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A la vinchuca no le gusta sal: dato clave para hacer un nuevo repelente

Especialistas del Conicet hallaron que los altos niveles de sal en la piel tienen un efecto aversivo en un tipo de vinchuca, transmisora del Chagas. El trabajo abre la puerta al desarrollo de repelentes naturales que actúen contra insectos vectores de enfermedades.

Marianela Ríos
Agencia CTyS-UNLaM

El sentido del gusto, a la hora de hablar de alimentos, es un gran detector de posibles peligros para el organismo. Con esta regla general como base, un grupo de investigadores del CONICET, que se dedica a estudiar el sistema gustativo en insectos que se alimentan de sangre, logró describir el comportamiento de la vinchuca Rhodnius prolixus. Así, descubrieron que evita alimentarse si el sustrato donde intenta picar tiene altos niveles de sal.


Los especialistas utilizaron membranas artificiales que imitaban la piel del hospedador a ser picado por esta vinchuca y las fueron impregnando con diferentes cantidades de sal. “En bajas concentraciones, ésta puede ser buena, pero en altas es aversiva y eso es lo que describimos por primera vez en un insecto hematófago, que, al enfrentarlo a un sustrato con mucha sal, rechazaba picar y alimentarse”, explicó a Agencia CTyS-UNLaM Romina Barrozo, líder del estudio e investigadora del CONICET.


Además de descubrir esta reacción, también pudieron identificar y caracterizar el trazado neuronal hacia el cerebro de la vinchuca, transmisora del Chagas, para hallar el lugar donde esta información es procesada. “Vimos que en las antenas había unos pelitos, que son unas estructuras sensoriales llamadas sensilias gustativas y que, en su interior, contienen neuronas que son sensibles a la detección de sales”, relató.


“Cuando apagamos o bloqueamos los receptores de los genes en estas neuronas, las vinchucas empezaron a picar y alimentarse sobre sustrato salado. Esto nos indica que esos receptores son los responsables de detectar los altos niveles de sal”, precisó Barrozo, quien también es jefa del Grupo de Neuroetología de Insectos Vectores del Instituto de Biodiversidad, Biología Experimental y Aplicada (IBBEA, CONICET–UBA).


Con estos resultados, los especialistas ya se encuentran trabajando en el laboratorio para extender el estudio a otros insectos hematófogos como los mosquitos, entre ellos el Aedes Aegypti, vector del Dengue, el Zica y el Chikungunya.


Hasta el momento, solo se hicieron pruebas preliminares, pero, según la investigadora, todo indica que podrían presentar el mismo rechazo.


“Las vinchucas, el mosquito y la mosca de la fruta tienen un receptor ortólogo. Esto quiere decir que tienen un ancestro común y, posiblemente, la misma función. Puede haber alguna pequeña variación en el detalle mecanístico, pero creemos que todos los insectos hematófagos puedan tener este comportamiento de aversión”, explicó.


Hacia una nueva generación de repelentes


Identificar este comportamiento no solo es importante para conocer más sobre este tipo de insectos, sino por su posible aporte en términos de salud, ya que tanto los mosquitos como las vinchucas son vectores de enfermedades que en Argentina son endémicas.
El desarrollo de nuevos repelentes podría contribuir a su prevención.


Según Barrozo, en estudios que hicieron anteriormente demostraron el efecto de moléculas de origen natural con acción repelente, como la cafeína y la quinina.
“Estos compuestos, que para los seres humanos son amargos y consumimos en varias bebidas, en los insectos provoca una acción de rechazo porque tienen implicada una toxicidad inherente. Esto quiere decir que hay muchas plantas que producen estos compuestos para evitar que sean comidas por predadores vertebrados o insectos”, detalló.

Romina Barrozo, líder del estudio e investigadora del CONICET. Fuente imagen: IBBEA, CONICET – UBA

Esta nueva generación de repelentes en la que estamos interesados son productos que además de ser naturales, son blanco de otro sistema sensorial que es el gusto, por lo que obtendríamos una doble protección».

Romina Barrozo, investigadora del CONICET.


En ese sentido, esta información es clave para el desarrollo de repelentes naturales que no impacten sobre el ambiente ni sobre la salud de las personas. “Aprovechándonos de este conocimiento, estamos viendo cuáles son las moléculas que disparan esta aversión para empezar buscar la ventaja en este sistema y producir nuevos productos más amigables”, destacó.


Por último, la jefa del Grupo de Neuroetología de Insectos Vectores del IBBEA sostuvo que estos repelentes funcionarían como una segunda instancia de defensa.


“El repelente comúmente utilizado como el OFF es detectado a distancia por el sistema olfativo de los mosquitos. Esta nueva generación de repelentes en la que estamos interesados son productos que además de ser naturales, son blanco de otro sistema sensorial que es el gusto, por lo que obtendríamos una doble protección”, concluyó.


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