Aseguraron ser víctimas

ZAPALA (AZ y AN)- «Pensamos que nos matarían. Varias veces lo creímos». David Aronoff, el nexo que utilizaron los delincuentes que intentaron asaltar el Bansud para contratar la aeronave, tiene 43 años y dice que vuela desde los 18. Es de baja estatura, rubio y pequeños ojos claros.

Junto a Gustavo Fiorito y Leonardo del Guercio, piloto y copiloto respectivamente de la empresa VIP Air del diputado Miguel Toma, contaron una historia de película en torno al episodio que conmovió al país.

«Estamos amenazados y por gente pesada. Tenemos miedo, porque nos amenazaron permanentemente, nos decían que conocían a nuestras familias, y después de llegar a Zapala también nos intimaron», dijo a los cronistas después de ser liberado.

«Hay dos integrantes de la banda en la ciudad y tenemos que tomar todos los recaudos», señaló el abogado Jorge Favre, que los defiende en el proceso.

Aronoff es piloto de los aviones de la casa central de Renault en Francia. «De los últimos doce días, pasé siete durmiendo en los hoteles Sheraton, Hyatt, Shilton, en San Pablo, Río de Janeiro, Curitiba, y cinco en encerrado en tras las rejas», señaló con una sonrisa.

«Pará, pará que me quema», dice que le gritó a Fiorito cuando en la mañana del miércoles, tras el fracasado asalto, Fridman lo apuntaba con una pistola mientras Escobar se le acercaba con el cabo primero Figueroa de rehén.

«Recién cuando el patrullero alumbró al auto del delincuente y lo vimos con el rehén, nos dimos cuenta de que era un asalto. Gustavo empezó a corretear, pero lo paré porque si no me tiraba», contó ayer.

Añadió que Fridman -«el más viejo, de frente amplia»- era el que daba órdenes. Cuando se le preguntó cómo, con quién y cuándo hizo el contacto para contratar el avión, se negó a responder. Tampoco habló de otros puntos claves del episodio.

Argumentó que no lanzaron señales de auxilio porque Fridman les advirtió: «no quiero héroes», y les vigilaba el instrumental. «Lo primero que nos dijo fue que vayamos para el lado de Necochea y nos impidió que tocáramos nada del panel de instrumentos».

«El código 7500 (avión en secuestro) sólo lo podía leer el radar de Tandil, si está encendido», comentó.

Según la versión de los tripulantes, hubo «un pacto de vida» con los delincuentes: aterrizaban en un campo, los dejaban y seguían viaje con el rehén.

«Era un camino de tierra, Gustavo aterrizó y sin que se detuviera el avión, abrimos la puerta y ellos se tiraron. Se olvidaron los bolsos, les preguntamos ¿los quieren? «Sí, tiralos», dijeron», relataron.

«Lo dramático fue que justo venía de frente un Mercedes Benz 1112 amarillo y yo no podía cerrar la puerta, por el golpeteo del avión. Como la puerta estaba abierta a Gustavo se le encendía la luz que indicaba que no podía despegar. Hasta que pusimos potencia de emergencia y salimos», relató.

Recién ahí se «acordaron» del rehén, que estaba encapuchado y pedía que lo liberaran porque se ahogaba: «Cuando lo destapé me preguntó (Figueroa) a dónde íbamos. Le dije que a Buenos Aires y me respondió: yo quiero ir a Zapala. Entonces te equivocaste de avión, le respondí».

Sacaron una barra y liberaron al rehén. «Después él mismo se sacó un prendedor del uniforme y con un alfiler se destrabó las esposas», narró.

Favre dijo que cuando Ezeiza recepcionó el «7500» le ordenó al avión que siguiera el vuelo. Recién cuando una aeronave de LAPA le advirtió a la torre que la aeronave atravesaba una situación de secuestro tomaron conciencia de lo que pasaba. Dicen que «todo esto está grabado».