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Los Pincheira, la silenciada guerrilla de la Norpatagonia

La leyenda y la historia oficial los trata de bandoleros, pero un nuevo libro de la historiadora Carla Manara revela el trasfondo político de sus montoneras: el paso del orden colonial a la república tuvo en la región una década de violencia extrema.

La leyenda de los hermanos Pincheira tiene larga tradición a ambos lados de la Cordillera de los Andes. Con mayor o menor romanticismo, se habla de sus correrías, su atrevimiento, la ferocidad de sus ataques y malones. Se los presenta como bandoleros o cuatreros al frente de turbas que, aprovechando el vacío de poder, asolaban poblados, robaban ganado y mujeres en los territorios que luego serían de Chile y Argentina y huían por los pasos andinos, que conocían como pocos. Se habla de un fabuloso tesoro escondido entre la famosa “cueva” secreta que los cobijaba a unos 50 kilómetros de Chillán, en Laguna Epulafquen en el norte neuquino o en su “castillo” del sur de Mendoza.

Carla Manara, doctora en Historia, investigadora en la Universidad del Comahue.

Sin embargo, la historiadora regional Carla Gabriela Manara ha puesto a esta historia bajo una nueva perspectiva política: la de una guerrilla multiétnica que plantea una “guerra a muerte” a las revoluciones de Mayo y Septiembre de 1810 en ambos países, y que muestra cómo el pasaje del orden monárquico y colonial a las modernas repúblicas tiene matices, resistencias y complejidades que la historia liberal tradicional decidió ignorar. La investigación para la tesis de su doctorado se transformó en un libro: “Contrarrevolución en las fronteras: el liderazgo de los Pincheira en la guerrilla del sur americano (1818-1832)” de Prohistoria, que en 446 páginas desbroza la trayectoria de esta familia hasta 1832, cuando el último de los hermanos sobrevivientes, José Antonio, aceptó un indulto del presidente chileno Joaquín Prieto y se rindió en el sur de Mendoza, dejando expresa “su fidelidad a Fernando VII, rey de España”, para luego vivir en el sur de Chile hasta su muerte.

Manara tuvo una aproximación paulatina a esta leyenda. Como investigadora de la Universidad del Comahue, durante los últimos 20 años ha analizado los circuitos mercantiles indígenas, antes y durante la Colonia, que cruzaban desde la Araucanía, pasaban por el norte de la Patagonia y llegaban hasta la Pampa Húmeda, y viceversa. Hizo foco en el norte neuquino, en la zona de Varvarco y Laguna Epulafquen, Territorio Pehuenche.


Es una guerra sin límites, de una violencia extrema de parte de todos los bandos participantes y se va radicalizando cada vez más. Hay una gran red de venganzas. Se quiebran los códigos.

Carla Manara, historiadora

“Los pehuenches eran intermediarios clave en este circuito, porque controlaban los pasos cordilleranos y estaban asentados en los mejores valles de la zona, con aguadas, pasturas, etc. Estudiando los movimientos de población en estas zona de fronteras difusas y cambiantes, llego a la leyenda de los hermanos Pincheira, que como toda leyenda tiene un contexto histórico. Buscando documentación y escritos llegué a la denominada ‘guerra a muerte’. Allí me di cuenta que había enormes vacíos en la historiografía liberal o tradicional, que fui tratando de llenar de a poco. Fue un trabajo largo y arduo, porque varios archivos remitían a otros, desde Neuquén a Chile (Concepción, Chillán) y fui armando un gran rompecabezas al cual le faltaban muchas piezas”, señala la historiadora.

Manara cree que “se construye una leyenda en torno a estos cuatro hermanos (había dos mujeres también) en base a la imagen que impuso la historiografía liberal, porque era más fácil definirlos como una horda de delincuentes, partícipes de un proceso de bandidismo, para no dar cuenta del trasfondo político, que es el pasaje del orden monárquico colonial al orden republicano. Esta leyenda tiene datos históricos, pero arroja una imagen inexacta”, opina. Recuerda que la historiografía tradicional se concentra en la Batalla de Maipú en Chile (1818) como el gran éxito revolucionario, después en la campaña del Perú que culmina en Ayacucho (1824) y en la organización de los nuevos estados nacionales.

Tras la derrota en la Batalla de Maipú, se organizó una guerrilla realista en el sur de Chile y en la Patagonia norte.

