Cuando suenan los acordeones, en la meseta rionegrina se arma la fiesta
El instrumento es sinónimo de alegría para la gente de campo. Los músicos son estrellas en sus parajes. Año a año se reúnen en El Cuy, en un encuentro donde reina el chamamé y no faltan el baile ni los corderos al asador.
Suena un acordeón y nuestro silencio se vuelve alegría”, dice la gente de la meseta rionegrina. Describen así, con pocas palabras, todo lo que les genera este instrumento complejo, que llegó de Europa con los inmigrantes, pasó por del litoral y echó raíces en la Línea Sur.
Por este territorio desolado e inabarcable se mueven decenas de acordeonistas, llegan hasta cualquier lugar donde la fiesta los requiera.
Son jóvenes o veteranos; hombres y mujeres. En su mayoría músicos desconocidos para el público de las grandes ciudades valletanas. Pero, aquí, en los parajes chicos, los consideran verdaderas estrellas.
Crean música, sacan las canciones de oído. O tocan la de otras artistas. El sonido del acordeón nos lleva a olvidar los problemas del día a día».
Nelson Rodríguez, papá de Tamara, acordeonista de El Cuy.
El fuerte de lo que aquí se toca es el chamamé, aunque la cumbia campera amenaza con desplazarlo. También salen valsecitos, rancheras, milongas y corridos.
Solo hay que cruzar el río Negro hacia la margen sur y alejarse del mundo urbano para observar y sentir cómo el folclore reluce con orgullo y define la identidad de un territorio. Allí, donde hombres y mujeres sencillos y hablar pausado brindan toda su hospitalidad.
Un equipo periodístico de Río Negro se instaló en El Cuy el sábado pasado para vivir y contar lo que sucedió el Cuarto Encuentro de Acordeones.
Se trata de una fiesta en la que reinan las danzas folclóricas, los recitales, corderos asados, el concurso de chamamé y al caer la tarde, todo termina en una gran bailanta campera. La FM local 94.1 Club Pueblo y sus locutores sostienen el ritmo desde la conducción.
El Cuy, que apenas pasa los 500 habitantes, se desbordó por los 2.000 asistentes que colmaron el predio del Club Hípico, a cargo de la organización del encuentro.
Más de 15 acordeonistas participaron del evento, que no es una competencia, sino una oportunidad para que los más jóvenes muestren su progreso y aprendan de los que vienen con rodaje.
Detrás de cada instrumento hay una historia de esfuerzo para conseguirlo. Cuestan desde $ 50.000 a $ 250.000, que son los que tienen más bajos. Los músicos se endeudan con muchas cuotas para conseguirlos.
Braian Coria subió al escenario con uno flamante. Se lo regalaron gracias a lo obtenido en una acción solidaria. El acordeón nuevo que tenía se lo robaron en julio de la pequeña casa que alquila.
Los músicos vienen a la fiesta desde los parajes. Y los que llegan desde Roca o Neuquén tienen vínculos familiares o vivieron su infancia en la meseta.
“Yo aprendí a tocar la verdulera de niño, escuchando a mi viejito, mirándolo”, dice Juan Raninqueo, que llegó de Cerro Policía y ronda lo 60 años. Luce sombrero negro de ala corta y una sonrisa fresca que le alarga los ojos y sus bigotes finitos.
“No tenía escapatoria con la música, porque mi padre iba de fiesta en fiesta y me llevaba. Señaladas, esquilas, cumpleaños, casamientos… Recuerdo que a veces me quedaba dormido porque la fiesta se hacía larga, pero se ve que algo de música me quedó”, relató el acordeonista.
Asistentes
- 2.000
- Las personas que pagaron la entrada de $ 500 para ver a los acordeonistas. El Cuy tiene una población de 500 habitantes y se vio revolucionado con el evento.
El encuentro tuvo en el escenario a dos mujeres muy jóvenes. Tamara Rodríguez, que con 15 años ya está instalada como figura y Nahiara Pichihuinca, de 10. La niña es roquense y una apasionada por el folclore en general, ya que también participó con éxito del concurso de chamamé. (Ver recuadro)
La gracia y el colorido especial lo aportaron las 10 parejas del ballet Amanecer Sureño. Llegaron desde Roca con sus atuendos camperos para alegrar al público. Los hermanos Arbeloa de Beltrán abrieron su recital a pura chacarera y los danzarines mostaron así desde temprano su gracia. Luego siguieron bailando con cada pasada de los acordeonistas durante el concurso. Menudo trabajo le dieron al gaucho de la manguera, que de tanto en tanto salía a regar la pista para aplacar la polvareda. Está vez el viento frío de la cordillera se portó bien y no quiso tener protagonismo.
La voz de los músicos
– Nahiara Pichihuinca, 10 años (acordeonista, de Roca): aprendió hace tres meses. El acordeón era para su hermanito, pero ella, por pura curiosidad, le fue sacándole sonidos. Primero salió el feliz cumpleaños y ahora no para.
