La obsesión por el pasado: remakes por todos lados
Entre bombos y platillos, Netflix lanzó una nueva remake (la segunda) de la serie juvenil “Rebelde”. Sin embargo, la práctica de volver a hacer series que fueron icónicas en su momento es cada vez más habitual. A qué se debe y cuáles son los inconvenientes.
En los últimos años se ha vuelto casi una moda revivir productos televisivos y cinematográficos. Remakes, reboots, secuelas y precuelas han sido prioridad para la industria que desde la nostalgia busca vender productos que fueron un éxito en el pasado: Cobra Kai, Saved by the Bell, Bel-Air, Gossip Girl, How I Met your Father, And Just Like That, Dexter, Scream, Dune, The Matrix Resurrections. La lista es larga.
En vez de pensar nuevas historias y/o diseñar un nuevo presente y futuro, este fenómeno cultural enfoca su mirada en el pasado, buscando traerlo de vuelta para reinterpretarlo. El video presentado por Vogue el pasado diciembre donde se ve a Bad Bunny cantando la Macarena acompañado de modelos vestidas con piezas de ropa inspiradas en el Y2K, forma parte de este fenómeno global en el que se inscribe también el reciente estreno de la serie Rebelde.
Y aunque para el público milennial este fenómeno resulta emocionante por todas las historias que vuelven, tenemos que preguntarnos: ¿A dónde nos va a llevar tanta nostalgia? ¿Para qué tanto pasado si lo que necesitamos es reinventar el futuro?
La serie, que se estrenó en Netflix el 5 de enero, es una secuela de una adaptación. ¿Cómo es esto? Básicamente, es la continuación de aquella serie mexicana producida por Televisa en 2004, “Rebelde”; que a su vez era una remake de la telenovela argentina Rebelde Way (2002), creada por Cris Morena. La historia (que en nuestro país tenía como protagonistas a Felipe Colombo, Luisana Lopilato, Benjamín Rojas y Camila Bordonaba) era un intento por hablar acerca de la rebeldía adolescente a partir de un grupo de jóvenes, la mayoría privilegiados, que asisten a un colegio privado y supuestamente de gran estándar educativo llamado Elite Way School.
Ambas Rebelde, tanto la argentina como la mexicana, tuvieron un éxito impresionante en sus países. En ambos casos, además, se desprendió un grupo musical por fuera de la serie (aunque con implicancia en la historia) que vendió millones de discos y realizó giras por cuanto país se les ocurra. Es más: a día de hoy, Spotify tiene las canciones de Erreway (Argentina) y RBD (México), y entre ambas cuentan con casi 5 millones de oyentes mensuales, aún años después de su disolución. No es de extrañar entonces que con todo ese pasado y números a las espaldas se haya tomado la decisión de revivir la historia. El pasado y la nostalgia venden y los espectadores devoran todo tipo de contenido salido de ahí aún cuando rara vez cumpla con las expectativas prometidas por el recuerdo.
Sin embargo, desde su estreno en Netflix, la serie no ha logrado escapar de las comparativas inminentes desde las cuáles se le ha criticado negativamente en relación a las telenovelas de antaño. Este es uno de los inconvenientes de tener la mirada puesta en el pasado con nostalgia, porque si bien Rebelde nace como evocación del pasado, no es realmente el pasado. Resulta fácil para las ahora viejas generaciones confundirse y creer que todos estos remakes, reboots, precuelas y secuelas son hechos especialmente para ellos y desde ahí criticar, olvidando que en realidad estos productos se crean para enganchar a las nuevas generaciones.
El problema de habitar la añoranza del pasado, como dijera el filósofo Mark Fisher en su libro Los fantasmas de mi vida, es la incapacidad de salir de él. El presente se ha vuelto un lugar donde continuamente emergen los fantasmas del pasado y, al igual que en la película Groundhog Day, estamos atrapados en un loop que para la creatividad y el arte resulta nocivo. La añoranza del pasado es un autoengaño que nos lleva a ver la misma historia remixeada una y otra vez, bajo la falsa ilusión de que encontraremos algo mejor -o por lo menos similar- a eso que se escapó de nuestras manos.
