Análisis: Uruguay y Brasil celebran el cierre de las exportaciones de carnes argentinas
Las estadísticas de comercio exterior de ambos países muestran que no hay una relación lineal directa entre el nivel de ventas externas y los precios en góndolas, si existen políticas públicas adecuadas.
Seguimos a contramano del mundo. Mientras el Gobierno argentino aplica restricciones para impedir las exportaciones de carnes, nuestros competidores aprovechan la oportunidad para reposicionarse en esos mercados que hemos dejado a la buena de dios.
Los argumentos avalando las medidas restrictivas se hicieron públicos esta semana a través de la vicepresidenta Cristina Fernández. En sus redes sociales, destacó un informe de la señal de televisión TN sobre el precio de la carne. En el video publicado, un carnicero destaca que hace dos meses no aumenta los precios, luego de que crecieron más del 100% en términos interanuales.
Con este tipo de medidas, dentro de las teorías oficiales, el Gobierno busca controlar los precios internos para que no se dispare la inflación. Lo que no señalan es que este freno artificial sobre los valores de la carne ya generó la expulsión del sistema de 400 trabajadores ligados a la actividad y el recorte de horas extras -un duro golpe al bolsillo- para poco más de 6.000 obreros ligados a los frigoríficos en gran parte del país. Según datos de la cadena cárnica, las pérdidas por estas medidas alcanzarían los 1.000 millones de dólares.
Pero ayer dos vecinos volvieron a mostrarnos que, muchas veces, el relato oficial poco tiene que ver con la realidad. Por un lado, el presidente uruguayo Lacalle Pou anunció que en los primeros ocho meses de 2021 las exportaciones de carne bovina a China crecieron 205% y que estas ventas concentraron el 60% del total exportado para este tipo de producto. La inflación acumulada en Uruguay, en estos primeros ocho meses del año, fue del 6,2%.
Algo parecido ocurrió con Brasil. Las colocaciones externas de carnes bovinas en los primeros ocho meses del año totalizaron los 6.220 millones de dólares, cifra que refleja un crecimiento del orden del 15% respecto del mismo período del 2020. El IPC acumulado en esta parte del año fue del 5,5%.
Estos dos ejemplos regionales -y no estamos hablando de países desarrollados- muestran en definitiva que no existe una relación directa entre los precios en las góndolas y las exportaciones de carne de un país. Claramente el Gobierno argentino tiene un diagnóstico errado sobre como se pueden mejorar las condiciones de consumo de carne. De esta manera, los resultados no son los deseados por las políticas públicas puestas en marcha. Por lo pronto se están aplicando medidas que ya fracasaron en la década del 70 sobre un mercado cárnico que hoy nada tiene que ver con esa época del país y del mundo.
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