorge, Silvia, Carlos y Pablo. Salvo Carlos, quien se dedicó a la vida religiosa, los demás formaron sus respectivas familias y fijaron residencia en la zona.

Antonio Briz se dedicó al comercio y se casó con Ángela Giardina y tuvieron a Antonio Alejandro y Sergio. Alfredo Briz se casó con Teresa Hernández: tuvieron a Néstor, Omar, Diego y Lorena. Alfredo tenía un taller mecánico automotor en Cinco Saltos. Luis Aceto se casó con Nélida Maíz y tuvieron a Eduardo, Graciela y Roberto. Humberto Aceto se casó con Irma Schwarz y tuvieron a Elsa, Gustavo, Darío y Mario. Carlos Aceto se casó con Aidé Schwarz y tuvieron a Raúl, Verónica, Laura, Daniel, y Antonella. Luis fue empleado bancario y luego comerciante, igual que Humberto y Carlos.

Estas tres familias se radicaron en Cipolletti, en donde participaron del crecimiento de la ciudad. El deporte favorito familiar fue el fútbol, jugaban todos contra todos y compartían hermosos encuentros.

En un nuevo aniversario de la ciudad nuestro homenaje a estos pioneros trabajadores, luchadores incansables. Una vez más se cumple la premisa de que cada habitante escribió la historia con su trabajo cotidiano.

Ejemplos de familia que dejaron su impronta en la Nor Patagonia, la que se fue nutriendo de sus saberes, costumbres, idioma, en fin, de toda su cultura.


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