Lectura: Olive Kitteridge, de Elizabeth Strout
Inteligente, sensible, demoledora. La escritora norteamericana es dueña de un estilo único y a través de este personaje, una malhumorada ex profesora de matemática, logra hablar de los deseos, insatisfacciones, frustraciones, amores y desasosiegos.
¿Alguien recuerda aquella noche, en plena pandemia, cuando Frances McDormand ganó el Oscar a mejor actriz por Nomadland”? La magnífica actriz iba desalineada, sonrió apenas, tomó de un brazo a la directora y subió al escenario. Parecía enojada , aunque la estaban premiando.
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Olive Kitteridge, la protagonista del libro que lleva su nombre, tiene la cara de Frances McDormand. Es imposible leer el libro, premio Pulitzer de 2009, escrito por Elizabeth Strout, y no ver los gestos de Frances McDormand en el personaje que hila las trece historias. No es puro capricho: McDormand es la protagonista de la miniserie “Olive Kitteridge”, premiada también, que puede verse en HBO. Y desde ese día, es imposible pensar en la una sin pensar en la otra. Pero eso no es lo esencial, ni lo que hace maravilloso este libro de Strout.
Cada uno de los trece relatos que componen el libro editado por Duomo ediciones, produce una presión en el esternón, justo ahí donde se siente la angustia. Las imágenes, los diálogos, los pensamientos , que son como una corriente subterránea y paralela a las acciones que los contradicen; los sueños, las miserias, los amores y los fracasos que narra, le ocurren a personas tan comunes y corrientes como cualquiera de nosotros, y por eso, es imposible no sentir que podrían estar ocurriendo al lado nuestro, en nuestras propias calles, o a nosotros mismos. El efecto que logra Strout es demoledor.
Aunque Olive Kitteridge aparece en los trece relatos, podría decirse que no todo está centrado exclusivamente en esta ex profesora de matemática malhumorada. Ella, con su carácter envarado y poco amable, opina, aguijonea a su marido, lastima con sus comentarios lacerantes, irrumpe de modo inesperado. Pero es lo que la rodea en ese pequeño pueblo costero de Crosby, ubicado en el estado de Maine, lo que le da al libro esa sensación de que todo el tiempo algo dramático está por ocurrir.
Hay un relato en particular, el segundo, “Marea creciente”, en el que la maestría de Strout llega a un punto sublime. Kevin, el protagonista, tiene claramente la intención de suicidarse esa tarde. Está en su camioneta, lleva un rifle envuelto en una manta en el asiento de atrás y mira las olas encrespadas de la bahía del pueblito de Crosby, al que volvió después de estudiar psiquiatría y trabajar en Nueva York. Sabe lo que quiere hacer. Olive lo ve, y le pide subirse a su camioneta, para charlar. Lo que hace Strout con esa situación tensa en la que hay un joven que lo único que quiere es que esa señora se baje del vehículo para lograr su objetivo, es magistral.
El mundo que traza la autora en esas páginas incluye hijos despechados, viudas que se preguntan acerca del sentido de su vida; personas mayores que se ilusionan por la posibilidad de un nuevo amor; muertes súbitas; matrimonios que duran gracias a la inercia, y quizás también a lo no dicho; soledades dolorosas, violencias injustificadas. El libro abarca 25 años en la vida de Olive y del pueblo y los trece relatos estan narrados desde esos pequeños pero significativos gestos domésticos, debajo de los cuales se esconden una vida de ilusiones hecha añicos.
Strout tiene el estilo a la vez poético y preciso de Carson McCullers o Flannery O’Connor (la autora que ella tanto admira), opero también la acidez implcable de Lorrie Moore o de A. M. Homes.
La vida, parece decir Strout a través de los relatos de Olive Kitteridge, está llena de momentos de desencanto, coraje, desconcierto y grandeza.
Quiés es Elizabeth Strout
Strout nació en Portland, Maine, y se crió en Maine y New Hampshire. Estudió Derecho y se graduó con honores en 1982. Se mudó a Nueva York y pronto dejó las leyes para dedicarse a escribir. Publicó “Amy e Isabelle”, “Me llamo Lucy Barton”, “Ay William (publicada este año), “Luz de febrero” (continuación de Olive Kitteridge) y “Todo es posible”, entre otros.
OLive Kiterigde fue convertida en una miniserie. Mirá un adelanto
¿Alguien recuerda aquella noche, en plena pandemia, cuando Frances McDormand ganó el Oscar a mejor actriz por Nomadland”? La magnífica actriz iba desalineada, sonrió apenas, tomó de un brazo a la directora y subió al escenario. Parecía enojada , aunque la estaban premiando.
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