¿De qué tipo de educación estamos hablando?

Redacción

Por Redacción

APdeBA * y SPPA**

Nuestros orígenes ligados en gran parte a la colonización y atravesados por el capitalismo liberal interpelan a la cultura latinoamericana en toda su extensión. Solíamos reproducir en Educación modelos eurocéntricos, con énfasis en la lógica meritocrática. Esto enmascaró las grandes desigualdades y las diferencias, que se fueron profundizando a lo largo de la historia de nuestros países.


Pensar en la educación, a partir de la actualidad y la contribución de pensadores como Paulo Freire ( pedagogo y filósofo brasileño), nos ubica desde otra perspectiva. Freire inaugura la idea de una educación para el pueblo, que significa una resistencia a la dominación cultural establecida. Propone un ejercicio de libertad, ciudadanía y creación de un espacio de experiencia mutua, donde las partes no son neutrales, sino que están profundamente comprometidas.


Adherimos a esta forma de pensar la Educación como un acto político de compromiso con el mundo, el otro, y con uno mismo, porque genera transformaciones radicales. Entre estas transformaciones está la de considerar que la educación no se limita a la transmisión de conocimientos, sino que es fundamentalmente productora de subjetividad.
La educación implica un trabajo de construcción de vínculos, de redes, así como un trabajo de deconstrucción y rupturas con antiguos paradigmas


Durante mucho tiempo se sostuvieron principios que consideramos ajenos al conocimiento que hoy tenemos sobre cómo se promueve la construcción de una subjetividad saludable. Uno de los principios para ese desarrollo es que se respete la genuina emocionalidad del sujeto.


En caso contrario se promueven como diría el psicoanalista Sandor Ferenczi “muchos sufrimientos psíquicos inútiles…la personalidad de algunos de nosotros ha resultado (bajo los principios educativos tradicionales) incapaz de disfrutar sin inhibición de los placeres naturales de la vida”. (Ferenczi,1908)


La educación como instrumento para la inserción en la cultura y en la sociedad puede proponer un camino de apertura para la emocionalidad y su transformación. En tal caso se orienta a prevenir una ceguera emocional introspectiva que resulta de una educación que se apoya en la represión de las emociones. Esa pedagogía represiva al docente, padre o cualquier adulto que educa y cuida, lo rigidiza en el cumplimiento de normas y le quita empatía para el contacto intersubjetivo. En este sentido obliga al niño a mentirse a sí mismo, a negar lo que sabe, lo que piensa y lo que siente con el consiguiente sufrimiento.


Los seres en desarrollo tienden a identificarse con aquellos que los educan, tomándolos como modelo a seguir. Se puede producir en los contextos arriba referidos, un circuito de identificaciones tóxicas que perpetúan la pedagogía de la opresión.


En estos planteos coincidimos con Paulo Freire, quien dice: “Cuando la educación no es liberadora, el sueño del oprimido es ser el opresor”.

Proponemos una pedagogía que no niegue los afectos, que permita su expresión y elaboración y para lograrlo se precisa de la colaboración de toda la sociedad, porque la sociedad entera educa: educa la calle, el club, educan los grafittis, educan los políticos, los medios de comunicación, las redes sociales, educamos todos.


Cuando las emociones no se tienen en cuenta el ser humano, en un intento de evitar el sufrimiento, puede caer en comportamientos violentos, habitualmente llamados transgresores, y que en nuestra manera de verlos son expresiones saludables de la lucha entre la adaptación a la lógica del adulto organizador del contexto y la genuina emocionalidad de su sí mismo. O seas cuando no se cuenta con un adulto que comprenda y contenga la agresividad saludable y útil para afrontar situaciones adversas o conflictivas, el ser humano incurre en comportamientos violentos a los que se les niega un sentido y contexto.


Para esta tarea hace falta que el adulto educador se ocupe de sí mismo y de su propia interioridad, teniendo en cuenta el impacto de su comportamiento en los otros. Trabajar así genera confort diluyendo el malestar que provoca la negación de los sentimientos y la represión de las ideas y hace amigable el día a día de la convivencia.
Los educadores constituyen un grupo imprescindible para colaborar con el desarrollo humano y si disfrutan de su tarea pueden dejar un legado de amor al conocimiento y a la vida.


Como psicoanalistas implicados en la comunidad, donde todo educa, llevamos adelante estos principios que representan poner en práctica los derechos humanos. Parafraseando a Paulo Freire: “la educación no trasforma el mundo, la educación cambia a las personas que cambiarán el mundo”.

Freire y Ferenczi


Tanto Freire como Ferenczi han tenido el mérito de ser pensadores sensibles y honestos en su posicionamiento para mirar la realidad y percibir el dolor de las personas que no eran incluidas y pensadas por la sociedad. Ambos divulgaron sus ideas y trabajaron a favor del cambio que esas ideas proponían.


Afortunadamente existen en nuestra historia bellas personas que hacen aportes transformadores a las tradicionales maneras de ver y de pensar. Ferenczi en 1908 alertaba a sus colegas acerca de que podían evitarse sufrimientos inútiles en los niños si i la pedagogía cambiaba otorgando un lugar prínceps a la educación como facilitadora del desarrollo
Freire aporto una visión revolucionaria en su campo de trabajo al introducir la idea del respeto por el alumno y la idea de que se aprende en mutualidad


Docentes y psicoanalistas están entre los que pueden colaborar con el cambio en la Educación, promoviendo una mirada menos prejuiciosa respecto del otro. Por ejemplo donde la escuela veía déficits estos autores vieron diferencias de maneras de aprender contemplando la singularidad de cada uno.


Asimismo, hablaron de los efectos nocivos de juzgar a los que no se adaptaban a las formas tradicionales de enseñar, que concebían a los niños como si todos fuesen iguales. Negando a los niños su voz y su pensamiento que si queremos otra educación necesitamos escuchar.

Psicoanálisis y Comunidad de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires – ** Sociedad Psicoanalítica de Porto Alegre – Colaboradores: Santiago Carballo, Maria Elizabeth Cimenti, Joyce Goldstein, Alice Lewkowicz, Isabel Mansione, Luciana Aranha Secco y Diana Zac.


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