Aprender a través del juego, un proyecto con el fútbol como herramienta

Con la pelota como protagonista, el Proyecto de Fútbol Municipal de Roca trabaja con cientos de chicos en diez barrios distintos y abarca una enseñanza que va desde lo físico y lo técnico hasta el comportamiento en la cancha. Una historia ejemplar.

Torneo de fútbol para jóvenes. Ante una patada en mitad de cancha, el árbitro toma la determinación de no cobrar falta. Desde afuera se escuchan gritos de los padres, pero adentro de la cancha el panorama no es muy distinto: los niños se quejan con el referí, insultan y se cruzan entre ellos. La escena se repite constantemente, un fin de semana tras otro, en distintos certámenes barriales de la región.


¿Es esta una reacción natural ante una decisión arbitral? Porque quizás tenemos la imagen naturalizada en el fútbol profesional, pero estamos hablando de niños. ¿Cómo se pueden evitar estos escenarios? ¿Cómo se les explica a los más pequeños que la agresión está mal, que no deben enojarse? ¿Cómo se tratan los temas de conducta en el deporte y, por transición, en los distintos ámbitos de la vida?

“El ambiente del fútbol no es fácil. Cuando mi nene era chiquito y jugaba, yo iba a la cancha y salía espantada por la violencia física y verbal, la falta de respeto a los árbitros, las peleas de los padres… Muchas cuestiones antideportivas”, explica Silvana Montanari, Directora de Deportes de la Municipalidad Roca. Ella, junto a un equipo de profesionales de diversos ámbitos, forma parte del Proyecto de Fútbol Municipal, un trabajo en los barrios que tiene como objetivo justamente tocar temas de conducta a partir del deporte. “A través del proyecto, se ha logrado erradicar casi por completo ese clima. Estoy asombrada de la relación que este proyecto ha generado entre los chicos de los barrios y los profes”, agrega la Directora.

Para entender el avance del Proyecto, es necesario hacer marcha atrás. Porque Silvana es Directora de Deportes hace pocos meses, pero el tema viene de hace rato. “Este trabajo surgió entre 2008 y 2010 aproximadamente, y fue propuesto por un profesor que hoy continúa trabajando, que es Luis María Valdes, lo conocen como ‘Chiqui’. A él lo acompaña como coordinador del área de fútbol otro profesor, que es Milton Salazar. Ellos son los referentes, los coordinadores del área de fútbol de la Dirección de Deportes municipal”.

Son las 17:30, y la canchita de Fiske está repleta de niños y niñas. Pelotas, aros, conitos, vallas… Todo indica que habrá una jornada movida para los pequeños, de entre 4 y 11 años. Pese a que se ve mucho movimiento, el líder barrial, David Morales, advierte que aún faltan llegar chicos. “Fiske termina siendo un epicentro de toda la zona universitaria. Tenemos una estadística de más o menos 3500 familias entre Fiske, asentamiento Argentino, La Lomita, Quinta 25, las 500, las 250 y demás barrios”, explica Morales, que se muestra cómodo trabajando con su gente. Está en su barrio, su lugar. Se nota la pertenencia.

Los momentos de sociabilización, fundamentales en un contexto donde los niños necesitan divertirse en grupo.


“Nosotros siempre nos preguntábamos por qué no podíamos estar en los barrios. Por eso se propuso este proyecto, con la idea de poder trabajar como un cuerpo técnico con los grupos. El proyecto se llama ‘Patrones de conducta en la etapa formativa’ y abarca muchas distancias. Cuestiones de espacio, cuestiones físicas y demás. Ya tenemos más de 10 años en los distintos barrios”, explica el “Chiqui”. Valdes relata su trabajo con emoción, como si aún fuera el primer día. Ríe, disfruta, charla con los chicos al pasar. El también es uno más en el barrio, uno más en cada barrio.

