Las advertencias de nuestros editoriales

La Guerra de Malvinas fue motivo de preocupación para “Río Negro” desde el momento mismo del conflicto. Como relató en una columna reciente quien fuera periodista de este diario, Ricardo Villar, desde el inicio del conflicto el diario trasmitió dudas y escepticismo ante la audaz movida de la dictadura.

Ya el 24 de abril de 1982, cuando había fracasado la misión Haig, la flota británica todavía viajaba rumbo a Malvinas y aún no comenzaban las hostilidades efectivas, un editorial de este diario señalaba problemas en la estrategia argentina. “Los argentinos somos responsables de haber desatado una competencia de nacionalismo a ultranza tan duro e implacable que la opinión pública visualizaría como un fracaso cualquier solución que no partiera del supuesto de una victoria total de la tesis argentina. La fórmula con que se resume la posición es que todo es negociable menos la soberanía, como si no fuera el de la soberanía el tema en disputa”.

Tras recordar que en el sistema internacional generado tras el fin de la II Guerra Mundial “había un acuerdo implícito de los países a no usar la fuerza para resolver sus diferendos”, resaltaba que las gestiones de la diplomacia argentina para lograr consenso de otros países respecto a lo actuado (el desembarco y ocupación de las islas) es extremadamente difícil”. Sugiere que una propuesta de administración compartida del archipiélago y un plazo razonable para que las partes negociaran un régimen definitivo, que hasta el 2 de abril hubiese sido “un éxito impresionante para un status quo que llevaba 150 años”, tras la ocupación de Malvinas “se considera una claudicación inadmisible” en el clima de nacionalismo exacerbado imperante.

En medio de la censura impuesta por la dictadura, fue muy complejo mantener una postura crítica durante los combates.

Sin embargo , el 18 de junio de 1982, cuatro días después de la rendición argentina, un nuevo editorial de “Río Negro” volvía sobre la necesidad de rever la idea de soberanía que movía al nacionalismo criollo. Define un concepto de soberanía “basado a la idea de límites territoriales en un sentido geográfico”, que la propaganda nacionalista “estimuló hasta la exasperación” y “llevó a millones de argentinos a la creencia que el destino final de nuestro país estaba ligado a la posesión final de las islas; como antes, con la misma intensidad, se nos pretendía persuadir que la posesión de dos peñones en el Beagle era el problema más importante que afrontaba la República”. Lo contrapone a un sentido de soberanía ligado “a la capacidad de un pueblo de tomar decisiones en las relaciones entre su país y los demás”, relacionada con el “desarrollo económico, las riquezas con que cuenta, la capacidad intelectual de sus habitantes, la inteligencia de sus gobernantes” entre otras.

Señala que “el país fue lleva imprevistamente a una situación de guerra con una nación que ya era potencia mundial” y pide “descubrir a los responsables de esta triste aventura, porque la estructura del poder está fundada en la decisión arbitraria de un pequeño grupo de personas que fundan su poder en las armas”.

Concluye que “nada volverá a la vida a las víctimas de esta tragedia nacional, pero por lo menos tal vez lleve a la convicción de que la verdadera lucha del pueblo argentino pasa por la recuperación de sus sistema constitucional y no por la posesión de esas lejanas y estériles islas del Atlántico Sur”.

Aquí las editoriales completas:


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