P: Sin embargo, acá en el sur podría decirse que “pasaban cosas”…

R: Nada más y nada menos que una operación contrarrevolucionaria organizada, planificada, financiada y legitimada por Fernando VII, de la dinastía de los Borbones, que permanecía en el trono y que contaba con la estructura colonial, más organizada y sólida de lo que se piensa. Es un grupo muy heterogéneo, con apoyo popular e indígena, que se repliega en la zona de “frontera” (al sur del río Bío Bío), en una primera etapa dirigidos por Vicente Benavídez, y desde la Araucanía se conforma una guerrilla (una fuerza política) multiétnica organizada en decenas de montoneras. Cada montonera podría tener de 30-40 hasta 500 individuos. Y podían juntarse varias para un objetivo, formando una fuerza muy numerosa. Lo de multiétnica obedece a la diversidad social de las fuerzas: había militares de carrera del ejército borbónico, con oficiales y suboficiales como Benavídez o Pincheira. También representantes del clero, sobre todo franciscanos, población rural del sur chileno, hacendados acaudalados que apoyan con recursos y logística, comerciantes prósperos que contribuyen, negros liberados, bandidaje común. Y muchas mujeres, porque junto con la montoneras se trasladan al este andino familias enteras, con mujeres y niños, cuando Pincheira se asienta en territorio pehuenche. De allí todavía tenemos algunos restos que son atractivos turísticos, como el Castillo Pincheira en el sur mendocino.

El denominado «Castillo de los Pincheira» en el sur de Mendoza.

P ¿En qué consistía esta guerra a muerte?

R: Según la historiografía tradicional, va desde 1818 hasta 1824 y termina con el combate de Ayacucho. Pero yo la extiendo en una segunda fase, de 1824 hasta 1832. Es una guerra sin límites, de una violencia extrema de parte de todos los bandos participantes y se radicaliza cada vez más. Hay una gran red de venganzas, es un cuadro inédito, nunca visto. Se quiebran todos los códigos. Las montoneras operan contra poblados, la comandancia de fronteras, los fortines, en forma simultánea y organizada. Aquí no hay diferencias entre realistas y patriotas, la violencia es generalizada. El ejército regular o “patriota” actúa igual. O’Higgins, viendo que no podía controlar la situación, declara la “guerra de bandalaje”, que significa actuar a imagen y semejanza del enemigo. La violencia se vuelve incontrolable, es un periodo bastante oscuro y silenciado en nuestra historia. Hay saqueos, malones, ejecuciones de la población civil, son códigos que manejan ambos. No hay juicio, a los prisioneros se los ejecuta en el lugar. La violencia de un bando trae la venganza del otro y se forma una cadena imparable. Nadie está dispuesto a ceder. Y afectó a miles de personas: sólo en Varvarco vivieron unas 6.000 criollos y mestizos, además de la población indígena.

P: ¿Qué rol juegan los Pincheira?

R: Tienen un rol protagónico. Eran cuatro hermanos que habían participado del ejército del rey, tenían formación militar y siempre fueron aliados de la corona, nunca se movieron de esa convicción política. Cuando Vicente Benavides es muerto por el gobierno patriota, asume José Antonio Pincheira. Después de la batalla Ayacucho, él, sus montoneras y familias aliadas cruzan la cordillera, se instalan en Varvarco y sobreviven diez años allí.

P: ¿Porqué hay apoyo pehuenche a los realistas? ¿Habían obtenido prerrogativas de los Borbones y temían perderlas en el nuevo orden?

R: No sólo pehuenches, varios caciques y loncos adhieren a la causa realista y no a la revolución. En realidad, hay que remontarse a la etapa anterior, de las reformas borbónicas, de Carlos III, de 1780 en adelante. Hubo una cantidad de parlamentos, tratados, gestiones protocolares con varios caciques. La mayoría de los pehuenches fueron aliados de los Borbones porque obtuvieron beneficios mutuos. Los loncos pehuenches permanecen adheridos a la causa del rey porque el gobierno revolucionario desconoce los avances, beneficios y derechos que habían adquirido con los Borbones, que incluían el control de la tierra, el reconocimiento de la identidad étnica. Por eso los pehuenches permiten que se instalen estas montoneras en sus territorios.

P: ¿Había sectores populares descontentos, muchos no habían visto beneficios de la revolución?

R: Digamos que la causa revolucionaria les causaba más intranquilidad que otra cosa y tienden rechazar ese nuevo orden. No es un rechazo al orden republicano en sí, sino al orden republicano en particular que se estaba imponiendo en esos años.

P: ¿Qué territorio llegó a controlar José Antonio Pincheira?

R: Pincheira, instalado en Varvarco, punto estratégico por ubicación y recursos, tiene acceso desde el Pacífico al Atlántico, de la Araucanía hasta cerca de Santiago, intenta llegar hasta allí pero no lo logra. Sí a Chillán, todo el sur de Chile, sur de Mendoza, Córdoba, Santa Fe y hasta Carmen de Patagones. Todo ese era su radio. Esta fuerza estaba conectada con grupos políticos monárquicos en Perú, del Callao, donde había activistas que lo apoyaban, en Chiloé, hasta 1826, y conexiones hasta Brasil, porque allí estaba la hermana de Fernando VII, Carlota Joaquina, que lo apoya y lo estimula a seguir combatiendo a los separatistas. Es un cuadro más amplio, de carácter continental, involucra a todo el Cono Sur americano.

