¿Qué es educar?
Gladys Seppi Fernández *
La educación de nuestros niños y jóvenes siempre ha sido o debiera haber sido, motivo de una preocupación capital.
Sabemos que educar significa ayudar a cada cual a buscar en su interior aquellas facilidades, talentos, inclinaciones que lo acompañan, motivar para crecer en ellas.
Llegar a ser lo más y mejor que cada ser ha venido al mundo a ser.
Sabemos que educar es tener fe en que vale la pena cada niño, cada adolescente porque en ellos está el futuro, un futuro que dependerá de sumar elementos positivos, dadores, potenciados a la sociedad.
Formar personas con una alta fe en su propio valor debiera ser, por lo tanto, uno de los objetivos básicos en educación, tanto familiar como escolar. Pero… ¿Lo tenemos en cuenta? ¿se enuncia, siquiera este fin entre otros propósitos de la acción educativa?
Lograr reales cambios en la educación de cada alumno
Para lograr reales efectos educativos necesitamos de adultos que se hayan preguntado, qué estén preguntándose y lleguen a respuestas positivas sobre el valor de educar, sabiendo, cuánto vale cada uno por el hecho de existir… y pulir su existencia buscando, buscándose…
Es el adulto, padre o maestro el que transmite a las nuevas generaciones el impulso de preguntar y preguntarse; es el adulto el que impulsa al alumno a educarse, por lo que el interés de esta nota es acentuar, poner en un punto muy alto, la importancia de contar con docentes formados en este sentido, es decir con una gran fe en el valor del acto educativo.
Entonces, tratemos de entender, de visualizar, de revalorizar la tarea educativa como una de las mayores que humanamente podemos realizar.
Educar, ser maestro o profesor, no es solamente conseguir un puesto, encontrar una salida laboral en un país donde el trabajo escasea, sino asumir una gran responsabilidad que exige sobre todo, un real amor.
Queremos decir que hay que querer ser educador, empezando por amar al educando, lo que significa amar la vida y su crecimiento, porque educar es ayudar, orientar al educando a crecer, a superarse.
Sin embargo, esta no es hoy, aún, condición básica en la educación argentina.
Lo entendemos. Cómo podría medirse, cuantificarse, el sentimiento de amor del maestro o profesor por los niños o adolescentes a su cargo?
Pensemos en el verbo que ponemos acá como nuclear: querer.
Por cierto son los mismos alumnos los que pueden decir de qué docentes reciben amor, que docentes aman su tarea y a los sujetos de su tarea.
Querer a cada Niño (lo escribimos con mayúscula) es aspirar, de corazón, a que logre un futuro de real crecimiento, querer la vida como desarrollo y nunca estancamiento, y si el educador no tiene clara esta meta, desde el comienzo del acto educativo, puede caer en la repetición de clases informativas muy aburridas, muy repetidas, en que no se cuenta con un sujeto realmente motivado ni adecuadamente atendido.
Nos preguntemos:
El docente empieza a serlo cuando se ama, es decir se respeta a sí mismo.
¿Se quiere a sí mismo el docente? ¿Ama y cuida su vida y lo manifiesta en su disposición a mejorar, a superarse?
Querer es valorarse como ser único y así tratar al otro. Valorar es, por lo tanto, en educación, otra palabra esencial.
De valorar surge otra significación ineludible: potenciar.
Y he acá otro término que se debiera trabajar en las asambleas educativas, en los manuales de formación docente, en las reuniones de maestros y profesores: potenciar.
En primer lugar se trata de tener acendrada la idea del valor humano da cada uno. Todos, todo ser humano, vale.
¿Miramos al otro atendiendo a su valor, respetando su valor?
Pues esta especial mirada, mirar valorizando a los demás, sobre todo si es nuestro alumno, debiera ser motivo de una actitud consciente exigible a quien está al frente de un aula, al frente de la conducción de destinos, como son , esencialmente, los padres.
El docente debe entender, básicamente, que alentar la autoestima de cada alumno es básico en el aprender a ser y crecer.
Que el alumno se sienta bien acogido le infundirá confianza en su propio valor; que se sienta querido como ser humano en desarrollo, lo impulsará positivamente, ya que:
Sentirse reconocido, aceptado, es básico en toda motivación. Tanto más en la de querer saber, aprender, ser y ser más.
Leemos: “En todo ser humano hay una más o menos escondida grandeza”, dicen los grandes pensadores y lo repite Mario Alonso Puig, gran educador español.
Es condición sine qua non del docente, creer en esa grandeza y alentar para que cada uno, así confiado, busque la suya, la personal, la única, la que lo distingue.
Y acá aparece el tema de los talentos, esa facilidad para hacer algo especial en la vida que sólo la confianza depositada en cada ser humano por un guía, llámese maestro o padre, o guía social, puede ayudar a despertar y hacer crecer.
Lo fundamental en educación es, entonces, estimar las capacidades personales para que con una gran confianza y fe en su valor, cada niño, cada adolescente o joven aprenda a respetarse, lo que es quererse y desear ser el ser único que está destinado a ser en la vida.
Creemos que sobre este cimiento básico, todo aprendizaje familiar y escolar hará el milagro de formar personas probas y satisfechas de sí.
Las buenas lecturas pueden apuntalar este noble e imprescindible fin educativo.
* Educadora, escritora
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