Con fogatas, piedras y barricadas y el convencimiento de todo un pueblo. Así defendieron los intereses de la ciudad los vecinos de General Roca quienes en julio de 1972 se volcaron a las calles exigiendo la renuncia del General Roberto Requeijo -quien por entonces era el gobernador de facto de la provincia- en uno de los hechos históricos más destacados de la ciudad y que quedó en la memoria colectiva de miles de vecinos que transitaron ese difícil y violento momento.
Todo comenzó con el desmembramiento de la Segunda Circunscripción Judicial de Roca. Ese fue el inicio del estallido, pero no su único causal. Detrás del Rocazo, se escondió un sentido hartazgo ante el autoritarismo (gobernaba el país la dictadura del General Alejandro Lanusse), la exclusión y el total desentendimiento de la realidad por parte del gobierno provincial.
Fue la firma de un decreto lo que constituyó la piedra fundacional de una de las revueltas más significativas de la Argentina del siglo XX. Un movimiento popular que forjó la identidad de una comunidad capaz de hacer hasta lo imposible para “no dejarse pisotear”.
El detonante del conflicto
Fue el 30 de junio de 1972, cuando Requeijo creó el Juzgado Número 6 de Cipolletti. La medida rápidamente produjo descontento dentro de los sectores más conservadores de la ciudad, encabezados por el Colegio de Abogados y la Cámara de Comercio (CAIC). Los opositores buscaron confluir en una gran asamblea popular, que finalmente tuvo lugar el 3 de julio en la sede del Club del Progreso.
Y aunque reunió a una polifonía de discursos, todos sus asistentes coincidieron sin excepción en el inaudito accionar del gobierno militar.
Previamente se había gestado un encuentro, orquestado desde la intendencia con el fin de “limar asperezas”.
Pero la gran cantidad de público autoconvocado atemorizó al jefe comunal Fermín Oreja, por lo que decidió disolverlo.
Una sola consigna se desplegó aquel día en El Progreso y fue una pancarta que prontamente enardeció los ánimos, cautivo a los decididos y convenció a los dudosos. “Roca de Pie” sintetizó la expresión ciudadana del momento, cuando comenzó a gestarse el reclamo popular de los roquenses.
“Cuando vino el Rocazo desplegamos la pancarta, la asamblea estalló y decidió la toma de la municipalidad”, comentó Luis Ernesto Maisler, activo testigo de la pueblada y uno de los cocreadores de la mítica insignia que pasó a la historia.
El hombre -dedicado toda la vida a las artes- recordó haber cortado parte del slogan, el cual originalmente decía: “General Roca de Pie”.
Primeras marchas
Definida la toma, las filas se encolumnaron tras el letrero y desfilaron por las calles en dirección al viejo palacio municipal, ubicado en calle España -entre Mitre y San Martín-.
La toma sería un hecho, pero no sin antes ser sus manifestantes sometidos a una brutal represión policial por parte de los efectivos que ya habían ganado las calles a fuerza de disparos y golpes.
“Nos tiraron con balas. Los que estábamos adelante nos corrimos hacia la puerta de la municipalidad, los que estaban más atrás fueron para el lado de la plaza San Martín”, recordó Maisler en el crudo relato de lo que ocurrió ese día.
El ilustrador formaría parte horas más tarde de la Comisión Provisoria de Gobierno como representante del Partido Socialista de los Trabajadores.
Roberto “Tony” Balmaceda, actual miembro de la Comisión de Asuntos Históricos e integrante de la pueblada, comentó con horror aquella primera revuelta.
“De repente empezaron a disparar con sus escopetas gases lacrimógenos y vomitivos. La gente caía al piso vomitando de largo a largo en la plaza”, precisó.
Con una violencia en escalada, el intendente huyó y consigo se dio paso para el ingreso de los protestantes a la sede de gobierno.
Desde el interior, una amplia proclama acordó la creación de un gobierno provisional, que estuvo conformado por representantes de partidos políticos, aunque luego se amplió a otras representaciones.
Contra Requeijo
“Uno de sus principales objetivos fue solicitar la destitución del gobernador Requeijo y el rechazo a la creación del Juzgado de Cipolletti. La comisión aseguró su continuidad hasta tanto se haya cumplido con sus objetivos”, afirmó Balmaceda.
En tan solo horas las tropas militares rodearon la ciudad y solicitaron desocupar el palacio municipal. Con un Ejecutivo acéfalo, el gobernador resolvió colocar un interventor municipal mientras que el gobierno comunal persistió en clandestinidad.
