Día del Inmigrante: ayer y hoy, en busca de nuevas oportunidades
Abandonar la tierra de origen no suele resultar sencillo, pero el desarraigo trae como desafío nuevas ilusiones. Dos historias de un chileno y un senegalés radicados en Bariloche.
Algunos llevan años en suelo argentino donde lograron echar raíces. Otros siguen llegando en busca de trabajo y mejores oportunidades. Abandonar la tierra de origen en ningún caso resulta sencillo, pero el desarraigo trae como desafío nuevas ilusiones.
Luis, el pianista chileno que no se siente un extranjero
Hasta 1998, Luis Seguel dividía sus tiempos, como podía, entre la venta y la música en su Temuco natal. También trabajó en el casino de Puerto Varas varios años. Durante varias temporadas altas, fue convocado como músico en el hotel Catedral en Bariloche, junto a otros artistas de Chile. Esas visitas le permitieron conocer a mucha gente y de esos contactos, surgió una propuesta para trabajar en el Casino de Bariloche durante 14 años.
Hoy es pianista del hotel Inacayal y Cristal y ofrece clases a alumnos particulares, aunque aclara que es “autodidacta”.
Este chileno lleva 25 en Argentina. Llegó con trabajo, pero con el reto de criar a sus tres pequeñas hijas en otro país.
Desde su radicación en el país, resalta, nunca estuvo desocupado. Tampoco pasa por alto que, en Bariloche hay pocos músicos que pueden estar abocados exclusivamente a la música. “Los músicos somos siempre de la gente, no de un lugar. No sufrí el desarraigo porque siempre tuve amigos de ambos lados de la frontera. Estamos tan cerca que no hay nada que nos pueda separar. Somos iguales”, dice este hombre de 68 años.
Aprendió “nociones básicas” en acordeón cuando tenía tan solo 9. La motivación por la música fue tal que siguieron los teclados y el piano se convirtió en su gran amor. “Todo viene de mi madre que tocaba el piano. A mi padre siempre le gustó cantar. Estas cosas fluyen en la sangre. Por eso, no me fue difícil hacer la carrera de música. Por suerte, en todo lugar con turismo y hoteles cinco estrellas necesitan un pianista”, señala.
El mayor peso de haber migrado, reconoce, fue dejar a su familia del otro lado de la cordillera. Su padre tiene 95 años y durante la pandemia, no pudo viajar a verlo.
Cuando se le consulta si volvería a Chile, asegura que no. “Soy un agradecido de la gente que siempre me dio trabajo. Si me quedaba en Chile, la única alternativa era la televisión que invita a orquestas en vivo. Si no, irme a otro país para trabajar como músico”, confiesa.
Plantea que, además, “sus hijas ya están grandes, hicieron su vida en Argentina. No volverían y ya me lo han planteado muchas veces. Vivieron más acá que allá. Viajan cada tanto a ver algún familiar”.
Los años que vivió en Bariloche, asegura que, en ningún momento lo hicieron sentir como “extranjero”. “Llevo mucho tango a Chile cada tanto y he traído grupos chilenos de folclore. Participé en algún momento del Círculo Chileno Gabriela Mistral en Bariloche, pero cuando uno está tan metido en lo que hace, es difícil tomar responsabilidades que después no se pueden cumplir”, admite.
Se siente tan agradecido por el país que, en cada acto por el Día de Migrante que organiza la Dirección de Migraciones de Bariloche, Seguel ofrece su música cuando se entregan diplomas de reconocimiento. “La gente de Migraciones ya es como mi familia. Me ayudaron mucho y me hicieron sentir barilochense antes de estar radicado. Por eso, coopero con lo que necesiten”, agrega.
Modou Diop llegó sin escalas de Senegal a Bariloche
Modou Diop pela una fruta, pero no logra terminarla. Una mujer consulta por el precio de los anillos. Inmediatamente después, un hombre pregunta por unas camperas de Boca Juniors. La tarde es intensa en uno de los tantos puestos de la feria Sin Fronteras, ubicada en la calle Onelli.
Este senegalés lleva solo seis años en Bariloche. Abandonó su país, con la ayuda de su familia, en busca de trabajo.
Desembarcó en Sudamérica en 2013, junto a otros seis compatriotas. En un primer momento, eligió Bariloche porque un tío suyo estaba radicado en la ciudad desde hacía varios años, pero no logró adaptarse a las bajísimas temperaturas y decidió probar suerte en Brasil hasta que, en 2016, regresó a la ciudad patagónica.
“Me fui de Senegal por trabajo. Para salir adelante. En mi país tenía una profesión. Manejaba colectivos. Pero el salario no alcanzaba. Uno no tiene ahorro. Por eso, nos vamos. Elegí Argentina porque tenía amigos acá y me dijeron que era un país generoso, donde se podía trabajar y no te molestan. Gracias a Dios, me va muy bien”, cuenta.
Modou arrancó con un puesto en la calle hasta que el municipio de Bariloche habilitó la feria para regularizar la venta ambulante de la calle Onelli. Hoy, trabaja de lunes a lunes, durante casi todo el día. «No paro. Cuando hay laburo, laburamos. Arranqué con una mesa nomás y unas pocas cosas. De a poco, lo fui cargando. Hay que ponerse las pilas. Era duro trabajar en la calle con el frío y la nieve”, explica el hombre de 38 años. Es musulmán y como tal, debe rezar cinco veces al día. Sin embargo, a veces, la jornada laboral no lo permite y acumula las oraciones para la noche cuando regresa a su casa mientras prepara sus viandas para el día siguiente.
Habla francés, portugués y wolof (una lengua nativa senegalesa). Llegó al país sin hablar una palabra de español y fue aprendiendo de a poco. Aún hoy, cuando le mencionan una palabra que no entiende, la anota en un cuaderno para preguntar después qué significa.
Solo una vez pudo regresar a Senegal el año pasado, cuando murió su madre. Quiso despedirla y acompañar a sus cinco hermanos menores. Extraña mucho a su familia pero insiste en que la distancia “no cuesta tanto porque se mantienen comunicados a través de un grupo de whatsapp que él mismo creó”.
Al preguntarle cómo es Senegal y su gente, busca rápidamente un video de TikTok con los principales atractivos turísticos de Dakar, la capital del país africano. “La gente mira documentales y te preguntan por los leones. Nunca vi leones porque están en la selva. De ignorantes dicen eso. En realidad, es muy turístico. Tenemos mar, lagos”, cuenta entusiasmado, señalando el video.
Plantea que la sociedad senegalesa es más unida que la argentina. “El que tiene siempre ayuda al que no tiene. Mi familia, por ejemplo, me ayudó a venir para poder mejorar mi vida. Por eso, los senegaleses estamos por todos lados del mundo”, afirma y acota: “Pero acá (en Argentina) nunca me hicieron sentir incómodo. Te joden poco. Dicen que acá no hay trabajo pero no quieren trabajar. Cuando llegué, el dólar estaba a 7 pesos; hoy, está a 200, pero el trabajo no afloja”, dice.
No sabe cuándo, pero Modou, a diferencia de Seguel, sueña con regresar a su país. Fantasea con “trabajar la tierra, con la siembra” en Senegal. Dice que es solo una cuestión de tiempo.
Comentarios