“Cuando me citaron para trabajar, me comentaron sobre las peleas que había en los torneos, entre árbitros, chicos y padres. Y a partir de ahí empecé a ir a los barrios, charlar con los padres, charlar con los clubes, con los presidentes… y también a pasar filtros visuales, porque en muchos lugares no nos conocían y no sabían qué íbamos a hacer”, comenta. Tuvo que enfrentarse a situaciones incómodas, con grupos de padres que quizás no entendían bien el objetivo y lo miraban con desconfianza. Pero lejos de confrontar, Valdes entendió que el diálogo era el camino. Con paciencia y charla, logró explicarle a todos sus intenciones. Y la aceptación llegó por el tiempo, pero también por los resultados.

Por ejemplo, si un chico tenía mal comportamiento durante un entrenamiento o un certamen, se le explicaba por qué eso no debía ocurrir. Y si bien la mayoría entendía, algunos se enojaban. “Ese mismo chico, muchas veces se va del barrio por algún motivo, y puede pasar que se vaya enojado. Pero después cuando cae a otro barrio, nos encuentra a nosotros, porque estamos trabajando ahí también. Y eso nos permite explicarles el por qué de aquella primera charla”, explica Valdes. Persistencia. Explicar una y otra vez, hasta que el chico entiende que lo que se hace es por un buen motivo.

Según explica Montanari, las situaciones de violencia se advertían principalmente en los torneos: “Los equipos llegaban a las ligas municipales sin tener contacto con los profes o los árbitros. Entonces no había vínculo entre nadie, era solo llegar, competir y listo. Y ahí el árbitro era una figura ajena a los chicos. Lo insultaban, le decían de todo. En cambio, cuando los profesores se empezaron a acercar a los barrios, lograron intervenir en las clases con un apoyo pedagógico, técnico y físico. Ellos van y refuerzan la clase del monitor, entrenador o referente de cada barrio”.

El fútbol funciona como herramienta transformadora.


Es así que el Proyecto tiene como principal argumento un trabajo integral para solucionar estas cuestiones de conducta. No abarca solo lo futbolístico: en todo caso, la pelota es una herramienta más para tratar otros temas. Y una muestra de ello es que, más allá de los distintos entrenadores de fútbol, la cabeza del Proyecto tiene otro enfoque. “El ‘Chiqui’ no es profe de educación física, sino que es Operador en Salud Mental. En su caso, si bien fue jugador de fútbol, se dedica a la parte social, con la intención de erradicar estas situaciones que existían antes”, comenta Montanari.

Al respecto, el Chiqui explica que “trabajo la comunicación, la pertenencia, la predisposición a las tareas… Yo escucho a los chicos y después articulamos, es algo integral. Si hay un chico que no tiene predisposición para los trabajos, lo hablo con el líder barrial, para que él charle con el niño y vea cómo seguimos. Ahora, cuando el grupo me da el permitido para intervenir, sí lo podemos charlar directo. Pero si no, no me meto, es un trabajo articulado con los líderes. No podés entrar de golpe en un grupo que no te lo permite, porque es un impacto grande para los chicos”.

“Hace como 5 años que juego acá, y me gusta venir para jugar y pasar el tiempo con mis amigos”

contó Josué, de 16 años, un gran jugador.


Una de las piedras angulares del proyecto es, según asegura Valdes, trabajar desde el valor humano. No desde el producto, como pasa por ejemplo en Neuquén, donde se le dio una cancha de césped sintético a distintos barrios o instituciones. “Acá trabajamos lo humano, si después llegan los recursos, mucho mejor”, explica el referente, al tiempo que advierte que “este es un trabajo para el devenir también. Quizás mañana ninguno de los que está acá sigamos, pero si es importante que los que vengan sepan qué se hizo acá, qué se trabajó”.

Hay 8 profesores participando en el Proyecto, con la intención de abarcar a la gran cantidad de chicos que asisten pero también para permitirse brindar distintos espacios de trabajo. “Quizás estamos entrenando acá, y por ahí al costado un profesor separó a un jugador para explicarle algo que tiene que corregir de su comportamiento, o para preguntarle cómo está hoy”, desliza Valdes.

Las madres se acercan a acompañar, pero también se suman.


