Día del Inmigrante: cuatro historias de valor y coraje

Andrea, Leonel, Norma y Caren son extranjeros latinoamericanos en Bariloche, la ciudad donde la llegada de migrantes nunca se detiene. Este año más de mil personas tramitaron radicaciones en la cordillera.

Bariloche es sin dudas la ciudad de la región con la migración más diversa en sus calles. Alentados por el paisaje, las oportunidades laborales con el turismo y la calidad de vida, la llegada de extranjeros es constante.

Aunque no hay grandes olas migratorias actualmente, como lo fueron a mitad del siglo pasado con los europeos y en la década del ’70-’80 con los chilenos, el arribo de venezolanos se asimila porque en los últimos cinco años es permanente, ante la búsqueda de nuevas oportunidades por la crisis social, económica y política del país caribeño.

Andrea Quintero y sus hermanos son algunos de los venezolanos que habitan Bariloche y buscan preservar sus tradiciones. También Caren Rodríguez, que migró de Colombia por crecimiento profesional, y Norma Cariño Acuña, una mujer boliviana que llegó a Río Negro desde muy chica y que de grande intenta recuperar sus raíces y tradiciones a través de la danza; o Leonel Tornes Antunez, el cubano que llegó persiguiendo un amor.


La mujer boliviana que recuperó sus raíces en la danza


Con su traje de cholita caporal colorido, Norma Cariño Acuña transmite alegría y el deseo de recuperar sus raíces bolivianas, que están arraigadas en su memoria a pesar de que llegó a la Argentina con solo un año y medio, junto a sus padres que en la década del ’70 escapaban de la crisis económica de su país en busca de un futuro mejor.

La familia desembarcó en Buenos Aires como la mayoría de los inmigrantes, pero pronto se radicó en Ingeniero Huergo, en el Alto Valle, donde su padre desarrolló la agricultura, como muchos boliviano de la zona. “Mis padres venían del trabajo y el esfuerzo y siempre nos incentivaron a mi y mis 7 hermanos que estudiemos”, señaló.

Norma Cariño luce un traje típico de cholita con llamativos colores, piedras y brillos, que utiliza en la danza caporal. Foto: Chino Leiva

Norma estudió Trabajo Social, pero no pudo terminar la carrera. Llegó a Bariloche en 1991 y aquí tuvo a sus cuatro hijos. Es comerciante, cerrajera y desde hace varios años trabaja en Desarrollo Social de la provincia, en el área de Género. “Me caracteriza el coraje, el espíritu de lucha”, afirma.

“El inmigrante siempre busca mejorar la calidad de vida pero el desarraigo es total. Yo veía el dolor del desarraigo en la mirada de mis padres, como también pasa cuando uno cambia de ciudad. Es mucho de sacrificio y también se vive discriminación, que es algo de lo que nadie quiere hablar, pero existe”, apuntó esta mujer que desde hace 3 años integra el grupo de danzas andinas Jallalla, junto a otras 14 bailarinas.

Hoy el grupo es parte fundamental de su vida. “Quería seguir alimentando mis raíces, recuperar mis orígenes de una forma tan diferente y placentera como es la danza, que me llenó el alma”, repite Norma, que con 52 años y varios viajes de turismo a su país natal, considera que tiene el “corazón dividido: amo Bolivia y amo Argentina, que me brindó todo lo que soy”.

El caporal es una danza típica de La Paz y hoy Norma lo baila con el grupo de danzas andinas Jallalla, en Bariloche. Foto: Chino Leiva

La venezolana que llegó por un trámite y se quedó


Andrea Quintero llegó con su pareja a Bariloche en mayo de 2018 alentada por una prima que ya residía en la ciudad. La idea era realizar rápido el trámite de residencia temporaria para luego radicarse en Buenos Aires. Pero la ciudad andina la sorprendió y la atrapó. “Estamos súper encantados con Bariloche, enamorados de esta ciudad y de su gente, es una ciudad que ofrece calidad de vida”, contó esta joven de caraqueña de 30 años que emigró de su país en busca de un futuro mejor, agobiada por la crisis económica y social.

