Prueban la “vida en Marte” en un desierto israelí
Un grupo de seis astronautas “análogos”, que forman parte de un proyecto colaborativo entre Israel y Austria, investigan las condiciones de una posible exploración marciana. La NASA, atenta a los resultados.
En un cráter de 500 metros de profundidad, perdido en medio del desierto de Neguev, Israel; los astronautas con sus trajes espaciales caminan lentamente. ¿Su misión? Simular las condiciones de vida en Marte.
Un proyecto para salvar las plantas
En este marco tan peculiar del Mitzpé Ramon, el mayor cráter de erosión del mundo con 40 km. de longitud, el Foro Espacial Austriaco instaló su “base marciana”, en colaboración con la agencia espacial israelí, dentro de la misión “Amadee-20”, prevista para el año pasado pero aplazada debido a la pandemia.
El cráter, el desierto rocoso y los colores anaranjados del horizonte se parecen al paisaje de Marte, pero la ingravidez y el frío no tanto. “Aquí tenemos temperaturas de 25 a 30 ºC, en Marte hace -60 ºC y la atmósfera es irrespirable”, explicó el austriaco Gernot Grömer, supervisor.
Durante casi un mes y hasta finales de octubre, seis “astronautas análogos” oriundos de Portugal, España, Alemania, Holanda, Austria e Israel, vivirán aislados del mundo, en esta “estación marciana”. Y sólo podrán salir de ella con escafandra puesta.
“Es un sueño hecho realidad”, dijo Alon Tenzer, astronauta israelí de 36 años. “Es algo en lo que trabajamos desde hace varios años, estoy muy feliz”, agregó. Para la inauguración de la estación el domingo, Alon se puso sus mejores galas: un equipo que pesa, según él, unos 50 kilos, y lleva dos o tres horas ponérselo.
“Matrimonio” con Marte
Todos los miembros de la tripulación son voluntarios y tuvieron que pasar muchas pruebas física y psicológicas. “Mi padre me llevaba al museo del espacio cuando era pequeña. Cuando supe que el foro buscaba a astronautas análogos me dije que tenía que presentarme”, explicó la alemana Anika Mehlis, la única mujer del grupo.
El Foro Espacial Austriaco, una organización privada que reúne a especialistas del sector aeroespacial, se asoció con el centro de investigación israelí D-MARS para construir esta base, en forma de polígono y alimentada con energía solar.
En el interior solo hay una pequeña cocina y camas en literas, ya que la mayor parte del espacio es para experimentos científicos.
En un futuro, sus resultados podrían ser cruciales, en la medida que la NASA se plantea enviar una primera misión tripulada a Marte en el 2030.
Durante el mes en el que simularán la vida de Marte en la Tierra, los astronautas análogos tendrán que probar un prototipo de dron que funciona sin GPS y vehículos autónomos propulsados por el viento y la energía solar, para cartografiar el territorio.
Microbióloga de formación, Anika Mehlis se encargará de evaluar las posibilidades de contaminación microbiana, es decir, el riesgo de introducir en Marte bacterias terrestres que podrían acabar con cualquier tipo de vida.
“Sería un gran problema”, afirmó, señalando lo que se considera uno de los mayores desafíos en la conquista del espacio.
La misión también quiere estudiar los comportamientos humanos. “La coherencia del grupo y la capacidad de trabajar juntos es crucial para sobrevivir en Marte”, estimó el supervisor Gernot Grömer. “Es como un matrimonio, sólo que en un matrimonio, uno puede irse… y en Marte no”.
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