Acortar distancias

Roberto Alvarez *


Cuando ayudás a Cáritas, ayudás a que alguien pierda ese sentimiento de orfandad, de soledad ante una vida que en nuestra Argentina cada día se vuelve más difícil.


El deseo de “acortar distancias” puede ser visto como una indicación o mandato del marketing, un imperativo que recorre todas las instituciones y comercios en un mundo cada vez más atomizado e individualista.

Con el objetivo de vender, las marcas intentan acortar distancias poniendo en sus propagandas gente que habla con tonadas y estilos cercanos, que se viste, pesa y se vincula al modo callejero. También aquellos que quieren tener la representación popular son invitados por consultoras a acortar distancias tocando timbres, escuchando la gente común, organizando escuchas de sus dirigentes, etc.

Cáritas sin duda también se nutre de eso, pero el origen de su “acortar distancias” se remonta mucho más allá en el tiempo y en la intención. Va hasta el corazón de la historia, y para “acortar” distancias bebe de la “conmoción” de Dios que nos ha revelado su deseo de salvar a los hombres comprometiéndose con su historia.

Cáritas repite el corazón del Dios del Antiguo Testamento, que ha escuchado el clamor de su pueblo, ha visto su dolor, conoce sus necesidades y “baja” para liberarlos. Es un Dios que en Moisés y en infinidad de mediaciones elige el “cuerpo a cuerpo”, adopta como estilo ser una presencia que “acampa”; que en el medio de un contexto donde los dioses son lejanos o se sirven de los hombres, es un Dios compasivo y lleno de ternura, un Dios que se ha puesto como objetivo llevar a su pueblo a una tierra que le sea propia, a una tierra que mane leche y miel.

Cáritas emula el corazón de Jesús, aprende e imita su modo de latir, de sufrir y llorar ante cualquier necesidad humana… pero no desde afuera, sino “pasando por el medio”; estirando sus días con sus horas para curar, enseñar, sanar las heridas del corazón. La prolongación del corazón abierto de Jesús: eso es Cáritas; es su sensibilidad ante lo que se descubre sólo cuando uno está cerca, cuando el encuentro es cara a cara, cotidiano. Es el llanto de impotencia ante la injusticia, y es el grito profético “dénles ustedes de comer”; es detenerse frente a una viuda que con la muerte de su hijo lo ha perdido todo, y frente a ese padre que ante el estado de su hijo enfermo clama por ayuda. Cáritas no tiene corazón propio; vive del corazón de Jesús.

Y ese corazón de Jesús se repite en cada ciudad, localidad o paraje donde alguien en nombre de Cáritas atiende las necesidades, requerimientos y clamores de aquellos que viven a su alrededor. Algunas veces serán proyectos que tienen la complejidad de un conjunto de viviendas, o de ayudar a hacer perforaciones para conseguir agua potable. Será también estructurar apoyos escolares que rescaten a tantos niños, niñas y adolescentes que en estos años de pandemia se han caído del sistema educativo; o sostener la nutrición de los más pequeños cuando a las familias ya no les alcanza para una alimentación adecuada.

En tantos lugares el corazón de Jesús se expresa en quienes roban tiempo a los suyos para abrir un Hogar de Cristo durante infinidad de horas, porque cada vez son más los que sólo ahí sienten calor de familia, lugar de encuentro, acogida; estén como estén sus vidas. Caritas es también ese sencillo ropero, o el refuerzo de un mate cocido caliente en medio de los crudos inviernos.

Cuando ayudás a Cáritas, ayudás a que alguien pierda ese sentimiento de orfandad, de soledad ante una vida que en nuestra Argentina cada día se vuelve más difícil; más parecida a un “sálvese quien pueda”. Cuando una campaña te invita a acortar distancias te está pidiendo que saqués de lo poco o mucho que tengas – de tiempo, creatividad, dinero – para franquear los abismos generados por la desidia, la ambición o las peleas que sólo se entienden por la falta de conexión con la realidad, por la incapacidad de empatizar, de estar al lado de los que sufren y de generaciones que se quedan sin salud, educación, techo o trabajo.

Ayudar a Cáritas – como a otras instituciones que se dedican a “acortar las distancias” – es gritar, protestar, plantarse ante cualquiera que diga que ya no hay nada por hacer, o que se conforma con identificar culpables. Ayudar a Cáritas es permitirnos ser la voz de Jesús, que se sigue conmoviendo ante cada vulnerabilidad, que sigue resistiéndose a resignarse y desde el aliento, la compañía y el trabajo, aspira a que muchos de los nuestros se forjen un futuro mejor.

* Obispo auxiliar de Comodoro Rivadavia


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