– Raúl Mardones (verdulera, El Chañar): recorre las fiestas del campo. “Ahora ando con esta verdulera chica, llevadera”. Cuenta que también tiene un acordeón a botones “de alta gama” que es muy caro. No se animó a traerlo esta vez.
– Matías Giordanella (veedor del concurso): “Para la gente de la zona el acordeón es un instrumento de mucha compañía. Tanto como el caballo o el perro. Su música ayuda a que el día sea más llevadero, más ameno”.
– Juan Raninqueo (verdulera, Cerro Policía): aprendió de niño mirando a su padre, que lo llevaba a todas las fiestas. No cobra por tocar, porque siempre los que invitan son amigos. Dice que si tuviera que ponerle un valor, “con $ 10.000 estaría muy bien”.
– Tamara Rodríguez, 15 años (acordeonista de El Cuy): “Aprendí de oído, pero tenía que estar sola para tocar. Tenía uno de dos bajos. Vino un chico de Aguada y me enseñó con el de tres. Arranqué con un chamamé”.
– Pedro Ríos (veedor del concurso): «Tomamos tres elementos: interpretación, ejecución y las habilidades que tengan. Nos enfocamos puramente en el acordeonista. Personalidad y carisma tienen un plus cuando evaluamos».
Los premiados
– Acordeón verduleras: 1) Héctor Luis (El Cuy); 2) Raúl Mardones (El Chañar);3 Guido Luis (Roca).
– Acordeón a piano: 1) Tomás Vargas (Roca); 2) Braian Coria (El Cuy); 3) Lucas Cayupi (Roca)
– Concurso de Chamamé Patagónico: Hubo 38 parejas inscriptas.
Ganadores: Carlos Cárdenas (Comallo) y Noelia Curaqueo (Aguada), Jesús Raninqueo y Celia Martiarena (Cerro Policía); Víctor Paineman (El Cuy) y Adela Huentemilla (El Cuy), Daniela Subiabre y Nahiara Pichihuinca (Roca); Luna e Isaías Raninqueo (Cerró Policía)
«El chamamé de la meseta se baila salpicadito»
“Ni bien suena un acordeón se desata la diversión. Para la gente de campo significa fiesta”, explica Jonathan Ceballes, un músico inquieto y apasionado por el folclore que vivió en El Caín y hoy es docente en la carrera de Música Popular del IUPA.
Ceballes dice que el acordeón y la guitarra son “los reyes” de la meseta. “La guitarra es la reina porque acompaña las vivencias que quiere contar la gente de campo. Y el acordeón es el rey, no está tan alcance de los músicos porque es mucho más caro, pero cada vez que suena genera una fiesta, sea donde sea”.
Los acordeones se diferencian. La verdulera es chica y con botones; el que es a piano lleva las teclas blancas y negras para la mano derecha.
A la hora de la ejecución, el docente sostuvo que el virtuosismo y la técnica no importan. El estilo patagónico es más bien rústico. Aquí se imponen el sentimiento y la picardía.
Tenemos la bendición de tener el folclore vigente aquí. No hay que buscarlo en un libro. Vamos unos kilómetros hacia el sur y ahí aparece»
Jonathan Ceballes, músico y docente del IUPA.
Al hablar del arraigo del chamamé en la mesesta, Ricardo “Caito” Casanova, director de Arte Popular del IUPA, diferenció al litoraleño del que suena aquí. “Si bien tienen la misma métrica musical, la forma de tocarlo y bailarlo es otra. Entonces aparece con fuerza la identidad que le agrega el patagónico y rionegrino a un ritmo que no es de acá, pero se hizo propio”, le dijo a este diario.
Indicó que el chamamé litoraleño “es más cadencioso en el baile y se lo identifica con el fluir del río”. En cambio, “el de la meseta es más salpicadito, salteado y tiene que ver con el terreno. Acá la geografía es la que define”.
Braian volvió a sonreír con el acordeón nuevo
Hay dos fechas del 2021 que serán difíciles de olvidar para Braian Coria. El 22 de julio y el 16 de octubre.
La primera fue una pesadilla: le recuerda cuando dos ladrones entraron a punta de pistola en la casa que alquila en Roca y le robaron el acordeón, el instrumento que compró juntando peso a peso, haciendo changas de podador.
La segunda fecha significa alegría. Fue cuando tocó con acordeón nuevo en el encuentro de El Cuy, el sábado pasado. Se lo entregaron dos días antes, tras una gran campaña solidaria para juntar fondos.
«Estoy eternamente agradecido a todos los que hicieron su aporte comprando rifas, o asistiendo eventos. Desde chico lloraba por tener un acordeón. Y cuando lo logré, me lo robaron».
Braian habló con Río Negro minutos antes de subir al escenario para concursar y se mostró emocionado por lo que significa para él un instrumento nuevo. «Ésta va a sonar más linda, porque viene con el respaldo de toda la gente que me acompañó. Viene rodeada de la mejor onda», soltó entusiasmado.
El acordeonista participó en el concurso de acordeón a piano y logró el segundo premio. Ahora solo piensa en volver a disfrutar con su grupo musical El Gringo y sus Baguales,
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