Las tormentas eléctricas y el riesgo de los “focos dormidos”
El fuego provocado por rayos puede quedar latente en las raíces o el tronco de un árbol hasta 19 días después. La recurrencia de tormentas eléctricas obliga a rediseñar estrategias de control.
La recurrencia de las tormentas eléctricas que se acentuó en los últimos años en la cordillera patagónica genera fuerte preocupación en los cuerpos de lucha contra incendios forestales, que ahora deben extremar la prevención más allá del “factor humano”, y que se ven obligados a lidiar también con un fenómeno que altera todavía más el escenario: el de los “focos dormidos”.
La experiencia reciente y también algunos casos anteriores (como el incendio que devastó los alrededores de Cholila) demuestran que el fuego provocado por rayos no siempre se declara de inmediato, sino que puede quedar latente en las raíces o el tronco de algún árbol, para comenzar a extenderse hasta tres semanas después.
Un incendio de esas características afectó esta semana al bosque municipal Llao Llao, una reserva natural de alto valor ecológico donde se quemó casi una hectárea de vegetación autóctona con predominio de coihues y cipreses.
Quedó comprobado que la “ignición” original se produjo con la tormenta eléctrica que afectó a Bariloche diez días antes, el 16 de diciembre. También hubo otra tormenta con abundancia de rayos el 7 de diciembre, que provocó los devastadores incendios de lago Martín/lago Steffen, a unos 70 kilómetros al sur de Bariloche, y el de Aluminé, en el oeste neuquino. Este último se declaró también varios días después, por una araucaria que había sido alcanzada por una descarga eléctrica y ardió largo tiempo antes de iniciar su expansión.
El parque Llao Llao es de jurisdicción municipal y los guardabosques que allí trabajan recibieron indicación específica de recorrer y vigilar con mucho detenimiento los sitios donde hay registro de caída de rayos, para asegurarse de que no queden “focos dormidos”.
La subsecretaria de Protección Civil, Patricia Díaz, dijo que “hay registros de hasta 19 días de retardo” entre la caída del rayo y la declaración franca de un incendio, “como ocurrió en Cholila”. Ese dato obliga a realizar una primera inspección de los lugares alcanzados por descargas eléctricas y luego repetir recorridas periódicas para prevenir posibles focos. El problema se presenta en lugares de difícil acceso, como pasó en lago Martin.
El titular del ente autárquico Llao Llao y delegado municipal de Lago Moreno, Claudio Otano, dijo que el rebrote del domingo pasado en un morrito aislado y sin sendas, ubicado en medio del parque, fue un caso sin antecedentes que obliga a planificar patrullajes permanentes.
“El riesgo que representan los fogones lo tenemos claro: hay mensajes, carteles y se previene en seguida. Pero esto que ocurrió con el rayo nos sorprendió a todos”, afirmó el funcionario.
Cambio de paradigma
La certeza sobre los incendios latentes obliga a modificar los protocolos de observación y rastreo. En general se ocupa personal preparado para detectar posibles sitios de “descarga con ignición”, según explicó el director del Sistema Nacional de Manejo del Fuego, Alberto Seufferheld.
Dijo que en la tormenta con abundantes rayos que afectó a toda la región el 7 de diciembre se produjeron 14 focos. “Las brigadas atendieron 12 rápidamente” y los dos que no fueron identificados a tiempo son los que terminaron por provocar grandes daños, en Lago Martín y en Aluminé. Este último comenzó su fase de expansión varios días después.
La nueva pesadilla para los equipos de lucha contra los incendios es la frecuencia cada vez mayor de las tormentas que incluyen descargas eléctricas.
Según quedó demostrado, puede ocurrir que la caída de un rayo encuentre material combustible e inicie un fuego imperceptible, luego continúe quemando de manera lenta, prácticamente sin humear, durante varios días, hasta que las condiciones de temperatura, viento y humedad contagian la combustión al material seco circundante y así se desata el incendio.
Esta secuencia impone un escenario distinto por completo a lo que suele ocurrir con incendios originados por hogueras mal apagadas o directamente por una acción intencional.
Otano dijo que la situación así planteada amerita explorar el uso de otras tecnologías como “detectores térmicos”, rastreos satelitales y la colocación de pararrayos.
Señaló que la evidencia de que el fuego “va por las raíces y quema los árboles desde adentro”, hasta que se caen y generalizan el incendio, podría ser objeto de “nuevos estudios científicos” para aportar a las estrategias de combate.
