«Así descubrí la tumba secreta de Priebke»
Un periodista italiano rememora en estos días detalles de cómo se decidió y llevó a cabo en 2013 el traslado del cuerpo del exjerarca nazi a un desolado cementerio de una cárcel militar italiana. Ahora yace en "una tierra prisionera donde en alguna medida continuará a purgar su pena".
El secreto sobre el lugar exacto donde se encuentran los restos de Erich Priebke se mantiene firme. Sólo se sabe que están en un desolado cementerio de una prisión militar en Italia. Pero días atrás, el periodista que reveló ese destino a poco de la muerte del ex jerarca nazi, contó cómo se resolvió e hizo el traslado en medio de fuertes disputas políticas y temores.
El periodista es Ezio Mauro, quien fue director del diario La Repubblica desde 1996 hasta 2016. Vivió momentos decisivos: los dos juicios a Priebke en Roma, al primero de los cuales asistió RÍO NEGRO.
El trágico check-in de amable apariencia
Ítalo Pisani, enviado de este diario, fue el único que logró entrevistar al criminal nazi en la cárcel militar de Forte Boccea en Roma. De él obtuvo la revelación para el mundo de que Priebke escapó en 1948 a la Argentina ayudado por la Iglesia; en particular, por el austríaco Alois Hudal, poderoso funcionario que mantenía vínculos estrechos con el papa Pío XII (Eugenio Pacelli). Una confirmación de que existió la llamada “Ruta de los monasterios” o “de las ratas”.
Priebke, quien vivió en Bariloche durante 40 años -sin cambiar su nombre- como activo ciudadano y con fuertes vínculos sociales desde la asociación germánica, participó en 1944 de la masacre de las Fosas Ardeatinas en Italia, durante la Segunda Guerra Mundial en la que mataron a 335 civiles. Hasta su fallecimiento, no mostró arrepentimiento.
El descubrimiento del criminal de guerra en Bariloche lo hizo la cadena televisiva norteamericana ABC, que lo cazó de la forma más heterodoxa: con un micrófono y una cámara. Siguió la pista del libro “El pintor de la Suiza argentina”, de Esteban Buch, ex periodista de RÍO NEGRO en la agencia Bariloche y actual profesor e investigador de las artes en Francia.
Los detalles
A continuación, el relato del periodista Ezio Mauro, titulado: “Así descubrí la tumba secreta del jerarca nazi Priebke”, publicado en La Repubblica:
“Era el 7 de noviembre de 2013, cuando nos llegó un caso que estaba transformándose en un escándalo.
Erich Priebke había muerto el 11 de octubre. Capitán nazi, había llegado a los 100 años sin jamás arrepentirse de las acciones del nacismo en Italia. Colaborador de (Herbert) Kappler, tenía la contabilidad macabra de los asesinatos de las Fosas Ardeatinas, cuando para vengarse del atentado de Vía Rasella, los nazis mataron a 10 italianos por cada un alemán muerto.
El cadáver de Priebke estaba en un hangar del aeropuerto militar de Pratica di Mare, a 35 kilómetros de Roma.
No se sabía qué hacer con su cuerpo. Nadie lo quería. La Iglesia había prohibido funerales religiosos, la confraternidad lefrebviana de Albano Lazziale (municipio de Véneto) había pensado de organizar las exequias, pero solo hubo tiempo para una bendición veloz del cuerpo, en medio de saludos romanos fascistas y la protesta de los antifascistas. La Comuna de Roma no quería aceptar los funerales. Alemania y Argentina -donde había residido muchos años Priebke antes de ser arrestado, no aceptaban el regreso del cadáver. Los cementerios alemanes no estaban disponibles, y por reglamento podían abrirse solo a los muertos en guerra. Al mismo tiempo había que evitar que el cuerpo de Priebke, su irreductibilidad nazista, su negación a pedir perdón, transformaran la tumba de Priebke en un santuario nazi o recibiera ultrajes de parte de los adversarios.
El Estado democrático tenía el deber de asegurar funerales dignos a su enemigo. Se formó un Comité de Crisis compuesto por tres personas. Razonan y toman una resolución partiendo del estado jurídico de Priebke. Era un soldado, pero los cementerios militares no se abren para él; era sin embargo un detenido: esa puede ser la solución. Sepultándolo en un cementerio de una cárcel, encontrarán un pedazo de tierra sobre suelo italiano, pero esa será una tierra prisionera donde en alguna medida continuará a purgar su pena.
Se emana una orden de extrema seguridad: se aplica el secreto de Estado de tercer grado. Nadie tiene que saber lo que ocurre. Estas medidas, con el consentimiento de los hijos de Priebke, determinan un procedimiento de urgencia que evitara pedir permisos e involucrar a las comunidades locales. Solo el alcalde de Roma fue involucrado y vinculado al secreto.
Una Station Wagon (vehículo familiar) entra a las 3.35 de la madrugada en la cárcel Pratica di Mare, en medio de la noche entre un sábado y un domingo, a finales de octubre. Cuando sale, es un carro fúnebre; a bordo estaba el ataúd de Priebke debajo de una frazada. Hay un largo trayecto y luego hay dos trasbordos. Al final del atardecer del domingo, la Station Wagon entra en la cárcel seleccionada, pasa delante de la última bandera italiana. Los dos suboficiales que hicieron el viaje con el ataúd cavan con pala y pico en el cementerio. El cementerio es desolado, incultivado, no hay sepulturas desde hace 20 o 30 años. Finalmente, después de una hora, la tumba está lista y el ataúd de Priebke encuentra su sepultura.
Desde Roma, los dos suboficiales llevaron una cruz de madera donde no hay nombre, no hay una fecha, hay sólo un número. Ese número fue inscripto en una hoja dentro de un sobre conservado en una caja fuerte de Roma para ser consignado al hijo que venía de Nueva York para autorizar a visitar al padre.
Así Priebke encontró sepultura en el cementerio de una cárcel italiana, donde llegó a terminar la historia del 900, una historia que no se resigna a terminar.
La democracia se hace fuerte, reivindicando sus derechos y ejercitándolos, respetado sus deberes. En el caso de Priebke fue hecho”.
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