Un dato que suma al análisis: esta realidad no aplica únicamente para las series o películas que vemos en streaming. Si nos movemos para el ámbito de la TV, Telefé y El Trece son dos casos icónicos si de apuestas por el pasado hablamos. En el canal de las pelotitas, parecen haber encontrado una fórmula desde el comienzo de la pandemia con la alternancia de ciclos como Masterchef / Bake Off / La Voz Argentina, todos programas de años anteriores que retornan cada varios meses apelando a la diversión que el público ya supo tener.
En El Trece, por su parte, está el caso de Showmatch, un ciclo que en los últimos años ha caído en cuanto a rating y, cada vez que intenta recuperarse, apuesta por formatos viejos como los del clásico Videomatch de los 90’, con humor con políticos, por ejemplo. Y bien lo aclararon algunos protagonistas en los últimos meses: el contexto ya no es el mismo, y no se puede confiar en que la gente va a brindarle la misma recepción a un producto solo porque tiene similitudes con algo que supo hacerlo divertir.
Sin ir más lejos, durante la pandemia ambas señales decidieron repetir algunas de sus novelas más exitosas, consiguiendo números aceptables en tiempos que la televisión no atraviesa su mejor momento.
No es que las remakes sean necesariamente malas series o películas, o que no sean tan buenas como las originales (suponiendo que, efectivamente, son tan buenas como se recuerdan y no es simplemente un efecto nostálgico). Es solo que no se puede olvidar el pasado, ni dejar de recordarlo mejor de lo que fue.
Necesitamos crear nuevos relatos sobre el presente y el futuro aun cuando el pasado nos esté diciendo permanentemente que lo salvemos del olvido. La nostalgia vende pero corremos el peligro de agotar el pasado, de no poder salir de ahí. Necesitamos olvidar e innovar para salir de este loop temporal. Aceptar que por más productos que intentemos recrear del pasado, ninguno va a cumplir enteramente nuestras expectativas.
Los motivos del retorno de Rebelde
¿Por qué reapareció Rebelde? En principio, porque además del éxito que tuvo la adaptación mexicana, Netflix Latinoamérica decidió sumar a su catálogo a Rebelde Way en los últimos meses. Y quizás de forma inesperada, tuvo un éxito enorme: aún hoy, tiempo después, es de las 10 series más vistas en Argentina.
Respecto a la secuela que estrenó de “Rebelde”, la intención no es recrear la historia original ni presentarnos a los mismos personajes del pasado en una versión actual. Más bien se trata de una historia que, mientras rinde tributo a la telenovela de 2004 y a RBD, va creando la suya propia. El pasado importa, sin embargo, para generar contexto, nostalgia y un camino a seguir, pues la nueva generación sabe de la existencia de la pasada.
Dentro de la historia los personajes reconocen el impacto que los integrantes de RBD tuvieron como alumnos del Elite Way School y por eso están ahí, para ver si también pueden triunfar. Una duda compartida con el espectador nostálgico que asiste para juzgar y comparar con el producto original.
A diferencia de muchas otras series y películas traídas del pasado, en Rebelde es notorio el especial cuidado que le dan a elementos que fueran importantes en la telenovela con relación a la cultura popular, para trabajarlos ahora con mayor precisión. Por ejemplo, la música y el vestuario. Hay una planeación de géneros musicales y posicionamientos estéticos que permiten a su vez reclamar que se trata de un nuevo producto que, a diferencia del original, habla principalmente a la generación Z.
Por lo pronto, Netflix ya tiene garantizada una segunda temporada, que fue anunciada apenas cuatro días después del estreno. Hay un camino ya marcado…
Por Fernando Bustos Gorozpe (The Washington Post) / Redacción.-
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