De Cristina a Obama, el fenómeno de los «recomendadores» de libros y el boom editorial
Desde Cristina Kirchner y su “regalo” al presidente Alberto Fernández a Barak Obama y sus lecturas recomendadas pasando por actores y músicos que hacen de los libros un puente con sus seguidores. ¿Cómo nacen los booms editoriales que desatan los recomendadores?
En un mercado editorial muchas veces signado por el ritmo vertiginoso de las novedades, los “recomendadores” cautivan y convocan a otros lectores con lo más caprichoso de su gusto personal: Cristina Kirchner hizo que se agotara en horas el libro en el que Juan Carlos Torre registra lo que vivió dentro del equipo económico de Raúl Alfonsín, Beyoncé citó a Chimamanda Ngozi Adichie en una canción y la volvió popular, Barack Obama convirtió a su top ten en un clásico y la actriz Emma Watson fundió un club de lectura con medio millón de seguidores.
La infidelidad: ¿es inevitable?
¿Cómo nacen los booms editoriales que desatan los recomendadores? ¿Deja esa lectura conforme a los autores? ¿Qué tiene en cuenta una buena recomendación?
Horas después de que Cristina Kirchner, durante un acto de conmemoración a los caídos en Malvinas, contara que le había enviado al Presidente “Diario de una temporada en el quinto piso” y que también le había sugerido a Sergio Massa que lo leyera, la editorial Edhasa se quedó sin ejemplares del libro. Los libreros, rápidos de reflejos, pidieron reposiciones y agotaron el stock disponible de un libro que hoy no se consigue en librerías (y que aumentó considerablemente su valor).
La recomendación fue literaria y política y, tal vez por eso, su impacto: Torre, contratado en el equipo económico de Raúl Alfonsín, cuenta y registra en el texto los hechos de la época y el detrás de escena del operativo quinto piso del Ministerio de Economía durante la negociación con el FMI y la hiperinflación, allá entre mediados y fines de los 80.
Fernando Fagnani, crítico, editor y desde hace más de una década gerente general de Edhasa en Argentina, cuenta que si bien el libro “venía funcionando muy bien”, la recomendación de la exmandataria generó una suerte de boom de ventas. El domingo pasado, el sello encargó una cuarta edición de diez mil ejemplares que pronto llegará a las librerías y, además, lanzó una campaña para difundir la lectura del ebook.
Fagnani cree que el libro es un texto único: “Torre publica su experiencia y no se exculpa. Los textos con algún tipo de componente autobiográfico en política siempre apuntan a la supervivencia. No se exculpa. Analiza, cuenta su participación y tiene la mirada del narrador testigo”. Advierte, sin embargo, que la calidad de la obra no explica en sí semejante fenómeno. No es solo un tema de ventas, sino que “Diario de una temporada en el quinto piso” se convirtió en una referencia obligada para la conversación de política económica coyuntural y para entender los matices que convulsionan a los distintos sectores del oficialismo.
“Es parte un fenómeno muy raro. Pasa una sola vez y no hay forma de estar preparado. Siempre es importante estar atento a lo que dicen los libreros para tener la temperatura de lo que sucede más allá de nuestro mundillo”, asegura.
¿Por qué un libro de ensayo que hace dialogar la economía con la política y la historia se agota en horas? Fagnani cree que el “poder” de la recomendación de la vicepresidenta fue sacar al libro del recorrido esperable del lector especializado. Y su hipótesis se basa en una anécdota de lo más cotidiana.
“Edhasa ocupa la misma oficina desde hace aproximadamente 15 años. El encargado del edificio jamás me había dado charla sobre ninguno de los libros que sacamos. Pero el lunes, después del comentario de Cristina, me felicitó por el libro de Torre. Creo que eso da una pauta de hasta qué punto su recomendación sacó al libro de su ámbito natural y lo puso a dialogar con otros y nuevos interlocutores”, relata.
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No es la primera vez que la ex mandataria -y, además, best seller con “Sinceramente”- se posiciona como recomendora e incluye a los libros en el debate nacional. En 2018, en pleno tratamiento de las tarifas en el Senado, se ocupó de dejar ver en el recinto que estaba leyendo “La estafa del tarifazo” de Federico Bernal, actual interventor del Enargas. Aquella lectura, si bien no generó un boom, dio una pauta sobre cuál era la postura de la entonces senadora incluso antes de su intervención.
Las lecturas de Obama
El expresidente norteamericano Barack Obama contó, hacia el final de su presidencia, qué tan fundamental había sido para el ejercicio del poder sostener su hora de lectura diaria. Todos los años, su listado de libros recomendados sorprende e impacta en los rankings de las librerías.
Lector ecléctico, pasa de la historia, al periodismo y la literatura con curiosidad y fluidez. Definió a su lista anual como parte del “tejido que ayuda a formar una vida” y con suerte puede “mejorar nuestras experiencias cotidianas”.
