Páginas de Neuquén: el último intento por retener la capital en Chos Malal

El juez de paz, a cargo de trasladar a los presos, debió recurrir a los vecinos para conseguir alimentos y enseres. Solo se los daban si pagaba un costo muy alto por el alquiler o los compraba.

Los pueblos de Neuquén tienen un largo historial de luchas y resistencias contra todo aquello que se consideraba injusto. Algunas dejaron como saldo la victoria y otras la derrota, pero en muchas de ellas lo trágico estuvo presente.

Pero también hubo estrategias y pequeñas luchas grupales para impedir que llegara a buen puerto alguna medida tomada por quienes detentaban el poder. Así fue el caso del traslado de la capital desde Chos Malal hasta el paraje Confluencia, en 1904.

La decisión del entonces gobernador, Carlos Bouquet Roldán, estaba tomada y comenzaba a ejecutarse. La sede administrativa del gobierno se encontraba ya en la zona de la Confluencia, todo estaba encaminado y funcionando correctamente. Pero cuando hubo que trasladar la cárcel del Territorio del Neuquén desde Chos Malal hacia su nueva capital, una “rebelión pacífica” casi puso en peligro la última mudanza.

Por supuesto, la gran mayoría de vecinos de la localidad norteña no estaban de acuerdo con perder su título de capitalidad. Y en aquel momento de cambios, vieron un pequeño recoveco por donde podía colarse el último intento de resistencia.

Todo parecía estar en contra del pobre Juez de Paz, a quien se le había encargado la misión de trasladar a los 40 presos y a sus empleados. Burocracia, falta de comunicación y de fondos, un clima adverso y las largas distancias, fueron las condiciones que “capitalizaron” los vecinos.

La cosa fue así. Desamparado el Juez de Paz tuvo que recurrir a los vecinos de Chos Malal para hacerse de víveres, mulas, carros y otros elementos necesarios para emprender el viaje. La respuesta que obtenía cada vez que solicitaba por ejemplo el alquiler de un carro, era un precio desorbitante o la frase “no se alquila, se vende”. Claramente era toda una dificultad teniendo en cuenta la escasez de dinero.

Otros, frente al pedido de partidas de alimentos para reos, guardias y empleados del juzgado, la negativa era la última palabra. Alguno que otro, ofrecía lo que se solicitaba pero ponía como condición el pago contado, sin crédito ni fiado.

Así fue la resistencia vecinal, pero pese a todos los inconvenientes, finalmente en octubre se emprendió el viaje hacia la nueva capital, signado por el hambre, la falta de medicamentos y agua. Alrededor de 13 días duró la travesía, dejando atrás lo que hasta ese momento había sido un pueblo con futuro.


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