Cae la tarde sobre la cancha de Fiske, y mientras el sol se oculta, el frío gana terreno. Sin embargo, el paisaje no varía: alrededor de la cancha, los padres miran atentos a sus hijos. Algunas madres, varias de hecho, aprovechan para trotar alrededor de la cancha y hasta se animan a hacer algún entrenamiento (y hasta un picadito) comandadas por David. Hay muchísimos chicos, pero están bien acompañados.

“Vos mirás a los padres que vienen y están todos tranquilos. Y eso es porque después de mucho tiempo de trabajo, se sienten seguros acá. Están en un proceso de afiliación al lugar, tratando de generar pertenencia. A la pertenencia hay que trabajarla, en los barrios y también en los clubes. Muchas veces a los chicos les dicen que en los clubes por ejemplo está lleno de malas personas, y van negados. Y allá al primer cruce lo mandan de vuelta diciendo que son conflictivos, y vos nunca trabajaste la pertenencia para que ese chico siga”, explica el Chiqui.

“Vengo al club porque me gusta mucho jugar al fútbol y quisiera ser jugadora. Acá somos todos amigos”

explicó Malena, de 11 años, una de las cracks.


Hace ya más de diez años, barrio Noroeste fue el primero en abrirle las puertas al Proyecto. Y según comentó la Directora de Deportes, se fue construyendo una relación entre los niños y los profesores que fue fundamental para la expansión: “Ya no los ven como árbitros, son profes que vienen a ayudarlos, a capacitarlos y a darles una mano a los referentes barriales que muchas veces hacen lo que hacen por amor a los chicos del barrio, para tratar de generar un lugar de contención y sacar a los chicos de la calle”, asegura. Cada profesor tiene un cronograma y se van repartiendo los días en los distintos barrios, con un esquema rotativo. El Proyecto abarca unos 10 barrios, pero continúa expandiéndose.

Una particularidad muy interesante es que se promueve la utilización del fútbol como herramienta de transformación, y se hace de forma didáctica: hay partidos y torneos, pero si es necesario realizar adaptaciones, se hacen. “Por ejemplo, la parte reglamentaria se decide en conjunto. No hay un reglamento típico, se hacen adaptaciones de acuerdo a las problemáticas que se advierten en el transcurrir del juego o en las clases. Y eso ayudó mucho a disminuir las cuestiones antideportivas”, asevera Montanari.

Las chicas también tienen su espacio. Por primera vez, habrá un torneo municipal de fútbol femenino este año.


“En una época, en el Torneo Municipal solo llegaban 3 equipos a las finales, de un montón de participantes. Y cuando asumimos dijimos que no queríamos eso, empezar a buscar el impacto positivo: dividirlos en grupos, y que salgan 1°, 2° y 3° por ejemplo. Y eso generó que los chicos dejaran de pensar en el resultado y en la tabla, y disfrutaran el juego”, agrega Valdes, explicando también cambios en el formato de juego.

El Proyecto avanzó mucho en estos años, pero no se detiene. “Este año, por primera vez, se va a hacer una liga de fútbol femenino municipal. Hay que decir que la mayoría de los equipos no son propios de la Municipalidad, pero este año se crearon dos escuelas municipales propias. Una es de fútbol femenino en el Patronato, y otra es de fútbol mixto en CEPLA. Ambas son del Municipio, y próximamente se va a abrir una más de fútbol femenino en el playón del Polideportivo Gimena Padín. Una de las cosas que la Intendenta pidió es que se haga crecer al fútbol femenino”, comenta Montanari. Y en los barrios, los equipos mixtos y los equipos femeninos ganan cada vez más territorio, como debió haber sido siempre.

Oscurece. Quedan los últimos minutos del entrenamiento. Después de una foto grupal, los niños preguntan si pueden seguir entrenando. Y con una sonrisa (barbijo mediante, pero se advierte en los ojos y en el tono de voz), los profesores les dicen que sí. Que aprovechen a divertirse.

Luis Valdes, David Morales y Emma Rodríguez, uno de los profes.

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