La “resaca” del estallido de 2001 y la nueva provincia que no fue

Gabriel Rafart

Historiador, docente e investigador de la Universidad del Comahue.

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Desde Neuquén, el gobernador Jorge Sobisch proponía la desaparición de dos estados provinciales para conformar una nueva unidad política que comprendiera todo el norte patagónico.


Durante el 2002 el país enfrentaba una larga resaca. Abundaban propuestas para encauzar la monumental crisis política que había estallado en las últimas semanas del 2001 y la inmediata entrada y salida de varios presidentes. Frente a ese desmadre hubo quienes proyectaban un país fragmentado, cediendo su soberanía política y monetaria. Se pensaba entregar el gobierno a una junta internacional de entidades financieras o intercambiar recursos naturales y amplios espacios para responder a la deuda externa e interna.

Los defensores del viejo colonialismo gozaban de cierta autoridad. Más aún, se habló de secesión de una parte del territorio nacional, como la Patagonia. Se llegó a dibujar una cartografía nueva donde surgían denominaciones diferentes para los mismos territorios. Eso sí, se consideraba que algunas de esos fragmentos serían inviables. La Patagonia entraba en la zona del país viable.

Desde Neuquén, el gobernador Jorge Sobisch proponía la desaparición de dos estados provinciales para conformar una nueva unidad política que comprendiera todo el norte patagónico. Cabía el proyecto dentro de las demandas de repensar el país y la región. También de “reducción” de la política, aliviando sus altos “costos”. Algunos municipios del Alto Valle ya se habían propuesto achicar su administración, además de eliminar bancas de sus concejos deliberantes. Otros, del corredor cordillerano, eran protagonistas de un estado de deliberación con vecinos movilizados, lo que llevó a varias renuncias de jefes comunales.

Sobisch y Verani durante el encuentro en Villa la Angostura, 2002.

La idea de la nueva provincia se inscribía en la narrativa antipolítica del momento. El proyecto lanzado desde Neuquén incluía un eventual plebiscito para definir la integración en el año 2003. En junio del 2002 los gobernadores de Neuquén y Río Negro firmaron el “Tratado para la integración de la Patagonia”. Para ello lograron el apoyo del gobierno nacional encabezado por Eduardo Duhalde, sumando el respaldo de organismos internacionales y ámbitos empresariales. Incluso empresas petroleras transnacionales dieron su apoyo. Con todo ello la administración neuquina organizó las “Primeras Jornadas Nacionales sobre Regionalización”, en Villa La Angostura, en diciembre del 2002. Concurrieron, además del presidente Duhalde, otras figuras políticas nacionales, consultores económicos, representantes de universidades, empresarios e intendentes de la región. Aquellas jornadas fueron un éxito para sus organizadores.

Entonces había un hombre fuerte en la región de una provincia patagónica que mejor había campeado el temporal del 2001. El gobernador neuquino ya encarnaba un “principado” de nuevo tipo al aunar en su misma persona el rol de jefe de partido y de mandatario provincial. Este camino había sido allanado después de que Felipe Sapag perdiera la interna por la jefatura del partido a manos de Sobisch. A partir de ese momento el gobernador neuquino tuvo el control pleno de la maquinaria estatal, iniciando además una relación del tipo “imperial” sobre los poderes legislativos y judicial. Paralelamente, comprometía sus energías en el control de las voces y las palabras que informaban sobre sus políticas.

El camino a la “regionalización”, después de declaraciones altisonantes y encuentros con otros ejecutivos provinciales, el proyecto real, el de la fusión de Río Negro y Neuquén bajo el liderazgo de Sobisch, fue clausurado abruptamente. Los restantes gobernadores de la Patagonia se encargaron de erosionar la iniciativa. Querían impedir el nacimiento de una nueva “Buenos Aires” con centro en la Norpatagonia. Desde Santa Cruz, quien luego accedería a la presidencia del país, Néstor Kirchner consideró que el proyecto neuquino era la materialización de las recetas del FMI. La propuesta permaneció vigente por cierto tiempo dentro del oficialismo del MPN. Los opositores a Sobisch acusaban de puro oportunismo político, de ilusión de un “exportable modelo neuquino”, de pretensiones personalísimas por alcanzar un lugar preponderante en la política nacional. En mucho tenían razón, ya que el gobernador neuquino informaba entonces de sus deseos de encabezar una fórmula presidencial para las elecciones del 2003.

El proyecto de fusionar dos provincias patagónicas resultaba una salida excepcional a la crisis del 2001, llevando a una alteración de la organización federal. El país, que recién estaba abriéndose a la era de la posconvertibilidad, no estaba preparado para afectar su unidad política. Por ello la iniciativa tuvo corto aliento, aunque, ciertamente, mucho ruido. La recomposición de una política centralizada, con el peronismo entonces duhaldista como uno de sus arquitectos , terminó colocando a ése y otros proyectos fuera de la agenda de las elites políticas regionales.


En el hipermercado Jumbo hubo enfrentamientos durante varias horas. Archivo Diario Río Negro

Policías con gomeras y vecinos armados


“Los días que siguieron al establecimiento del estado de sitio y la inmediata renuncia presidencial fueron de tensión incontrolada, sobre todo en los barrios donde muchos comercios resultaron saqueados y tuvieron lugar enfrentamientos con las fuerzas policiales.

A finales de diciembre las calles de la ciudad de Neuquén y, en menor medida, las de las localidades del interior, vieron momentos en los que solamente transitaban camionetas con policías armados. En algunos barrios, los efectivos policiales, después de agotar su parque de gases y municiones antimotines, recurrieron a las mismas gomeras y piedras utilizadas por los manifestantes como armamento improvisado.

A todo ello, se agregó un clima de pánico debido a todo tipo de rumores que se extendían por la ciudad. (…) Muchos vecinos y comerciantes se armaban a la espera de la supuesta llegada de contingentes saqueadores provenientes de los lugares más inverosímiles.

En un exclusivo barrio cerrado y privado, a orillas del río Neuquén, quien escribe fue testigo de cómo varios de sus residentes reunían, en una lujosa casa, armas largas y de puño para responder a quienes supuestamente “bajarían” desde una barriada popular de monoblocks, que se había levantado, a principios de los ochenta, sobre la ruta provincial 7. Se decía, inclusive, que venían camiones cargados de decididos saqueadores provenientes de Cutral Co y Zapala.

El miedo se había instalado fuertemente entre las clases acomodadas neuquinas”.

( El MPN y los otros , Gabriel Rafart, Págs. 208 y 209)


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