Amigos, parientes, relaciones laborales: qué pasa cuando alguien no se quiere vacunar
¿Qué pasa cuando dentro de un grupo hay integrantes que no se quieren inmunizar? ¿Cómo conviven las personas en el trabajo con aquellos que no quieren vacunarse?. Preguntar si uno está vacunado o no, ¿debería formar parte de un cuestionario?
Patricia lleva 5 años viviendo con su pareja. A ellos, la pandemia y el encierro no les implicó una crisis. “Al contrario, llevamos bien toda esa etapa”, asegura. Pero desde que comenzaron a llegar las vacunas, y hubo que pedir turnos, y poner el brazo, la convivencia se volvió más difícil. Ella quiso, y completó el esquema. Él no. “No sé cómo seguir ni cuánto podemos seguir así”, dice ahora.
Después de atravesar el período de demora de la llegada de vacunas; después de pasar por la alegría de los mayores recibiendo las primeras dosis; ahora que la Argentina tiene más de 43 millones de dosis aplicadas (61,3% de la población con al menos una dosis, 34% con dos), la sociedad se enfrenta con un gran obstáculo para llegar a la ansiada inmunidad de rebaño: las personas no inoculadas, un grupo variado que incluye tanto a antivacunas como a aquellos que, sin ser “anti”, todavía no se animan a recibir una dosis, por temor, por desconfianza o porque prefieren esperar.
¿Cómo afecta esta situación a las relaciones? ¿Qué pasa cuando dentro de un grupo familiar o afectivo hay integrantes que no se quieren inmunizar? ¿Cómo conviven las personas en el trabajo con aquellos que no quieren vacunarse?. Preguntar si uno está vacunado o no, ¿debería formar parte de un cuestionario a la hora de reunirse o conocerse?
“Personalmente, no me interesa vincularme con personas cuyo individualismo es más importante que poder salir colectivamente de algo que está dejando miles de muertes. Si bien la vacuna para el Covid por el momento no es obligatoria, está aprobada científicamente y todos deberíamos ser responsables no solo de cuidar de uno sino del que tenemos al lado”.
Camila, 25 años
RÍO NEGRO consultó a un grupo de personas de distintas edades, a médicos y especialistas para conocer cómo se plantea este dilema en la región. Las respuestas son sumamente personales. Hay quienes deciden excluir de su vida social a aquellos que no quieren vacunarse y hay quienes sencillamente ni siquiera se lo plantean. Pero el tema forma parte de un debate en todo el mundo.
Yo no hago una encuesta sobre si se vacunaron o no para considerar si veo a alguien o no. Nunca se me hubiera ocurrido preguntar, pero tampoco dejaría de frecuentar a nadie por el hecho de que esté vacunado o no»
Esther, 53 años
Para los papás de Genaro, por ejemplo, el tema es un disparador de planteos cotidianos. El bebé tiene dos años y ellos -ya vacunados con las dos dosis- decidieron contratar a una niñera para poder trabajar fuera de la casa después de año y medio de teletrabajo. Pero la niñera no siente que las vacunas sean seguras, no quiere dársela, y eso generó una situación incómoda que no saben cómo solucionar. “Hablé con ella varias veces, le expuse los argumentos que dan los científicos, pero ella tiene los suyos. Hasta me hizo el relato de una señora a la que se le pegaban metales después de ponerse las vacunas. Entiendo que no la puedo obligar, pero cada vez que salimos, o vemos gente, me da miedo que se contagie trabajando y se enferme grave”, se preocupa la mamá de Genaro.
El tema de las vacunas puede pasar de ser un mero desacuerdo a convertirse en una verdadera amenaza para las relaciones. “En cuestiones de religión y de política, uno puede excusarse de hablar del tema”, dice Irene S. Levine, psicóloga y autora de un libro sobre relaciones de amistad. “Pero con el tema de la vacuna contra el coronavirus no podemos darnos ese lujo”, dice Levine, “porque la persona no vacunada no solo se expone a sí misma, sino a los que la rodean”.
Ante un virus altamente contagioso como este con el que convivimos desde comienzos de 2020, las decisiones individuales tienen un impacto masivo, insisten los especialistas.