Andrea Quintero reimpulsó con sus hermanos en Bariloche, la escuela de danzas caribeñas que tenía en Caracas. Foto: Chino Leiva

A pesar de que al principio no sabía “cómo usar un calefactor”, un artefacto desconocido en su tierra de clima cálido todo el año, Andrea se adaptó rápido al frío: “El primer mes lo recordamos con mucho orgullo, fue parte del crecimiento”, señaló esta ingeniera en Telecomunicaciones que, por ahora, dejó de lado las aspiraciones profesionales y reflotó su pasión por la danza, remontando junto a sus hermanos (que llegaron de manera posterior) la academia de salsa y bachata Quimbamix, que tenían en Caracas antes de migrar.

En paralelo a las clases que dicta en un salón de la calle Mitre, Andrea trabaja en una fábrica de premoldeados, luego de pasar por varios rubros desde el primer mes de su desembarco. Y ahora espera con ansias la visita de su madre que por primera vez llegará a la Patagonia desde que se hizo una barilochense más.

“Deseo de todo corazón que Venezuela cambie, por su gente, por los que quedaron allá y porque es nuestra patria, pero en lo personal no me veo volviendo. Por lo pronto, estoy estable en Argentina y seguiré aportando a este país que me dio muchas oportunidades”.

Quimbamix es la escuela de danzas de bachata y salsa que enseñan los venezolanos en la calle Mitre de Bariloche. Foto: Chino Leiva

Una colombiana en busca del crecimiento profesional


A la neuropsicóloga Caren Rodríguez Rangel la invitó una profesional del hospital Ramón Carrillo a realizar unas charlas sobre autismo y nunca más se fue de Bariloche. “Fue amor a primera vista con la ciudad y el hospital, me encantó lo que vi, acá podía hacer todo lo que había estudiado”, recordó de aquel entusiasmo que la impulsó a tomar la decisión en 2018, y que tuvo el respaldo de su esposo sin dudarlo.

Caren es neuropsicóla especializada en autismo y desde hace 4 años integra el staff del hospital Ramón Carrillo. Foto: Chino Leiva

Caren llegó a la Argentina desde la región de Santander, Colombia, 12 años atrás, para realizar un postgrado en Buenos Aires y no se volvió más. Es psicóloga de profesión y tiene especialidades en neuropsicología y autismo, que desarrolla en el hospital zonal, desde hace 4 años.

“Llegué en invierno y aunque vengo de una zona fría tuve que adaptarme a tener en cuenta cosas que nunca había hecho como comprar una pala para sacar la nieve del techo o limpiar la vereda para salir”, recuerda entre risas desde su consultorio en el ala nueva del hospital.

Hoy dice que puede conseguir en un supermercado frutas de su región y aunque se pagan más caro, disfruta de tenerlas a mano, mientras que otros productos típicos los encarga a Buenos Aires y mantiene una tradición familiar de cocinar las arepas. “Mi abuela hacía arepas todos los viernes y aunque vivamos en otras ciudades nos enviaba para que las tengamos los sábados”, recordó.

“Encontré en Bariloche gente muy formada, aunque más hermética. Valoro que en 20 minutos estoy en mi casa y voy mirando la montaña hasta que llego. Es una mezcla estupenda”, enfatizó la mujer que ahora combina su profesión con la maternidad y aprovecha la virtualidad para seguir formándose.

Caren disfruta de la calidad de vida que le dio Bariloche y de su trabajo en el hospital público. Foto: Chino Leiva

El cubano que siguió el amor y descubrió la radio


Leo “el cubano” es conocido en el ambiente periodístico, pero pocos conocen su historia. De porte grande y voz grave, Leonel Tornes Antunez admite que su llegada a la Argentina tuvo que ver con el amor a fines de los ’90 cuando conoció a una argentina. Y repitió la historia con Bariloche, 14 años atrás.

