Los 150 años del Martín Fierro

Armando Mario Márquez

* Integrante de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén. Presidente del Centro de Estudios Constitucionales del Comahue

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«Por asimilación, si no por la cuna, soy hijo de gaucho, hermano de gaucho, y he sido gaucho. He vivido años en campamentos, en los desiertos y en los bosques, viéndolos padecer, pelear y morir; abnegados, sufridos, humildes, desinteresados y heroicos» José Hernández, 1881

Corría el año de 1872 y José Hernández nos entregaba la que sería la obra más conocida y reconocida de nuestra literatura nacional, el “Martín Fierro” -me he permitido agregar el artículo determinado delante del título, honrando así la terminología popular con que se lo denomina-.

¡Quién no lo conoce!, seguramente la mayoría de nosotros lo ha leido sobre aquellos pupitres de nuestra escuela primaria y secundaria, cuando era material de lectura obligatoria en ambos estamentos de la enseñanza pública.

Por otra parte, ¿quién, al leer el titulado, no trajo a su memoria sus versos iniciales o algunos otros de su letra o, tan siquiera, las múltiples metáforas y consejos que contiene, todos ellos cargados de infinita verdad y sabiduría?

Agregaría: muchas de ellas tan ínsitas en nuestro hablar cotidiano, como, por ejemplo “padre que da consejos, más que padre es un amigo”, o “los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera”, de entre los consejos, y “al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen”, o “el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo”, de entre las metáforas que contiene el texto. Numerosas en ambos casos.

Es, precisamente, que hallamos la razón de su éxito y perennidad, en la indudable incorporación que hace nuestra sociedad de sus partes y las torna propias de su lenguaje cotidiano.

Narra, por fin, las vicisitudes de la vida del gaucho, personaje marginalizado por la sociedad de ese entonces, como bien lo señala su autor en la frase que encabeza estas líneas.

Lo hace con un estilo muy propio, con un lenguaje identificado con la realidad que desea presentar, expuesta en narrativa poética, con versos de seis líneas en destacada y armoniosa rima; está compuesto por trece capítulos, denominados cantos.

Siete años más tarde José Hernández, en 1879, nos haría entrega de “La vuelta de Martín Fierro”, por lo que, de antaño, se los conocía a ambas partes como la “Ida” y la “Vuelta”, ya que hay plena identidad y complementación entre ambas obras.

Recordémosla, así, en este sesquicentenario de su aparición, rememorando su verso final: “Pero ponga su esperanza en el dios que lo formó; Y aquí me despido yo, que he relatao a mi modo males que conocen todos, pero que naides contó”.

* Presidente de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén. Presidente del Centro de Estudios Constitucionales del Comahue


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"Por asimilación, si no por la cuna, soy hijo de gaucho, hermano de gaucho, y he sido gaucho. He vivido años en campamentos, en los desiertos y en los bosques, viéndolos padecer, pelear y morir; abnegados, sufridos, humildes, desinteresados y heroicos" José Hernández, 1881

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