Libros: «Teoría general del olvido», la historia de una mujer que vivió encerrada 28 años
No figura en la lista de best sellers. Y es una pena. Es angoleño. Su país tampoco figura entre los países más mencionados en listas de best sellers. Y también, es una pena. Se llama José Eduardo Agualusa, y es un nombre para recordar. Y este libro, es una obra maestra.
Ludovica tiene miedo a los espacios abiertos. No quiere salir a la calle desde que vivió un hecho traumático. Sólo su hermana Odete le da la tranquilidad que necesita. Cuando su hermana se casa y se muda con su marido a Angola, Ludovica deja Lisboa y se va con ellos. El departamento es el más lujoso de Luanda, está lleno de libros, y de comodidades, tiene una terraza con huerta, y le regalaron un perro que adora. Pero una noche, la pareja sale a una fiesta y no vuelve nunca más.
Es 1974. En Portugal estalla la Revolución de los Claveles y Angola conquista la independencia, pero empieza una guerra civil sangrienta. Asustada por la ausencia de su hermana y su cuñado, Ludovica quita la puerta y levanta una pared. Se encierra, definitivamente, sin pensar como será el mañana. Sin saber si habrá mañana.
“Teoría general del olvido” cuenta la historia de Ludovica, Ludo, que vivió enclaustrada durante 28 años. La novela habla, con poesía y mucha imaginación, del miedo, de la vergüenza, de la humillación, pero también de la historia de un país, y de cómo esa realidad se filtra por más paredes que se levantan. Y lo que hace además, entre tanto encierro, es abrir una rendija a la esperanza, aunque haya crudeza y dolor.
“Siento miedo de lo que está más allá de las ventanas, del aire que entra a chorros y de los ruidos que trae (…). Soy extranjera a todo, como un ave caída en la corriente de un río”, escribe Ludovica en su bitácora de atrincheramiento; escribe en realidad Agualusa, con una prosa que es pura poesía.
El mundo que crea Agualusa en esas paredes que encierran a Ludovica es tan mágico como posible. El modo en que Ludo se las ingenia para sobrevivir; los recursos que se inventa; la poesía que va escribiendo en las paredes del lujoso departamento cuando se le acaba el papel; los sonidos que escucha desde las ventanas; las descripciones que hace del mundo exterior que no ve pero presiente, hacen de este libro un tesoro.
“Los días se deslizan como si fueran líquidos –anota Ludovica–. No tengo más cuadernos donde escribir. Tampoco tengo más bolígrafos. Escribo en las paredes, con pedazos de carbón, versos sucintos. Ahorro en la comida, en el agua, en el fuego y en los adjetivos”.
Más allá de los muros hay un mundo en ebullición. En las casi tres décadas que Ludo permanece encerrada, Angola vive el cielo y el infierno: la ilusión de la liberación; la irrupción del capitalismo; la corrupción; la codicia; la venganza. Inevitablemente, pequeños retazos de ese mundo, ingresan a la casa. A veces la alteran, pero la mayoría de las veces, la mantienen viva.
Es inevitable sentirse angustiado por la soledad, el miedo y el encierro de Ludo.
Mes a mes, va consumiendo lo que hay la despensa, cultiva verduras en la terraza, desde donde puede ver un edificio lindero, parte de la ciudad y el mar, y escuchar corridas, camionetas, marchas, fogonazos.
Ludo educa al perro en la escasez, adopta un mono entrometido, se las ingenia para pasar el invierno abrigada, y sobre todo lee mucho y llena cuadernos con pensamientos y percepciones. Su mundo se expande cuando lee; su mundo se apaga cuando empiezan a faltarle lecturas.
La novela de Agualusa parece tener influencias del realismo mágico y también algo -o mucho- de borgeano. En una entrevista que dio Agualusa en su visita a la Argentina, él mismo habló del tema: “la literatura latinoamericana fue fundamental en mi formación: (Gabriel) García Márquez y mucho (Jorge Luis) Borges, más Borges que García Márquez. Me gusta Tomás Eloy Martínez porque en Santa Evita hay una proximidad con lo que pasó en Angola con el cadáver del primer presidente, António Agostinho Neto, que fue momificado. Durante años tenía dos médicos soviéticos que cuidaban la preservación del cadáver”.
De su veneración a Borges surgió otra de las novelas que se consiguen en el país, “El vendedor de pasados”, en la que Agualusa vuelve sobre la historia reciente de su país con una propuesta brillante: narrada por un geco, cuenta la vida de un personaje que se dedica a falsificar documentos para nuevos ricos que quieren simular un pasado aristocrático.
“El geco es Borges. No se dice en la novela, pero si prestas atención a la biografía del geco, te das cuenta de que es la biografía de Borges. Ha renacido en Angola en esta nueva forma. Esta novela es un homenaje a Borges, una novela sobre la fragilidad de la memoria y la reconstrucción de la identidad”, explicó el escritor.
Agualusa no figura en la lista de best sellers. Pero hay que anotar su nombre.Y tenerlo presente.
Comentarios