Nacido en el barrio Buena Vista de La Habana, Leo estudió Comunicación y Producción Artística, y nunca pensó en salir de la isla hasta que viajó a Buenos Aires para visitar a una argentina que había conocido. Estuvo 4 meses y regresó pero al poco tiempo se volvió a ir y ya no retornó, excepto como turista.

Leo «el cubano», es un apasionado de la radio, que le dio trabajo desde que llegó a Bariloche. Foto: Chino Leiva

En Buenos Aires organizó shows de cubanos, fue vendedor de telefonía celular, empleado de cargas y otros rubros. “He vivido una vida de altas y bajas. Viví casi en un penthouse en la Avenida del Libertador y también en barrios del conurbano bonaerense heavy”, señaló para graficar la fácil adaptación de migrante, que no piensa resignar su nacionalidad para no perder su identidad como cubano.

“Desde que llegué a Bariloche me encantó y tuve la oportunidad de empezar a hacer radio”, recordó de aquel 2007 cuando el periodista Marcelo Parra le abrió las puertas de FM Horizonte donde comenzó con su vozarrón a hacer un programa de música latina. Desde entonces pasó por varios estudios de radio y hoy mantiene su tradicional programa “Bariloche en su salsa”, donde fusiona política, actualidad, opinión y música latinoamericana, por FM Milenium.

“Los cubanos tenemos eso que no somos problemáticos, de hecho es un país muy sufrido y sin embargo siempre estamos bailando”, dice entre risas. De los 22 años que reside en Argentina, Leo solo regresó dos veces para retomar contacto con su gente y sobre todo su hijo, que hoy es un joven arquitecto. Pero admite que ya no regresaría: “Tengo toda mi vida acá, voy y me divierto, siento orgullo de ser cubano pero amo este país”.

Desde la radio, Leonel Tornes Antunez difunde la música latina

La llegada constante de extranjeros a la cordillera


En la Delegación de Migraciones de Bariloche, que tiene una amplia jurisdicción, desde Junín de los Andes hasta Corcovado, y hasta Sierra Colorada, en el este, la actividad es permanente a pesar de la pandemia.

Desde el 1° de enero hasta mediados de agosto, un total de 1.089 inmigrantes realizaron trámites de radicaciones permanentes, temporarias e irregulares. De ese total, la mayoría son venezolanos, unos 263, seguidos por chilenos (154), bolivianos (122), otros países del Mercosur (143), europeos (157) y norteamericanos y centroamericanos (95).

“La situación migratoria de Bariloche ha cambiado, en los últimos años hay más venezolanos, colombianos, bolivianos que antes no estaban”, señaló María Rosa Dupin, delegada de Migraciones quien remarcó que la misma tendencia que se registra en Buenos Aires o los grandes conglomerados urbanos, respecto a la migración, se replica en Bariloche con 5 o 6 años de atraso.

Dupin, que trabaja desde hace muchos años en la delegación regional, dijo que “la llegada de chilenos es permanente”. Esa situación, la asoció a vínculos familiares y estudio, principalmente.

Los inmigrantes tramitan al llegar una residencia temporaria que se otorga por dos años y luego pueden pedir la radicación permanente, que tiene una vigencia de 15 años. Y hay quienes optan por la ciudadanía, especialmente aquellos inmigrantes llegados de países en conflictos bélicos que se prolongan.

Para cubrir la demanda, la delegación solo tiene una oficina en Bariloche, donde se realizan las tramitaciones con datos biométricos para los documentos, pero también instrumentó en el último año un operativo para facilitar consultas y otras diligencias con visitas semanales o mensuales a distintas ciudades del área de cobertura como Villa La Angostura, San Martín de los Andes, El Bolsón, Lago Puelo, Esquel y Junín de los Andes.

Hoy a las 9 en el Centro Cívico se realizará el izamiento del pabellón nacional con la participación de referentes de las colectividades radicadas en Bariloche, cada una con su bandera.


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