“¡Qué torpedo, hermano!”: pescó una trucha marrón de seis kilos en el Limay Medio
Una gran trucha marrón en Piedra del Águila, al norte de la Patagonia. Ocurrió ayer, domingo, en un día nublado, ventoso e inolvidable. El relato de Matías Fernández Carro y las diferencias con pescar carpas.
Ayer por la mañana, el guía de pesca Matías Fernández Carro y su amigo Gustavo fueron por la trucha gigante con la que sueñan todos los pescadores. Al principio, probaron suerte desde el puente de Pichi Picún Leufú en el Limay Medio, cerca de Piedra del Águila, pero no pasó nada, así que al mediodía decidieron caminar unos 600 metros río abajo. Instalados en la orilla, primero le picó un buena a Gustavo, pero se le soltó. Era un domingo nublado al norte de la Patagonia, en este paraíso a unos 230 km del Alto valle donde el río corre con Neuquén de un lado y Río Negro del otro. El viento corría a entre 35 y 40 km/h y los continuos cambios de dirección los complicaban. «Pero la pesca no es matemática, viste cómo es», dice Matías para explicar lo que siguió, porque tiró a unos 20 metros con una caña 7, línea de hundimiento y una mosca a la que llama La Patuda que adaptó para que baje rápido al encuentro de la trucha. Fue lo que sucedió: advirtió enseguida que el pique era de los buenos.
-«¡Truchón!», gritó. Y la sonrisa se le dibujó en la cara.
Una pelea corta
«Al cuarto tiro, pum! me picó este torpedo y enseguida sentí la adrenalina. La pelea fue cortita, no quería que fuera larga para que pudiera sobrevivir», relata. Se metió apenas unos centímetros al agua porque el veril de unos tres metros de profundidad está muy cerca y la correntada era fuerte. En unos tres minutos logró traerla a la costa. «¡Mirá lo que es este dinosaurio!», exclamó.
Después le sacó la mosca y la sostuvo con la mano derecha. «Recuperate así volvés a tu casa», dijo antes de soltarla. La trucha marrón volvió rápido a su hábitat.
La diferencia entre pescar truchas y carpas
Matías es de los que también disfrutan de pescar carpas, lo que no ocurre con la mayoría de los pescadores que detestan que hayan avanzado y ocupado tanto espacio en los ríos Limay Inferior, Neuquén y Negro al norte de la Patagonia. En cambio, ante lo inevitable, él propone verlas como una opción atractiva. Y por eso puede comparar.
«El pescador clásico sueña con su trucha gigante. La carpa es una opción de cantidad. Un buen pique de trucha es uno en todo el día. Con la carpa tenes varios todos los días. Para mi criterio es lo mismo, pero no todo el mundo piensa igual, por el tabú con las carpas, pero hay de entre 7 y 9 kilos y la pelea que dan es magistral. Se pescan en lugares distintos: las marrones grandes en la correntada, a ciegas, por lectura de agua. Las carpas ‘cazando’ a pez visto», relata desde la orilla.
¿Y cuánto pesó la trucha que pescó ayer? «Yo creo que entre cinco y seis kilos, incluso algo más de seis. Fue, lejos, lo mejor en lo que va de la temporada», cuenta ahora, en la mañana de un lunes soleado en el Limay Medio. Con Gustavo volvieron a la carga. «Hay muy poca gente, está buenísimo para venir», comenta antes de despedirse para volver a tirar.
Cómo llegar a esta zona de pesca en el Limay Medio
«Llegás por la ruta nacional 237. Unos 15 km antes de Piedra del Águila hay un cartel grande que marca el camino hacia la represa Pichí Picún Leufú. Son unos seis km de camino de ripio para llegar al puente, que es una zona libre y gratuita para pescar, con exclusividad de pesca con mosca. Desde Neuquén capital son unos 230 km», señala Matías.
Ayer por la mañana, el guía de pesca Matías Fernández Carro y su amigo Gustavo fueron por la trucha gigante con la que sueñan todos los pescadores. Al principio, probaron suerte desde el puente de Pichi Picún Leufú en el Limay Medio, cerca de Piedra del Águila, pero no pasó nada, así que al mediodía decidieron caminar unos 600 metros río abajo. Instalados en la orilla, primero le picó un buena a Gustavo, pero se le soltó. Era un domingo nublado al norte de la Patagonia, en este paraíso a unos 230 km del Alto valle donde el río corre con Neuquén de un lado y Río Negro del otro. El viento corría a entre 35 y 40 km/h y los continuos cambios de dirección los complicaban. "Pero la pesca no es matemática, viste cómo es", dice Matías para explicar lo que siguió, porque tiró a unos 20 metros con una caña 7, línea de hundimiento y una mosca a la que llama La Patuda que adaptó para que baje rápido al encuentro de la trucha. Fue lo que sucedió: advirtió enseguida que el pique era de los buenos.
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