El Estado mantiene mansiones en Bariloche para jefes militares

Los comandantes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea disponen de amplias y lujosas viviendas en el Oeste de la ciudad.

Las mansiones que los jefes de las tres fuerzas armadas argentinas tienen a su disposición en Bariloche pasan inadvertidas o quedan ocultas detrás de largos y frondosos bosques, pero le insumen al Estado un costo permanente del que nada se sabe porque en torno de esa información hay un muro tan inexpugnable como las tranqueras de las propiedades.

En una de ellas, la Residencia Quinchahuala, la historia se detuvo porque en esta propiedad del Estado Mayor del Ejército Perón y Evita pasaron más de una semana en 1951. Eran tiempos de sueños nucleares y en esa hendija entraron los embelecos del científico austríaco Ronald Richter.

Las propiedades se reparten en el Oeste, la zona más turística de Bariloche, sobre la avenida Bustillo.

No tienen custodia a la vista y en una de ellas el paso es franco desde la calle. Suelen estar cerradas y cuentan con personal de mantenimiento e intendencia de manera permanente.

RÍO NEGRO intentó que se otorgara un permiso para recorrer esas casonas, pero el carácter de residencia exclusiva de jefes militares lo impidió.

Quinchahuala está en el kilómetro 6,7 de la avenida Bustillo. “Fue proyectado y construido por la Sociedad de Enrique Lunde con el ingeniero Napoleón Beveraggi para William Hirst. Posteriormente fue vendido al Ministerio de Guerra para presidentes y altos jefes de Estado”, explica el siempre apasionante Archivo Visual Patagónico.

Quinchahuala es la residencia del Ejército. Foto: Chino Leiva

Su uso le corresponde al general de División Guillermo Olegario Gonzalo Pereda, jefe del Estado Mayor del Ejército. La casona da al lago, con una vista privilegiada de la isla Huemul.

Así lucía hace medio siglo la residencia Quinchahuala. Foto: Archivo Visual Patagónico.

La residencia Pichi Mahuida pertenece al Estado Mayor de la Armada. Desde el kilómetro 14,8 de la avenida Bustillo no se adivina que detrás de un bosque que oscurece el más soleado de los días está la mansión de la que el almirante Julio Horacio Guardia y los oficiales superiores de la Marina pueden disponer, con costa propia en el lago Nahuel Huapi.

Esta propiedad fue originalmente de Horacio Anasagasti, un ingeniero y empresario porteño que murió en Bariloche en 1932. Como sus amigos Aarón Anchorena en la isla Victoria y Carlos Ortiz Basualdo en la península Huemul, Anasagasti formó parte de la generación del creador del Bariloche moderno, Exequiel Bustillo.

Pichi Mahuida, en el kilómetro 14,8 de Bustillo, no se ve desde la ruta. Foto: Chino Leiva

Más cerca del centro, a sólo unos pasos de la calle Boock, la residencia Achalay es la única de las tres que no da al lago. Con una vista privilegiada y una decoración interior calidad y elegante (que se adivina desde el exterior cuando las persianas están en alto), sus comodidades las disfruta el jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, el brigadier mayor Xavier Julián Isaac. Un camino de cemento simple pero cuidado lleva hasta lo alto de una lomada, a través de una tranquera que nunca se cierra, aunque las ventanas estén cubiertas.

Achalay fue construida por la familia Nantes y hay registros en el Archivo Visual Patagónico de 1950.

El día que Perón y Evita salieron al balcón del Centro Cívico

La foto, la única foto que se conoce de la semana que el entonces presidente Juan Domingo Perón y su esposa Eva pasaron en Bariloche, es todo un resumen de su tiempo. Hacía una década que el Centro Cívico se había inaugurado, bajo el gobierno conservador, y el líder pudo poner en práctica allí su clásica salida al balcón.

Perón y Evita en 1951 saludan en el balcón del despacho del intendente, en el Centro Cívico. Foto: Archivo Visual Patagónico.

Con Perón y Evita están en la foto el intendente Giordano Andrigo y el gobernador del territorio nacional de Río Negro, Emilio Berenguer. Un sacerdote, Enrique Monteverde, corona la imagen del poder local.

Habían llegado en el mítico Tren Blanco para tomar un descanso (ella estaba anémica y en pocos meses se conocería el diagnóstico de cáncer) y de paso Perón supervisaría las obras que el Ejército realizaba en la isla Huemul, donde Ronald Richter le prometía dominar la energía nuclear.

Al año siguiente, Eva moriría. Los engaños de Richter durarían no mucho más, aunque sirvieron de base para que José Antonio Balseiro fundara lo que hoy es la Comisión Nacional de Energía Atómica y el instituto académico que lleva su apellido.


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