Una transición que se adaptó al cambio
PANORAMA POLÍTICO DE NEUQUÉN
El debate interno en el partido político predominante de la provincia de Neuquén tiene como un deja vu, una reminiscencia a tres décadas atrás cuando se asistió a un momento político que marcó una transición: la madre de las internas entre los amarillos y los blancos.
Hubo un protagonismo particular de cultura política con intelectuales como Osvaldo Pellín con su fundación Confluencia con una tendencia al debate de los temas vinculados al desarrollo social y económico y Luis Sapag que entendía al MPN en forma dialéctica desde la célula de la seccional hasta el líder real (su padre) o formal.
Con más desarrollo de las formas de comunicación y de llegada en forma masiva, hay un momento político diferenciado con despliegue potenciado para mostrar formas y fondos en el partido provincial. Obvio que todos quieren ser una maquinaria electoral para ganar la elección y poder recibir “la billetera” que oficia como bastón de mando.
A Guillermo Pereyra, líder de la lista Azul y Blanca, le hubiera gustado que el presidente de la Junta de Gobierno del MPN, y líder formal de la lista Azul, (el líder real es Jorge Sapag) lo hubiese invitado a participar del gobierno. Casi el mismo argumento que dejó trascender Rolando Figueroa cuando entendió que el poder en el partido no se comparte, aunque siempre hay una esperanza.
¿Qué significa compartir el poder? Acceder a una determinada cantidad de cargos políticos que permitan, luego, tener cierta actividad de apoyo al momento de construir candidaturas. Claro que no cualquier cargo.
Jorge Sapag mantuvo un equilibrio en su gobierno inclusive cuando dos ministros mostraban sus diferencias a campo traviesa. Uno estaba con quienes habían tomado un terreno como una forma de identificación social y el otro estaba con la fuerza policial dispuesta a reprimir. Para analistas ideológicos, era la izquierda y la derecha en un mismo envase.
Tanto Guillermo Pereyra como Rolando Figueroa pusieron en marcha una estrategia para convocar a opinar sobre el Estado neuquino a otros sectores.
En la gestión pandémica de Gutiérrez, se puso por encima los reales problemas que significó para un Estado un freno de mano en forma abrupta y se dejó bajo la alfombra los que no merecían atención urgente. Como es una conducción personalista, no hubo “atención en dos mostradores a la vez, sólo en uno y ahí estaba Omar, vacunando, cobrando, pagando, vendiendo, y limpiaba los vidrios cuando llovía”.
La definición de un analista dibuja una forma de “llevar las riendas” cuando había muchos que no apostaron ni al color cuando se dijo no va más y había que gobernar.
Después de las PASO, la gestión bajó el tono tecnocrático que se había tatuado como una marca y le dio lugar a un tono más político. Eso visto desde afuera.
Desde adentro fue como haber probado carne de chivo que comió neneo. Fue difícil de digerir el hecho de que quienes habían perdido en la interna fueron premiados con cargos. Ni noticias de “compartir” el poder con quienes tuvieron gestos de acompañamiento.
Pereyra, tal vez, enfocado en la “renovación generacional” del sindicato petrolero no fue de la partida en la interna. Algunos dicen que alentó a Figueroa pero si así fue lo hizo muy en las sombras, porque en la superficie le dio una palmadita en la espalda cuando el diputado nacional le ofreció pelea a Darío Martínez, pero luego apoyó la ley que redactó Ariel Kogan con el artículo 90 incluido. El exconcejal resaltó ese apoyo pese a que en política desaconsejan meterse en peleas ajenas.
Sigue siendo motivo de inquietud interna en el MPN la ausencia de gestos de autocrítica y consulta sobre cómo aprovechar el veranito de las regalías.
Como dicen que la política es una actividad permanente pero temporalmente diferenciada. Tanto Pereyra como Figueroa pusieron en marcha una estrategia de apertura -para demostrar que Sapag-Gutiérrez no lo son- como los gremios estatales o sectores de la economía extrapetrolera.
En ese despliegue está en análisis el deja vu de cómo se sostiene el keynesiasmo permanente del Estado neuquino, en un momento político bastante similar al del 91 sin Pellín ni Luis Sapag.
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