Análisis: a la desconfianza opositora, Máximo Kirchner respondió con torpeza política

Sin tacto, humildad ni organicidad, el jefe de la bancada oficialista reaccionó de forma visceral por la falta de votos. Así, dinamitó la sesión. No parece comprender que el Congreso hoy es otro tras las urnas de noviembre.

Máximo Kirchner, en su encendido discurso en Diputados.

Graciela Camaño definió bien la torpe (algunos dirían intencional) intervención de Máximo Kirchner, que dinamitó las últimas chances que tenía el oficialismo para conseguir los votos del presupuesto en Diputados.


“Rompió todo. Para acordar hay que bajarse del pedestal y valorar la opinión del otro. ¡No tienen el número, la sociedad se expidió, los dejó en un lugar donde tienen que consensuar, buscar acuerdos! ¡Eso significa quorum!”, dijo en el recinto la diputada de Consenso Federal.


Pruebas al canto: la intempestiva intervención de Máximo amalgamó a todo Juntos por el Cambio (unos pocos hasta estaban dispuestos a dar el sí), a la UCR fisurada, a los miembros del Interbloque Federal, a liberales y a la izquierda. Todos unidos para devolver el cachetazo que sentían les había propinado el FdT con el apuro primero y el destrato de Máximo después… en definitiva, la soberbia a la que apunta Camaño.


El oficialismo sabía que no llegaba con los votos ante la desconfianza opositora por un proyecto con inconsistencias. Aquí es cuando debían tallar, con el tiempo necesario, los articuladores de consensos; artesanos que exhibiesen muñeca política y no tiraran por la borda las pocas argumentaciones técnicas exhibidas, los pedidos de responsabilidad que lanzó la Presidencia y hasta los esfuerzos de volcar millones adicionales a última hora para seducir a los opositores, sobre todo de las provincias.


En vez de todo eso y fastidiado por la falta de resultados en las negociaciones, Máximo estalló –sin tacto, humildad ni organicidad– con un sermón como si estuviera aún en campaña o no se hubiese enterado de la derrota de las urnas de noviembre que dejó un escenario completamente distinto en el Congreso.

Torpeza (o táctica política que no se alcanza a interpretar con claridad), que le propina al oficialismo su primera derrota legislativa de esta gestión. Y lo priva de exhibir al FMI un presupuesto surgido de un Parlamento como prenda de acuerdo.

Ahora será con un DNU -a lo argentino- que prorrogará el ejercicio anterior para someterlo a las discrecionalidades ya conocidas.


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