Cien días de arte contemporáneo

KASSEL (DPA).- Pese a su semblante alegre, Roger Martin Buergel parece cansado. «No tiene nada que ver con la exposición. Eso me tiene sumamente tranquilo», asegura. Buergel tendría motivos de sobra para estar nervioso con Documenta , la mayor muestra de arte contemporáneo del mundo, cuya duodécima edición tiene a su cargo como director artístico.

Buergel se enfrenta al desafío de presentar la Documenta en épocas de mucha competencia en el mundo del arte. La exhibición quinquenal coincide con otras tres grandes muestras de arte moderno: la Art Basel en Basilea, la Bienal de Arte de Venecia y los Proyectos Escultóricos en la alemana Münster. A ello se suman otros factores que dificultan el éxito de una megaexposición: los patrocinadores ya no son lo generosos que eran y el arte contemporáneo está huérfano de estrellas que atraían al público como Joseph Beuys, Andy Warhol, Roy Lichtenstein o Claes Oldenburg.

El director de la Documenta , un berlinés de 44 años que reside en Viena, sin embargo, no teme a los desafíos. Explica que no le interesan los grandes nombres y prefiere buscar artistas «en la periferia». Para Buergel, la Documenta debe estar «lejana al mercado» y ser el polo opuesto a lo que muchos coleccionistas reúnen «con su fetichismo y sus obsesiones». Por ello no se encuentran grandes estrellas en la lista de artistas de la «d12»,entre l,os que están los de Ferrán Adrià, Ricardo Basbaum y Ai Wei Wei.

Buergel incluyó una nueva manifestación del arte al invitar por primera vez a un cocinero a la muestra. El catalán Ferrán Adrià, propietario del famoso restaurante «El Bulli», presentará su gastronomía molecular la cocina desde el punto de vista de los procesos químicos y físicos. Eso sí. El público se quedará sin poder probar porque la obra de Adrià será más abstracta.

Cuando Buergel habla de «periferia», se refiere a América Latina, Africa y Asia. La mayoría de las obras que están en la Documenta provienen de esas regiones del

mundo, que atraen menos la atención del mercado del arte. Una de ellas viaja por el mundo desde hace nueve meses. Es la del brasileño Ricardo Basbaum. El artista diseñó diez tinas de hojalata, que recorren trece ciudades del planeta pasando por distintos hogares y volverán a la Documenta . «El pensamiento artístico invertido», explicó Basbaum su idea. «Ahora el público es el remitente y el artista el receptor».

La obra de Ai Wei Wei, por su parte, es sumamente móvil. El chino trajo un total de 1.001 compatriotas a la Documenta para que se muevan por toda la ciudad de Kassel como si fuesen turistas. «Se pueden mover con libertad y no en bloque», señala el artista. Los integrantes «campesinos, trabajadores, policías de tránsito» son parte de la obra y no podrán abandonar Kassel. Más bien ortodoxa, si bien no desde el punto de vista artístico, es la obra de Sakarin Krue-On. El tailandés ha transformado el prado en torno al castillo de Wilhelmshöhe en terrazas en las que ha sembrado arroz casi sin la ayuda de máquinas. Los responsables esperan que las plantas florezcan en medio de la exhibición y den una cosecha modesta al finalizar la muestra. Del clima dependerá si las plantas de arroz crecen al igual que las amapolas que sembró la croata Sanja Ivekovic en la Friedrichsplatz en pleno centro de Kassel.

Buergel destaca la importancia que tiene para él el mandato educativo que le cabe como comisario de la Documenta . «Puede ser que mucha gente no entienda el arte contemporáneo y eso es lo que queremos modificar». El curador considera la educación estética la única alternativa a la didáctica y el academicismo, por una parte, y el fetichismo de las mercancías, por la otra. Transmitir esto es una de las funciones del arte y en particular de la Documenta 12, argumenta. Un 60 por ciento de los visitantes son personas ajenas al mundo del arte. Quizás por eso un diario de la zona espera que la muestra sea «un viaje de descubrimientos «.