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Lo malo del después son los despojos


Alberto aumbró un gabinete depauperado, destinado a contener a duras penas la sensación creciente de vacío de poder. Sin una solitaria apuesta a las expectativas de cambio.


Si Cristina Kirchner no logra remontar la derrota reciente de su bloque político, habrá conseguido lo que nadie obtuvo desde la restauración democrática: que el peronismo pierda su pétreo dominio del Senado. Puede producirse un hecho inusual. El crujido de la herramienta emblemática del bloqueo político entre las fuerzas mayoritarias.

Seguro no fue la única, pero esta acechanza que Cristina ve inminente es una muestra en extracto de los motivos que la llevaron al sinceramiento furioso del fracaso y el fin del mecanismo de gobierno que ella mismo inventó: la fórmula del poder invertido, con ella replegada en el segundo lugar de la fórmula presidencial.

El avión de la derrota electoral ya había impactado en una torre del gobierno. Cristina se subió al siguiente para demoler la restante. Antes ya había emulado a Julio Cobos. Simulando no tener más poder que el de la campanilla en el Senado, en más de una ocasión hizo público su voto no positivo sobre la gestión de Alberto Fernández. Esta vez torpedeó al Presidente con puntería aliancista. “Chacho” Alvarez le renunció a Fernando De la Rúa, pero le pidió a los ministros del Frepaso que no vaciaran el gobierno. Cristina mandó a los suyos a desalojar el conventillo del presidente inquilino, pero atornillada a su silla, en la línea de sucesión.

El punto final de los finales fue la presentación pública de su demanda de divorcio. Diría Joaquín Sabina: lo atroz de la pasión es cuando pasa. Alberto Fernández se enteró por carta astral. A las horas, capituló sin condiciones.

De resultas, alumbró un gabinete depauperado, destinado a contener a duras penas la sensación creciente de vacío de poder. Sin una solitaria apuesta a las expectativas de cambio. Ni un gesto módico a la sociedad incipiente que habló en las urnas. Manzur, Aníbal, Filmus, Domínguez. Menos de lo mismo. Lo malo del después son los despojos.


Lo que caracteriza a la etapa actual es que el país está consumiendo su capital.Corroe a sus empresas hasta destruirlas, obstruye la creación de empleo.


Quienes creyeron en el giro a la moderación de Cristina a través de Alberto tienen aquí su hora de la verdad. Hay una concepción política que es connatural al kirchnerismo: la idea de que las crisis pueden ser benéficas porque permiten disminuir la cantidad de decisores y concentrar poder. El problema es cuando el volumen de la crisis económica y social ingobernada comienza a desbordar al que se impone. Frente a ese desafío, igualada en la desgracia con el delegado que impulsó a la presidencia, tampoco Cristina sabe bien qué hacer.

Es sintomático para entender este punto repasar el momento en que detonó su experimento de la Presidencia vicaria. Fue cuando Martín Guzmán anunció un Presupuesto, con variables que sugieren un acuerdo con el FMI, que Eduardo de Pedro le sacó la espoleta al festival de renuncias.

En la lógica de la diputada Fernanda Vallejos, ése era el núcleo del motín a bordo. Pero Cristina arrugó en la última milla: llamó a Guzmán para preservarlo. Volvió a escribir que un acuerdo político amplio será necesario para enfrentar la crisis.

Esta vacilación de Cristina, que admite la necesidad del acuerdo mientras fustiga a Alberto por proponerlo, revela el alto grado de implosión interna.

La economía argentina fue utilizando diferentes vías de escape para financiar su déficit crónico. La emisión de moneda sin respaldo, la toma de deuda para gastos corrientes, gravámenes cada vez más expoliatorios, la inflación como el más injusto de esos impuestos.

Lo que caracteriza a la etapa actual es que el país está consumiendo su capital. Corroe a sus empresas hasta destruirlas, obstruye la creación de empleo; deglute lo que la sociedad construyó durante décadas; promueve con fruición la ridiculización subsidiada de la cultura del trabajo.

Este año se cumplirán dos décadas del derrumbe generalizado del sistema político, abrazado a la crisis de uno de aquellos mecanismos de financiación del déficit. Cristina, que se ufanó tantas veces de haber sepultado ese fantasma, demostrará antes de diciembre si no habrá sido el mejor artífice de su eterno retorno.


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