El comprensible desánimo

Esteban Germán Cárdenas

NEUQUÉN

Cómo no comprender el desánimo, el hartazgo.

No hay norte económico serio -un plan, claro- que estimule la inversión, el crédito, la solidez de la moneda. En fin, que proyecte una Argentina de pie.

No hay políticos sólidos… menos estadistas que asomen. Hay un gobierno inepto, y una dirigencia en general cortoplacista, egoísta, demagógica, de baja calidad, encerrada en las refriegas internas.

Hay una educación en declive pronunciado, un empleo cada vez más precarizado, mientras crecen los planes sin contraprestación y, subterráneamente, la droga coopta “mano de obra” en nuestros barrios.

Agobian la inflación y los impuestos, se pauperiza nuestro dinero, mientras por otras vías se habilitan indemnizaciones millonarias a artistas que vivieron el exilio, o jubilaciones obscenas como la de la vicepresidenta.

Solo instituciones sanas y que funcionen, políticos dignos y decididos por el país y ciudadanos dispuestos a un cambio que los acompañen con su voto, podrán tal vez dar una vuelta de página a tan penoso cuadro.


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