Siguieron días de violentas confrontaciones y barricadas por las calles céntricas, que prontamente se desbordaron hacia los barrios de la periferia. En aquel entonces la ciudad, con poco más de 30 mil habitantes, llegó a contar con un militar por cada siete adultos.
La represión
“Nos obligaron a bajarnos del auto e hicieron tirar al suelo a mis amigos. A mí me pidieron que me arrodille sobre el cemento. Me apuntaron con las bayonetas, pero yo no tenía miedo. Me preocupaba lo que pudieran hacerle a mis amigos. Finalmente los cargaron en un camión y se los llevaron detenidos. Estuvieron como cuatro días presos, donde los golpearon. A mí me tuvieron como media hora en el piso hasta que le dieron la orden a un soldado que me acompañara hasta mi casa”, comentó Miriam Padilla, una vecina de la localidad cuyo testimonio es uno de los tantos que rememoran el dramatismo de aquellas semanas. La secuencia fue capturada a través de un fotógrafo y publicada por RÍO NEGRO en esos difíciles días de confrontación.
Inéditas fotos históricas del Rocazo
Más de medio centenar de personas fueron detenidas, acusadas de subversión y posteriormente colocadas a disposición de la Cámara Federal, o como habitualmente se lo denominó, la “Cámara del terror’’.
El último recurso utilizado para neutralizar el conflicto fue declarar la zona de emergencia, lo que habilitó al Ejército a detener personas sin piedad.
Ademas se estableció la pena de muerte para aquel que agrediera a un militar.
Con los días las aguas se calmaron y finalmente el gobierno provisional llegó a un acuerdo con las autoridades.
El segundo Rocazo
Para marzo del 73’, las elecciones nacionales se encontraban a la vuelta de la esquina. Y tan solo dos semanas antes de la contienda, Roberto Requeijo llegó a la ciudad para encabezar un acto proselitista como candidato oficial a la gobernación.
El malestar de quienes habían participado de la revuelta de julio se hizo sentir tras considerar la visita de Requeijo como una provocación. La represión en esta ocasión se cargó un muerto.
Con el deceso de Agustín Fernández Criado, un joven que fue alcanzado por una bala 9 milímetros, la tensión se multiplicó. Aunque logró ceder con el paso de los días producto de la huida de Requeijo.
Una canción de protesta
“Hoy es el pueblo de aquel panadero, de estos estudiantes o de ese otro obrero, el pueblo agredido, sucio y pisoteado quien sale a la calle por cuatro costados”, comenta entre sus versos la cantata “El Rocazo”. Su autor Roberto “Tony” Balmaceda la compuso mientras huía de la policía.
“La canción retoma nuestra perspectiva como jóvenes, quienes sabíamos que vivíamos en un sistema opresivo y represivo basado en la doctrina de Seguridad Nacional. El ejército dejó muy claro que iba a despreciar, condenar y perseguir todo aquello que represente valores distintos”, expresó el compositor en referencia al sentido de su letra.
La canción fue recuperada hace pocos años de un viejo cassette, ya que se creía perdida. La dictadura del 76’ la había silenciado.
Balmaceda participó como representante de los alumnos universitarios durante el gobierno provisional. Por muchos años se desempeñó como docente e incluso fue autor del Himno de Unter y Ctera.
“Río Negro” entre la detención y la censura
El Rocazo movilizó a buena parte de los 35.000 habitantes que a principios de la década del ‘70 tenía la ciudad. RÍO NEGRO no estuvo ajeno a esa realidad social que intentaba asfixiar a una comunidad que se esforzaba en su crecimiento. Y así lo hizo saber a través de distintas editoriales donde se advertía el desmanejo de las finanzas de la provincia y la clara intención del gobierno de facto de Requeijo de llevar adelante un discrecional reparto de recursos. En agosto de ese año el diario intensificó su línea editorial donde advirtió sobre los problemas que generaría ese tipo de políticas..
Así la situación social fue empeorando, generando un hartazgo que dio origen a los violentos episodios que comenzaron el 4 de julio de 1972.
En la madrugada del 7, se ordenó la detención del director de “Río Negro”, Julio Rajneri, lo acusaron de subversivo. No sólo le iniciaron una causa federal sino que además lo encarcelaron junto a otros detenidos. Las presiones surgidas desde distintos puntos del país obligaron a ordenar su liberación cerca de la medianoche del sábado 8. El día 12 “Río Negro” resistió la orden de censurar del contenido de su edición. La medida fue levantada el día 14. En su editorial se denunció la “arbitrariedad” de las medidas ordenadas por Requeijo.
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