La importancia del juego en la niñez: ¿Cuál debe ser el rol de los adultos?
Mientras los tiempos cambian y la tecnología gana terreno, es necesario que los niños se diviertan y aprendan jugando. Repasamos algunos consejos de Beatriz Caba, profesora de Psicología y Ciencias de la Educación, y especialista en la materia lúdica.
Llegó el Día de las Infancias y, entre tanta celebración, es un buen momento para reflexionar sobre los y las niñas y el tiempo de juego. Y, sobre todo, para pensar en cómo debemos acompañar estas instancias desde nuestro rol de adultos.
Cinco grandes títulos para aprender jugando
Hoy es cada vez más difícil encontrar a un grupo de niños jugando a la escondida o a la mancha. Ya no abundan los picaditos en la calle. Y, en contrapartida, cada vez hay más objetos tecnológicos como protagonistas, sin importar la edad de los usuarios.
“El tema de la tecnología está apareciendo cada vez más rápido y con mayor anticipación. Estamos viendo a veces en los cochecitos a los bebés sentados con el teléfono de la madre, para que se queden esperando en la fila del supermercado, o para que los papás terminen la cena. Los bebés ya están con el teléfono en la mano, lo cual no es un pedido del bebé: es una decisión del adulto para tener más tiempo libre. Entonces, partiendo de ahí, hay una sobreestimulación y una necesidad creada de tecnología en el niño, cuando todavía el niño no lo pide ni cuenta con las capacidades visuales o auditivas lo suficientemente maduras para sobrellevar esto. Se sobreadapta y aprende rápidamente, porque tiene toda la posibilidad cognitiva de comenzar a aprender de forma muy plástica”, explicó Beatriz Caba, profesora de Psicología y Ciencias de la Educación, y además especialista en Juego, espacios y objetos lúdicos expresivos.
Según la especialista -que asegura estar haciendo un análisis multirespuesta-, “al poquísimo tiempo el bebé cambia pantallas, o se pone solo un video. Y eso es festejado por el adulto como una gran situación, en la cual parece un bebé prodigio por realizar estas acciones. Lo problemático es que al poco tiempo, cuando el niño quiere más pantalla (porque eso aprendió), empieza a ser cuestionado o criticado porque tiene mucha pantalla. O se le quita tiempo frente a la pantalla, a pesar de que el niño ve que en casa ocupa un lugar importantísimo, porque los padres trabajan con pantallas o las usan para mil cosas más. Hay una gran contradicción, cuando el niño va creciendo, en relación a cuánto ocupa la tecnología”.
Así como Beatriz hace un análisis crítico de este tema, también desliza que “las pantallas y la tecnología son sumamente necesarias de aprender y jugar por el niño, porque van a formar parte de toda su vida, desde hoy y en adelante cada vez más. Entonces tampoco podemos pretender que no exista, sería irreal. Tiene que ser una opción, pero lo importante es eso, que sea una, que no sea la única”.
En toda esta ecuación, es importante tratar de entender qué rol podemos ocupar los más grandes. Y para la especialista, “es importante que los adultos que acompañamos a los niños en su desarrollo integral podamos seleccionar qué es lo que consumen y no lo usemos como un chupete electrónico que nos permita tener más tiempo libre. Veamos qué consume, ya sea el padre, la madre, el adulto que lo acompaña o el docente que está en la escuela o en instituciones alternativas”.
A modo de resumen de este apartado, Beatriz aconseja que “el adulto que acompaña a los niños debe tener claro que, cuando más grande es el abanico cultural, lúdico y expresivo que un niño tiene, mayores van a ser sus posibilidades de conexión, cognitivas, de vinculación con el otro… Toda su capacidad creadora va a estar disponible y potenciada si ese abanico es amplio. Cuando digo abanico cultural hablo de juegos tradicionales, juegos tecnológicos, juegos de todo tipo; atendiendo sus intereses y necesidades, no solo las que el adulto cree importantes. Hay que escuchar mucho al niño, ver qué le interesa”. Y allí está una de las grandes claves.
Otra gran duda que surge es el tema de ‘fomentar el juego’. ¿Hasta cuándo es importante garantizar estos espacios lúdicos para los chicos y chicas? ¿Hay un límite? Según Beatriz, es cuanto menos difuso: “Hay que acompañar y fomentar en toda la infancia. Y cuando hablo de infancia hablo hasta los 12 o 13 años, que empieza la pubertad. Hay que seguirlo acompañando, porque ese púber todavía necesita guía, facilitación, compañía, diálogo, acuerdo… Hasta que el niño se convierte en un adolescente, un joven que ya eligió por dónde ir, el adulto debe estar atento a sus intereses y necesidades. Y ahí ir facilitando lo que esa persona, en construcción subjetiva constante, está queriendo. Estamos hablando de infancias realizadas, con derechos, que están con adultos cerca. Imaginate que también debemos tener en cuenta a las infancias desrealizadas, con derechos incumplidos, abusos, riesgo social. A veces la tecnología también los toma en las calles, y a veces se alfabetizan con eso antes que otra cosa. Y los celulares aparecen siempre, ya son un objeto como la pelota”, afirma.
Con todo esto en mente, y pensando en la jornada de celebración de hoy… ¿Qué podemos considerar un “buen regalo” para que nuestros hijos se diviertan, pero también aprendan?
“Lo primero que voy a decir como defensora del derecho al juego, es que el mejor regalo es tiempo y espacio de juego. Y después voy a decir la escucha, para saber bien. Si quiero regalarle un objeto o una salida, debo escucharlo y ver bien qué necesidades tiene; y no decidir por lo que la propaganda me dice. El mercado está en este momento a full para venderte objetos y shows, que no siempre son de calidad o no son lo que el niño necesita. Generalmente es todo una sobreestimulación, con objetos de moda. Entonces, a veces sentarme con mi hijo a armar un barrilete, le va a enseñar 10 veces más que cualquier otra cosa; pero también eso cambia si yo lo escucho. Por ahí lo que le viene súper bien es ir a un show interactivo de música, porque está interesado en los instrumentos. O ir a la Ciudad de los Niños, por ejemplo”.
En el cierre, Beatriz resalta lo que considera, es el mejor regalo: “Hay que escuchar, observar. Estar cerca de las infancias, para saber qué regalo es mejor. Pero tiempo y espacio de juego es lo que tenemos que estar seguros de brindarles. Y no solo este domingo: todo el año y la vida”.
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