Boca-River. River-Boca. ¿Y el fútbol?
¿Podemos considerar que el deporte es más importante que un equipo? ¿Qué lugar tienen el deseo y las convicciones propias?
Laura Collavini
lauracollavini@hotmail.com
psicopedagoga
Mirar más allá de lo obvio es aquello que nos dedicamos las personas que trabajamos en salud mental. Leer entre líneas, lo no dicho, los puntos suspensivos. La otra cara.
Tradicionalmente hay equipos de fútbol que son rivales. Los más famosos son River y Boca. Claramente no son los únicos, solo los menciono para ejemplificar. También existen rivalidades en todos los deportes y en miles de ámbitos.
Pueden ser clásicos, divertidos, incluso en muchas ocasiones hasta puede impulsar la competencia que invita a superarse, a intentar por todos los medios mejorarse para superar al rival.
Esta competencia implica ciertas normas implícitas. No siempre dichas o expresadas. Mirar al adversario, conocer sus movimientos, su gestión, organización, pero principalmente se debe mirar como esta funcionando lo propio para conocer con qué se cuenta y qué aspectos hay que mejorar.
En este proceso de superación, siguiendo de ejemplo Boca-River, el problema radica y decae cuando no se mira el fútbol. En el momento que por cuestiones diversas el deporte se corre de su eje, lo importante solamente es ganar.
Para poner otro ejemplo didáctico me remito a algo bastante familiar entre los padres con hijos pequeños y adolescentes: las hamburgueserías.
El marketing increíblemente exitoso hace que nos sintamos obligados en muchas ocasiones a ir a lugares donde sabemos la comida no es buena. Nos engañan con muñequitos y llenamos a los pequeños de porquerías su organismo. Sin embargo, hay franquicias por todos lados.
¿Por qué me voy de Boca River a la hamburguesería? Porque pueden tener el mismo criterio de necesidad de éxito rápido olvidando el deporte o el alimento que son los ejes de su existir.
Una de las muletillas o modalidades que aprendí y tomo en forma constante es la siguiente: el otro (sea equipo de fútbol, hamburguesería, persona, comercio, etc.) puede hacer lo que quiera o considere con su empresa o institución. El punto importante radica en qué hago yo con eso. ¿Qué posición tomo? ¿Saco la entrada igual para ver el partido, aunque no esté de acuerdo sólo porque siento pertenecer al equipo desde que nací y tengo las camisetas y recuerdos? ¿voy de todas formas a la hamburguesería asquerosa solo porque mi hijo me lo pide?
¿La propuesta es quedarse callados ante aquello que nos imponen por marketing o vaya a saber cuántas cosas más o podemos pensar como seres individuales? ¿Podemos considerar que el deporte es más importante que un equipo? ¿Que la calidad de alimentación debería superar la necesidad de satisfacción fugaz? ¿Qué hacemos con lo dado? ¿Lo tomamos sin pensar? ¿Podemos mirarnos para reconocernos? ¿Saber qué queremos, diseñar nuestro propio plan de acción, mirar nuestro objetivo más allá del supuesto exitismo? Eso ya podría ser todo.
La necesidad de cofradía es esperada en la adolescencia, época en la que se necesita salir del nido materno y encontrar un lugar de pertenencia afuera es fundamental para sentirse parte de algún sistema.
Luego de ese momento se supone que la madurez llega y se puede decidir en base a elecciones personales, sin la necesidad de pegoteo. Pensar diferente, alzar la voz, opinar, debatir, respetar y respetarse. Poner límites, decir que no, decir que sí.
Todo eso y mucho más es recortarse e individualizarse. Tal vez sea necesario conversar acerca de los procesos de individualización del ser humano. Etapa del desarrollo fundamental para la salud mental.
El pegoteo, accionar porque sí, impulsivamente y sin criterios, dejarse llevar es manifestación de inmadurez emocional y deberíamos sospechar de tales personas o instituciones, si aquello que deseamos es crecer y mejorar.
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