Entre las personas consultadas, los más jóvenes, fueron los más implacables. Victoria, de 19 años, ni lo duda: “No me parece juntarme con gente que toma decisiones egoístas. Se está muriendo gente, colapsan los hospitales, es un riesgo para todos y una forreada para el personal de salud. El virus cada vez es más fuerte y la idea de la vacuna es combatirlo y evitar rebrotes. Lo único que hacen al no vacunarse es potenciarlo y que esto no termine más”.
“No me parece juntarme con gente que toma decisiones egoístas. Se está muriendo gente, colapsan los hospitales, es un riesgo para todes y una forreada para el personal de salud. El virus cada vez es más fuerte y la idea de la vacuna es combatirlo y evitar rebrotes. Lo único que hacen al no vacunarse es potenciarlo y que esto no termine más”.
Victoria, 19 años
Valentina, de 27 años, tampoco duda: “Bajo ningún punto de vista me juntaría con alguien que no quiere vacunarse. Más allá del acuerdo o el desacuerdo, no haría nada que implique poner en riesgo la salud de las personas que me rodean: amigos, familia, compañeros de trabajo, alumnos del colegio… No es momento de pensar en las prácticas individuales, sino que es momento de resolver de manera colectiva; y eso implica ser responsable en cuestiones de salud. Es también respetar a la gente que está trabajando de forma incansable en los hospitales”.
“No me juntaría con nadie que no se vacune, porque no quisiera ser cómplice de la muerte de nadie. Prefiero que si no están vacunados, se alejen de mí”
Teresa, 53 años
Juan, que tiene 28 años, va por el mismo camino. “No me juntaría con nadie que haya tomado la decisión de no vacunarse, o que haya difundido información falsa respecto a las vacunas. Creo que el contexto nos obliga a tomar decisiones que tengan un impacto positivo a nivel colectivo, en lugar de caer en debates estériles. La efectividad de las vacunas está testeada, y la información de los organismos de salud está al alcance de la mano. Hoy, no vacunarse es elegir atentar contra la salud pública, y no hace más que posibilitar la aparición de nuevas cepas”.
Médicos, personal de salud, infectólogos, e investigadores coinciden con estas opiniones.
“Hay gente que desconfía de las vacunas por la infodemia, por el exceso de información, que no siempre es información certera. Lamentablemente, toman como cierto lo que ve o escucha y esto puede ser un daño importante para la salud pública”.
Florencia Cahn, presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología
Soledad Gori, bióloga e investigadora del Conicet, lo explica así: «Todas las personas no vacunadas son reservorios del virus y predisponen a potenciales mutaciones. La generación de las nuevas variantes se da cuando el virus replica, multiplica e invade muchos organismos y esas multiplicaciones hace que varíe. Todos los que no se vacunen pueden ser reservorio de virus y fuentes de variantes, por eso hay que dejar en claro que la vacunación es un acto solidario de salud colectiva, no individual. Además de prevenir la enfermedad grave, también ayudan a reducir la circulación del virus, según lo que se está viendo”, dice.
Claro que no para todos es tan sencillo convencer o dejar de ver a aquellos que han tomado la decisión de no vacunarse.
Es el caso, por ejemplo de Paula, de 47 años. “Mis familiares viven en otra provincia. Cuando surgió el tema y expusieron su intención de no vacunarse, cada uno dio sus argumentos, a favor y en contra. Durante unos cuantos días nos hablamos para compartir datos, notas, opiniones. Cada uno fue evacuando sus dudas, y acercándose a una decisión. Siempre con respeto, desde el cariño. Finalmente, decidimos lo que cada uno creyó más conveniente: ellos (mi hermana y mi cuñado) no vacunarse. Y nosotros, vacunarnos. ¿Nos seguiremos viendo? Sí, con absoluta normalidad. No tengo rencor ni bronca contra ellos por no haberse vacunado. Los respeto. Aunque creo que se equivocan, no puedo obligarlos. Cuando nos juntemos lo haremos como lo hicimos el año pasado, cuando no había vacuna todavía, con cuidados”.