En los últimos años, incluyó a autores latinoamericanos cuando recomendó leer la novela “Desierto sonoro” en la que la mexicana Valeria Luiselli narra un road trip familiar para superponer una crítica a las políticas migratorias de Estados Unidos y “Un verdor terrible”, del chileno Benjamín Labatut, un libro que se desentiende de los géneros para abordar los enigmas de la mecánica cuántica, las cámaras de gas de los campos de exterminio nazis o las abstracciones de las matemáticas.
No sólo los políticos se encumbran como recomendadores. La reconocida artista pop Beyoncé sampleó el famoso discurso feminista de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie titulado “Todos deberíamos ser feministas” en su tema “Flawless” (Perfecta) y aquel texto se volvió viral en las redes y se convirtió en best seller.
Sin embargo, aparecieron los grises y las interpretaciones que implica toda lectura. La autora nigeriana aclaró que, si bien le había dado permiso para usar el texto y aquello había llevado al feminismo a mujeres que jamás habían estado en contacto con él, no coincidía plenamente con la representación: “Su tipo de feminismo no es el mío”.
Comunidad de lectores
Dadatina, la instrumentadora quirúrgica Daniela López que con más de medio millón de seguidores en Instagram se convirtió en la mayor referente del cuidado de la piel en Argentina, le recomienda libros a sus seguidoras que poco tienen que ver con el nicho de las cremas y los sérums.
Desde su cuenta en Goodreads, una red social de lectores, hace reseñas breves de libros como “De vidas ajenas” de Emmanuel Carrère, “Estado del malestar” de Nina Lykke o “La hija única” de Guadalupe Nettel.
“Este año no llegué a la meta de cantidad de lecturas en Goodreads, el primer año que fallo desde el 2014, pero quiero recomendar mucho ‘Mi año de descanso y relajación’ de Ottessa Moshfegh porque fue lo mejorcito que leí”, contó en diciembre.
La actriz británica Emma Watson también “crea comunidad” con los libros y abrió una suerte de club de lectura on line en la que comparte recomendaciones. Además, es fanática del “bookcrossing”, la acción callejera de dejar libros en cualquier punto de la ciudad para que encuentren -destino mediante-a su lector.
Recomendadores
A diferencia de la crítica literaria, la recomendación repara en la obra pero también en quién la leerá. Estos grandes recomendadores que logran con su consejo mover el amperímetro editorial suelen generar admiración, confianza y curiosidad en sus interlocutores.
La periodista y socióloga Eugenia Zicavo lleva años haciendo de la recomendación parte de su trabajo, algo que la obliga a pensar en qué hay detrás de ese gesto que a veces poco tiene que ver con la crítica literaria.
“Recomiendo los libros que por algún motivo me impactaron, ya sea por su trama, por el estilo o la propuesta estética. Me entusiasma pensar que otros pueden mudarse un rato al mismo mundo que a mí me atrapó. Escuchar esa misma voz y encontrar ahí algo valioso, que puede acompañarte de por vida”, reflexiona y cuenta que con el correr de las recomendaciones, sobre todo en las redes y en la radio, hay un público que ya conoce y comparte sus gustos.
“Entonces se da una relación de confianza, más allá de que es imposible anticipar de qué manera se va a apropiar cada cual de un texto. Me gusta pensarlo como una familia literaria, de personas que leímos y nos conmovimos con las mismas historias. Se va armando una suerte de agenda común de lecturas y de debates, porque también se ponen en tensión distintos puntos de vista”, cuenta.
“Un buen recomendador tiene que partir de una base elemental y recomendar más allá de sus gustos personales. Por ejemplo, te puede no gustar la poesía beatnik o el barroco poético español, pero no podés evitar formarte en lecturas de Allen Ginsberg o de Francisco de Quevedo y entender y -recomendar- cuál es la dimensión de esos autores para la historia de la poesía. Eso lleva a una segunda premisa: que un buen recomendador tiene que ser definitivamente un buen lector. Decía Borges que leer es una actividad posterior a la de escribir, más civil, más intelectual”, analiza el periodista, poeta y docente Daniel Mecca, quien acaba de lanzar el Centro de Atención al Lector, una cuenta de Instagram dedicada a las recomendaciones.
En tercer lugar, cree que lo que hace más sólido a un recomendador es cierta pericia: “Saber `de todo´ en la literatura no necesariamente te hace más inteligente o agudo. No se trata de la cantidad de información-que ciertamente es importante tener- sino de tener ideas sobre esa información y poder linkearla a otras narrativas”.
A diferencia de la lógica del “gran recomendador”, la comunidad del Centro de Atención al Lector funciona de manera horizontal. “Hay avidez por leer pero también por recomendar, por intercambiar. Se privilegia la pregunta y hace de ella un bien preciado y no un escenario descalificante para quien la formula. Preguntar es ejercer la búsqueda del conocimiento”, cuenta Mecca sobre la iniciativa.
Con la verticalidad que se da con los lectores reconocidos o con la horizontalidad que se genera en las distintas comunidades de lectores, la recomendación -ese gesto que pone a conversar el gusto con una obra, un momento y un lector- se convierte en una flecha certera para acercar la lectura en medio de una abundancia de opciones muchas veces impersonal.
Por Ana Clara Pérez Cotten (Télam).-
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