25 años de «Alta suciedad»: Andrés Calamaro en estado de gracia
El 9 de septiembre de 1997 se editó este disco con el que retomó su etapa solista, interrurmpida ocho años antes para formar Los Rodríguez, y que compuso y grabó luego de su disolución.
A comienzos de 1990, Andrés Calamaro decidió interrumpir su breve experiencia solista para irse a España y volver a ser un músico de banda como lo había sido -y vaya con qué éxito- durante la primera mitad de los ‘80 como tecladista y precoz hitmaker de Los Abuelos de la Nada.
En 1984, el autor de “Mil horas”, “Costumbres argentinas” y “Sin gamulán”, entro otras tantas “joyas del abuelo” se fue de la banda para dar comienzo a una muy expectante carrera solista. Pero las cosas no resultaron como imaginaba. “Hotel Calamaro” (1984), “Vida cruel” (1985) y “Por mirarte” (1988) oscilaron entre el pop árido, la new wave y criolla y cierto postpunk con tonos rioplatenses.
En 1989, editó “Nadie sale vivo de aquí” y eso fue todo. Mientras en las radios sonaban el tema homónimo y “Pasemos a otro tema” y muchos consideraban este disco como el mejor de los cuatro, Calamaro intuyó que mucho de lo que sugería el título de su disco podía ser muy real y decidió salir vivo de allí rumbo a España.
Y en España, junto a Ariel Rot, Germán Vilella y Julián Infante reformuló el rock español con Los Rodríguez. Tras seis intensos y muy prolíficos años, Andrés estaba listo para retomar aquello que había interrumpido a fines de los ‘80. En 1996, mientras Los Rodríguez se despedían con una gira junto a Joaquín Sabina, Andrés comenzó a trabajar en lo que sería, en algún momento más temprano que tarde su nuevo disco solista, aquel que sucedería a “Nadie sale vivo de aquí”.
«Alta Suciedad», alta inspiración
Pero lo que estaba teniendo entre manos Calamaro en nada se parecía a aquello de fines de los 80. Tampoco tenía por qué parecerse. Es que pocos artistas interrumpen sus decisiones solistas para volver a ser parte de una banda nueva. Pero, lo sabemos, Andrés es un tipo amigable y con el ego donde tiene que estar.
Las maquetas de “Alta suciedad” (¿que cómo es que no lo dijimos antes? ¿acaso era necesario?) comenzaron en su departamento del barrio Bohemio de Madrid, allí retomó los demos que había grabado antes de la gira despedida de la banda y de esa época son “Crímenes perfectos”, “El tercio de los sueños” y “Comida china”. Al regreso de la gira aparecieron “Flaca”, “Loco” y “Todo lo demás”. “Alta suciedad”, en palabras del propio Calamaro al sitio web Silencio, “responde a unas grabaciones espontáneas en un formidable estudio de grabación de Madrid antiguo y ‘Donde manda marinero’ a una serie escalonada de grabaciones, primero en mi domicilio y después en estudio con un músico adjunto”.
Con todo ese material, Calamaro llamó a Joe Blaney, acaso una de las tantas claves del éxito de este disco. Blaney venía de producir “Palabras más, palabras menos” y “Hasta luego”, los últimos discos de Los Rodríguez, y Calamaro creyó que era bueno que Blaney produjera su próximo disco. Con recursos para una producir un disco como nunca antes había podido, el ex Rodríguez armó una superbanda con Steve Jordan y Charly Dryton, bajo y batería, de los Winos, la banda de Keith Richards. A ellos se sumó un trío de guitarristas de lujo: Hugh McCracken, Marc Ribot y Eddie Martínez; más una sección de vientos conformada por Crispin Cioe y Ken Fradley.
Andrés Calamaro era un músico en estado de gracia, rodeado de los mejores músicos sesionistas que podían conseguirse por entonces en Nueva York y de un productor que supo que allí había algo grande: siete de sus trece canciones, (“Loco”, “Flaca”, “Me arde”, “Crímenes perfectos”, “Donde manda marinero”, “Media Verónica” y la que da nombre al disco se desprendieron como cortes que rotaron durante meses por las radios. Editado el 9 de septiembre de 1997, “Alta suciedad” es uno de los mejores discos de pop rock en castellano y acaso el mejor de todos los que ha hecho Andrés Calamaro.
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