Como Paula, el grupo de los adultos consultados, que incluye a personas que trabajan en espacios con atención al público, tiene opiniones más contemplativas con quienes eligen no vacunarse. “Trabajo en un lugar al que asisten muchas personas. Yo no les pregunto si están vacunadas o no. Me cuido, como siempre”, dice María, de 52 años. “Jamás se me pasó por la cabeza cuestionar si alguien tiene puesta la vacuna o no. Me parece que es momento de vivir más relajados”, se suma Alejandra.
Fuera del grupo de quienes militan contra las vacunas (los antivacunas), hay quienes aún están llenos de dudas. Es el caso de Laura, que tiene 40 años. “No soy anti vacuna, pero no me siento segura con un vacuna que tuvo pocas pruebas y estudios. Sé que me la voy a terminar poniendo porque ya te la piden por ejemplo para entrar algunas provincias.. Yo n tuve covid hasta ahora. Me cuido, uso barbijo y trato de juntarme lo menos posible . No pregunto quién se vacunó y quién no, y cuando sale el tema respondo”.
Justamente, para esta franja, Flaviana cree que el punto para vencer los temores y las dudas es la educación y una comunicación responsable y fiable. “Es trabajar sensibilizando permanentemente más allá de la contingencia, y facilitar el acceso a la información en contextos diversos”, asegura.
El dilema sobre la convivencia entre vacunados y los que no excede lo doméstico cuando algunos gobiernos comienzan a pedir pases sanitarios para viajar, trabajar, ingresar a estadios o fiestas. En la Argentina, no es obligatoria, y la OMS tampoco aprueba que lo sea. Mientras, las preguntas, que seguirán flotando en el aire , son las de la libertad individual, la responsabilidad social, y la convivencia entre ambas.
Los antivacunas y los que tienen dudas
Andres Gallardo Martínez, infectólogo de Neuquén, opina que entre quienes no quieren vacunarse, hay dos grupos bien diferenciados.
“Hay dos clases de personas que no se quieren vacunar. El dogmático, que es antivacuna, y aquellos que tienen dudas”, dice.
“Con los antivacuna, que no hay forma de convencerlos, yo no gastaría energía en convencerlos porque por cada dato científico que uno pueda aportar, ellos tienen otros argumentos. Si uno da estadísticas, ellos y dicen que todo está falseado por el gobierno; si uno dice otra cosa, ellos tienen sus propias creencias”, asegura.
“En cambio, a aquellas personas que tienen dudas, temores, o que no tienen información, les pido que se sienten con alguien que sepa y que se saquen las dudas, porque cuando uno escucha cómo se hacen las vacunas, cómo actúan , cómo funcionan, cuáles son los riesgos y cuáles son los beneficios, se puede entender y se puede concluir en conjunto. Capaz que no logro convencerlo y siguen sin vacunarse, pero después de haberse sacado dudas y temores”.
Como ejemplo, el infectólogo cuenta que “hay una situación muy efectiva, que hemos vivido en grupos de personas que tienen mucha representividad social y que están en contra de la vacuna. Los hemos hecho hablar con personas mayores, que pasaron por la época del sarampión o de la piolomelitis y entonces los abuelos les cuentan cuántos amigos murieron o que grave que estuvieron o qué mal la pasaron cuando entró el sarampión a la casa, y eso es, a veces, es mucho más convincente que si uno da una clase magistral”.
Dos datos sobre las vacunas
Después del agua potable, la vacunación es la intervención de salud pública que más ha logrado disminuir la mortandad en el mundo: salva 2,5 millones de vidas cada año, según la OMS.
La vacunación contra la COVID-19 en Argentina, ¿es obligatoria?
No. Desde el Ministerio de Salud de la Nación se aboga por construir y fomentar la aceptación y confianza en la vacunación como una estrategia de salud pública solidaria, equitativa y beneficiosa para el bienestar y la salud de las personas y de la población, basada en evidencia científica contundente y que ha salvado millones de vidas en el mundo. Así es que, en Argentina, la mayor parte de la población comprende los beneficios individuales y colectivos de la vacunación y la acepta voluntariamente.
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