En la historiografía oficial de Chile y Argentina se dan imágenes muy polarizadas de buenos y malos, realistas y patriotas, pero nunca contaron los matices, lo diverso, lo heterogéneo… hay que entrar en esa complejidad.

Carla Manara, historiadora.

P: ¿Qué ocurre con estas poblaciones después que se rinde José Antonio Pincheira?

R: El gobierno intenta frenar toda la violencia generada y decide indultar a todos los que habían participado en las montoneras. Se llevó en forma forzada de Varvarco a miles de pobladores para repoblar ciudades, que en muchos lados que habían quedado desiertas. Muchos campesinos volvieron a empezar porque sus tierras quedaron desoladas. Los pehuenches sufrieron bajas importantes, y los que sobrevivieron permanecieron autónomos hasta la campaña del general Roca, en 1879.

“La independencia tuvo un alto costo humano, que faltó contar”


Para Carla Manara la principal conclusión del libro es que la historia nacional «es mucho más compleja e intrincada de lo que siempre se contó. Y que la formación de esas nuevas repúblicas independientes de la corona del siglo XIX tuvo un alto costo humano, la ‘guerra a muerte’ es la mejor prueba de lo que faltó contar. Afectó a todos los frentes de fronteras, todos los fortines, se buscaba dejarlos sin recursos, desmovilizar. Todas las poblaciones del Bío Bío al norte, hasta Santiago, y desde un arco que va de Patagones hasta Mendoza fueron blanco. No quedó pueblo, villa ni ciudad e incluso campo sin involucrar. Los realistas tenían a menudo más y mejores recursos que los gobiernos locales. Hemos escuchado una versión, ahora empieza a conocerse la otra cara de la misma moneda. Lo que sucedió tenia carácter de “contra revolución».

La investigación también implicó el desafío de innovar la metodología en la investigación histórica, asegura la investigadora.

«Una primera cuestión fue evitar el corte, habitualmente se dice: en 1810 se corta el orden colonial, ahora viene lo nuevo. Justamente, como la guerra a muerte es un proceso de transición, en vez de mirar el corte, yo veo el proceso en continuo, porque si no se ve fragmentado y se pierden de vista protagonistas, procesos, episodios que la historia oficial contó a su modo. Claramente hay otra forma de leer esto: la contrarrevolución fue la contraofensiva al proceso revolucionario, como lectura mayor. No hay buenos y malos, hubo atrocidades de ambos bandos. Entonces tuve como objetivo, encarar el proceso revolucionario en forma inversa y ahí aparece lo que fue excluido, lo que no se quiso contar. Eso es muy notorio en la historiografía oficial de Chile y Argentina: se dan imágenes muy polarizadas de buenos y malos, de realistas y patriotas, pero nunca nos contaron los matices, lo diverso, lo heterogéneo…hay que entrar en esa complejidad», concluye.

Antiguos circuitos comerciales, en conflicto en el nuevo orden


P: El libro señala que había circuitos comerciales entre la Araucanía, el norte neuquino y la Pampa Húmeda, que siempre fue muy dinámico…

R: Esas tramas, esos circuitos son de larga data, y vinieron muy bien para la dinámica guerrillera. Hay circuitos de rastrilladas, las del norte y las del sur, que unen puntos claves de la zona ganadera pampeana bonaerense, la Norpatagonia y el sur de Chile. Había parcialidades indígenas articuladas para los arreos de ganado y circuitos de mercancías. Ese es uno de los puntos que el nuevo orden trastoca. El ganado comenzó a ser objeto de disputa. Los nuevos gobiernos quieren hacerse de ese ganado, los hacendados van extendiendo sus campos y avanzan sobre zonas de frontera quitando a los indígenas, tierras y acceso a los animales

P: En esa época no era ganado como pensaríamos hoy, en un corral…

R: Primero fue ganado cimarrón, que vagaba suelto. Cada parte tomaba lo suyo (indígenas, criollos) y no había tanta disputa. Con el tiempo, el consumo crece y comienza a escasear el recurso. Se convierte en un elemento de conflicto. Todos buscan el mismo ganado, ya no alcanza para todos y los hacendados después de 1810 lo marcan como propio. Cuando los indígenas van a los lugares donde se surtían habitualmente, encuentran el ganado marcado y en corrales. Y nace el robo. La guerra a muerte también es una guerra por recursos.


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