Análisis: la Ruta 22, un reflejo de la decadencia que sufre el país
El presidente Alberto Fernández anunció la inauguración de uno de los tramos de la ruta, que ya lleva más de 15 años en ejecución. Como tradicionalmente ocurre en un año electoral, el primer mandatario prometió más obra pública y criticó la gestión anterior.
El primer presidente que habló sobre el proyecto de ampliación de la Ruta 22 fue Eduardo Duhalde, cuando la regionalización del país era un tema de agenda del Ejecutivo. Quien retomó la posta de esta importante iniciativa fue Néstor Kirchner, en 2005. Anunció que el proyecto ya estaba siendo analizado por Vialidad Nacional y que prontamente las obras darían comienzo. En noviembre del año siguiente se concretó el esperado llamado a licitación para la ampliación del primer tramo de la Ruta 22, que iba desde Chichinales a General Godoy.
Este acontecimiento fue dado a conocer formalmente -ese mismo día- por el entonces senador nacional Miguel Pichetto y el gobernador de Río Negro, Miguel Saiz. Anticipaban que los recursos iban a salir del Fondo Fiduciario que había creado el ministro de Obras Públicas, Julio De Vido, cuyo manejo quedó en manos de una de las secretarias, a cargo en ese momento de José López; «Josecito», como se lo llamaba cariñosamente en el entorno de la hoy vicepresidenta Cristina Fernández. El mismo funcionario que, años después, terminó tirando millones de dólares de la corrupción dentro de varios bolsos, en un convento de monjas en la zona norte de Buenos Aires.
Una mirada retrospectiva de la ampliación de la Ruta 22, nos muestra que el inicio de las obras claramente no fue el mejor.
El relato oficial daba cuenta que toda la traza de la Ruta 22, desde Cipolletti hasta Chichinales de poco más de 93 kilómetros, iba a ser totalmente terminada en cinco años. Por supuesto, los anuncios políticos nunca se cumplieron. Miles han sido las excusas y cientos los argumentos -concentrados en la herencia recibida- que intentaron respaldar los continuos retrasos. Llevamos cinco gestiones presidenciales desde la primera licitación y el 50% de la obra está todavía sin ejecutar. El restante 50% está inaugurado, pero al estilo argentino: con tramos sin finalizar, con las colectoras a medio hacer y con pasajes peatonales sin definir, entre otros tantos puntos.
Hoy el presidente Alberto Fernández intentó poner algo de épica en la inauguración de un nuevo tramo de la Ruta 22, tal como lo hicieron Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Mauricio Macri en su momento. Pero el valor de la palabra política está muy devaluado en el país y esto se reflejó en el poco entusiasmo social existente.
El Gobierno intenta mostrar los grandes momentos por lo que está pasando la Argentina, pero las frías estadísticas golpean constantemente al relato oficial. La agenda de la gente está cada vez más lejos de estos pomposos anuncios del Gobierno.
Hay un cierto grado de analogía entre la decadencia que sufrió este país en los últimos 20 años y la evolución que ha tenido la ejecución de la obra pública en la Ruta 22. Los falsos anuncios, los millonarios retornos de la corrupción, las promesas incumplidas y los muertos generados por la mala gestión, son tan solo algunos de los puntos que une la tragedia nacional con su obra pública. Pero nadie se responsabiliza de lo actuado en todo este tiempo. Las señales que están dando hoy los políticos muestran que difícilmente el escenario vaya a cambiar en el corto plazo. Que el presidente Fernández anuncie la inauguración de un pequeño tramo de una obra que ya lleva más de 15 años en ejecución, refleja que la política sigue estando por encima de la agenda -necesidades- de la mayoría de los argentinos. Es vergonzoso ver cómo nadie quiere hacerse cargo del país que se está desplomando, social y económicamente, de a pedazos; tal como los anuncios que hoy hizo el presidente sobre la obra de la Ruta 22.
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