El único antídoto contra la represión en Cuba
Abraham Jiménez Enoa *
El sábado 27 de noviembre el rapero Denis Solís, miembro del Movimiento San Isidro, viajó a Serbia para exiliarse. La Seguridad del Estado, brazo represor del castrismo, fueron los primeros en dar la noticia mediante sus escuadrones de perfiles falsos en redes sociales, como quien coloca en la vitrina de un museo un trofeo de guerra. El artista contestatario pasó ocho meses de prisión tras un juicio sumario por un supuesto caso de desacato y, una vez en libertad, siguió siendo acosado por la Policía política del régimen. Su injusto encarcelamiento fue la llama que prendió la mecha de la lucha cívica en Cuba durante 2021, aunque el arresto arbitrario se produjo en noviembre de 2020.
Hoy, un año después, decenas de activistas, artistas y periodistas que se sumaron a esa batalla por los derechos y las libertades de los cubanos, han tenido también que exiliarse. La salida del país de Solís, mostrado en fotos con mochila al hombro en el aeropuerto de Varadero, significa más que el fin de un año lleno de encontronazos entre la ciudadanía y el régimen opresor: es la escena final de otro período en el que el castrismo, pese a tambalearse, logra mantenerse en pie.
En las próximas semanas, cuando este año llegue a su fin, el castrismo podrá celebrar su firmeza en el poder después de 63 años. Pero la realidad es que la celebración estará centrada en estos últimos 12 meses, en los que lograron expulsar de Cuba a casi toda una generación de jóvenes que se les enfrentó con internet como única arma. Los han obligado a tener que acudir al exilio para sobrevivir a la represión desatada por el gobierno de Miguel Díaz-Canel, que busca apagar la revolución ciudadana que emergió a partir de las redes sociales. Los pocos ciudadanos políticos que aún no se han largado de la isla están muy controlados por los tentáculos del totalitarismo o están encerrados en cárceles.
Cuando en medio de sus cenas pomposas de fin de año, los mandamases del régimen brinden con vino o champagne por el triunfo de la represión sobre la libertad de todo un pueblo, la mayoría de los cubanos, rodeados por hoteles a los que no pueden acceder —porque sus salarios no les alcanzan para ello— y que fueron construidos durante la pandemia cuando el país lo que necesitaba era insumos básicos y no turismo, estarán buscando qué comer, qué tomar y qué motivos inventarse para seguir resistiendo la vida bajo este régimen.
Un régimen que, según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, dio muestra de lo que era capaz de hacer si el país se le volcaba en contra: de enero a junio cometió 3,505 acciones represivas -secuestros exprés, interrogatorios y detenciones arbitrarias, encarcelamientos, arrestos domiciliarios, actos de repudio -contra la ciudadanía. Por tanto, en un punto no sorprende que las protestas populares de julio dejaran un saldo, según Cubalex, de 1,292 cubanos procesados judicialmente -de los cuales 673 siguen presos y 21 son menores de edad- por solo ejercer su derecho a expresarse.
El régimen demostró que es capaz de neutralizar a todo un país con el terror de la represión. Aún no se tiene claro los números de detenidos ni de procesados.
Para protestar por esos cubanos apresados desde julio, la sociedad civil en libertad decidió en noviembre volver a tomar las calles por ellos. Pero el régimen demostró que es capaz de neutralizar a todo un país con el terror de la represión. Las protestas no llegaron a suceder y aún no se tiene claro los números de detenidos ni de procesados.
No hay dudas: la palabra de orden durante este año en Cuba ha sido “represión”. Con ella como bandera, el castrismo sigue avanzando hacia un futuro cada vez más infame para el pueblo y cada más próspero para los que gobiernan. Tampoco hay dudas de que se necesita un inminente cambio en esa ecuación y que para ello es indispensable, aunque con dolor, recalcular los pasos que se tomaron durante el nefasto año 2021 y lo que pasaron todas sus víctimas, y crear una nueva estrategia contra la represión.
Para llegar a ese cambio, todos la ciudadanía debemos asumir nuestro rol como entes políticos de un país: se trata del futuro de toda una nación y no de unos pocos, como justo sucede hoy. Al régimen hay que enfrentarlo desde la colectividad.
Ahora, con la mayoría de los líderes de la sociedad civil encarcelados o en el exilio, al movimiento prodemocrático cubano no le queda otra alternativa que reinventarse para no abandonar la lucha por los derechos en la isla. Lo que se quiere construir, ese devenir verdaderamente floreciente y democrático, tendrá que nacer del esfuerzo colectivo y no de liderazgos individuales, aunque estos sean siempre imprescindibles.
Si algo dejó este 2021, fueron las semillas libertarias que los cubanos lograron sembrar en el cuerpo árido del régimen. Hacerlas germinar, pese a la represión de la dictadura, es la meta primera para 2022 de un pueblo que pide a gritos la libertad.
* Columnista The Washington Post
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