El jefe del Splif en Bariloche, Orlando Báez, confirmó que el incendio en el bosque Llao Llao declarado el domingo fue el “rebrote” de uno anterior en el que ya habían trabajado y que afectó una superficie de 50 metros por 70. Señaló que en la primera instancia acudieron solo con ocho brigadistas y con herramientas manuales, sin agua, porque tenían el grueso de los recursos destinados a otro incendio por rayo que afectó a la estancia El Cóndor, donde se quemaron 80 hectáreas. Cuando volvieron días después, el operativo demandó el tendido de 900 metros de manguera en un terreno de gran dificultad y varias descargas de agua efectuadas desde un helicóptero.
La simultaneidad de los incendios, cuando ocurren tormentas de envergadura, es otro de los desafíos que jaquean a las brigadas, pero la mayor preocupación son los focos dormidos.
“Nos cambia todo el panorama”, admitió Báez.
Explicó que hay mucho residuo forestal disponible por la gran sequía y las tormentas, en ese contexto, son particularmente peligrosas. “El monitoreo del día después es muy importante, pero también sirve que la gente informe con exactitud los sitios de impacto de los rayos -refirió-. En la zona urbana no es tan común, pero los pobladores rurales sí están muy atentos y nos avisan. Acompañan mucho”.
Sitios apartados
Seufferheld también dijo que es clave afinar las “rutinas de observación”, en especial si se levanta viento o en determinados horarios (por ejemplo después del mediodía) cuando suelen aparecer columnas de humo.
Señaló que el monitoreo debe agudizarse cuando se producen tormentas eléctricas “sin descarga de agua”, que son las más temidas. En el último fenómeno de ese tipo que afectó a Bariloche solo llovieron 3 milímetros. La caída de rayos suele dejar “árboles encendidos” que no son fáciles de detectar. Fue lo que ocurrió con algunas añejas araucarias en la zona de Aluminé.
El titular del SMNF dijo que también hay incendios iniciados por fuego subterráneo, que corre por las raíces. “Primero seca, se mantiene allí favorecido por el calor, el viento y cuando recibe oxígeno empieza a avanzar, si el combustible está predispuesto. Ya hubo varios casos”.
Seufferheld dijo que el nuevo cuadro de situación los llevó a realizar seguimiento con programas satelitales que facilita la Conae. Para trabajar con más eficiencia deben apelar a “aviones observadores” y será importante la colocación de más cámaras de monitoreo. Reconoció que la mayor amenaza es la caída de rayos en el tercio superior de las montañas, en lugares sin caminos, sin población y de difícil acceso, como ocurrió al fondo del lago Martin. Allí reside otra diferencia respecto de los incendios “provocados” por la intervención humana, que obliga a replantear metodologías.
Efectos impensados del cambio climático
Si bien no hay estadísticas precisas, está claro las tormentas eléctricas en la Patagonia andina comenzaron a tener una frecuencia mucho mayor.
El meteorólogo de la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas Fernando Frassetto señaló que es un dato que comenzó a manifestarse en la última década.
Explicó que se trata de tormentas subtropicales, de desarrollo vertical, que ingresan desde el norte. “Antes eran comunes en Córdoba, en la Pampa y podían llegar al Alto Valle, pero ahora afectan también a Bariloche y más al sur”, señaló Frassetto.
Dijo que las condiciones son propicias para que estos fenómenos continúen y son por completo diferentes a los sistemas “frontales” que ingresan a la región desde el Pacífico y que traen lluvia y frío, como el que se espera para este fin de semana.
Pronosticó que en alta montaña podrían llover hasta 50 milímetros y hasta habría alguna nevisca.
Pero el cambio climático no deja de provocar alteraciones imprevistas, como la aparición de truenos y relámpagos en plena zona de bosque frío, que hasta hace poco eran una absoluta rareza.
Según Frassetto, las tormentas de origen tropical van a continuar en la región y están caracterizadas por las altas temperaturas, alta humedad y descargas eléctricas. Subrayó que las más peligrosas son las denominadas tormentas “secas”, es decir sin lluvia abundante, que son muy temidas en Australia y en Estados Unidos.
Aunque no es un especialista en incendios, reconoció que esos fenómenos meteorológicos tienen potencial para provocar grandes daños porque hay en la región un “bosque estresado” debido a la prolongada sequía.
“Hay material muy seco, altas temperaturas, no falta nada, solo un fósforo. Y el fósforo es el rayo”, alertó.
Comentarios