Esa mujer
El intento de magnicidio tiene un componente de género insoslayable en el país de Ni Una Menos.
La violencia política por razones de género se incorporó a nuestra legislación en 2019, durante el gobierno de Mauricio Macri, a través de la reforma de la ley 26.485. Está dirigida a menoscabar, anular, impedir, obstaculizar o restringir la participación política de las mujeres, vulnerando el derecho a una vida política libre de violencia, y a participar en los asuntos públicos en condiciones de igualdad con los varones. El atentado contra la vicepresidenta del jueves, que busca excluirla definitivamente como líder en una sociedad democrática, constituye la expresión máxima de esta modalidad.
Es una dimensión más (no la única) del intento de magnicidio que no puede ser soslayada, menos aún en el país de Ni Una Menos.
El ataque que ejecutó Fernando Sabag Montiel no es el de un monstruo disociado de la realidad, sino que ha hecho carne una serie de representaciones misóginas construidas alrededor de la figura política de Cristina Fernández de Kirchner.
Cuando un diputado nacional de la oposición plantea que la deberían castigar con la pena de muerte en un proceso judicial en curso o un analista político titula «Alguien tiene que calmarla» (con un sesgo sexista claro), se clausura cualquier tipo de debate de ideas, porque ya no se trata de un cuestionamiento sobre una decisión política sino que reclaman directamente su eliminación. Exhibirla ahorcada con una cartera Louis Vuitton en la mano no es un cartel altisonante de una persona cebada, consolida un mensaje que se propopagó anteriormente desde enunciadores que ejercen poder.
La hacen tapa teniendo un orgasmo, la diagnostican como bipolar, ponen una foto desencajada de ira, ahora una en la que está triste. Dicen que se hizo cirugías, que se compró joyas, la muestran canosa y arrugada, después golpeada con moretones en el rostro. Es una «reina desnuda» y una «yegua herbivora». Y siguen los estereotipos de género porque no controla sus emociones o es demasiado ambiciosa. La despojan de cualquier atisbo de racionalidad. Algunos con cierta elegancia, otras desembozadamente piden una «Argentina sin Cristina».
No importa si las imágenes del ataque muestran como le gatillan. La responsable es ella porque no se cuidó, porque siguió saludando, porque al día siguiente no se encerró, porque sobrevivió. Es sospechosa. No es tan buena víctima entonces.
El efecto disciplinador es total. No sólo para condicionar su conducción política (porque no se trata de una referenta marginal, sino de las pocas que se sienta en la mesa chica donde se toman las decisiones) y la de cualquier dirigenta que pretenda interpretar sus demandas.
Es una malísima mujer y alguien tiene que recomponer el orden (que ya no quedan dudas) es patriarcal.
Escuchá a Laura Loncopan Berti en su columna de género de «Vos a Diario»:
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