Vacaciones de invierno en Puerto Madryn: la emoción de los primeros avistajes de ballenas
Tras un año sin realizar avistajes debido a la pandemia se retomó la actividad. Y los cetáceos, que ingresaron al Golfo Nuevo, se muestran más activos que nunca. Los nuevos protocolos y las tarifas.
“Yo propuse que siguiéramos navegando, aunque no lleváramos pasajeros. No quería que dejaran de escuchar el ruido de los motores, para que no se fueran a otro lado. Porque son curiosas y algo les pasa cuándo nos escuchan llegar. Ellas son las que cada año nos avistan a nosotros”.
Con estas palabras, cargadas de una profunda emoción, Pablo Marmo, un guía ballenero de “toda la vida”, inauguró una nueva temporada de avistaje de ballenas francas, esas gigantes del mar que, para esta época y hasta bien entrada la primavera, llegan al Golfo San José, en Chubut.
Su emoción era distinta a la de los pasajeros. Porque, debido a la pandemia, por un año entero los viajes tuvieron que discontinuarse. Por eso, para él, navegar aguas adentro y comenzar a ver, en la superficie del mar, esos manchones oscuros que indican que, abajo, están nadando las ballenas, tuvo la magia que guardan los reencuentros. “Acá están, como siempre. Salúdenlas, que ellas nos ven. Y, si llamamos su atención, se acercan más” se entusiasmó.
Entonces, lo que parecía el dibujo de una mancha de aceite se corporizó, y emergió un cuerpo enorme. Cuando todos lanzaron sus flashes, la sorpresa creció, porque el animal entreabrió uno de sus ojos, que brilló como un espejo. Luego, se volvió a sumergir.
Ésa fue sólo una de las postales que arrojó la aventura, que arrancó bien temprano. Es que Puerto Pirámides, la playa de la que parten las naves de las empresas que proponen avistajes, está a 100 km de Puerto Madryn. La pandemia también hizo de las suyas en esa ruta, que, como tantas de la Patagonia Atlántica, llevan al mar bordeando la aridez del monte, que siempre está cubierto por esa vegetación que crece ‘agachadita’, para que el intenso viento no perturbe los planes. ¿Y en que incidió el virus? En el escaso tránsito del año pasado, que hizo que la fauna autóctona se distendiera. Por eso, hoy, los guanacos y las maras se muestran más activos que nunca, y hacen entretenido el camino a la costa.
El ingreso a Pirámides es todo un espectáculo. Es una playa que parece pequeña, como encajonada, compuesta por tres bajadas y escoltada por un enorme murallón natural al que le debe su nombre. Porque, desde el mar, la forma triangular que dibuja la piedra hizo que los navegantes comenzaran a distinguirla por esa “pirámide”, mucho antes de que el turismo descubriera su encanto.
El lugar tiene un aire de cuento. Se multiplican las construcciones de madera que albergan a las operadoras de avistajes, aunque varios edificios de fachadas modernas le aportan un estilo de coqueto balneario.
Subir al semirrígido marca el inicio de la travesía. Los pasajeros rondan las 25 personas, por el tamaño de la nave y los aforos que, ahora, rigen por el protocolo.
Entrar en ese paisaje es toda una experiencia. El viento salado que roza la cara, los colores del amanecer desplegándose en el cielo y el mar alrededor, ocultando, al principio, la riqueza de su fauna.
Pero ese ocultamiento es transitorio. A poco de navegar el agua se llena de manchas oscuras. “Aprendan a mirar” dice el guía. “Debajo están las ballenas. ¿Ven sus cuerpos, y esas callosidades blancas que las distinguen?” indica. No tiene que explayarse mucho, porque los animales emergen y comienzan a mostrarse. Una aleta, las colas…Y, de pronto, una de ellas pasa por debajo de la embarcación, provocando una vibración a bordo que emociona a todos.
La otra etapa del viaje es aún más asombrosa. Es que se navega hacia un sector más profundo, donde los cetáceos retozan y dan grandes saltos, mostrándose en su plenitud.
“Se comunican entre ellos” retoma Pablo, el guía ballenero, que cuenta que los golpes de las colas contra el agua son una forma de generar vibraciones que esconden mensajes, indescifrables para nosotros.
Justamente, los sonidos son otra de las maravillas que acerca el avistaje. Es que oírlas respirar, mientras el aire se cubre de la espuma que impulsan, es otro de los regalos que deja la experiencia. “Salen a respirar y, después, se ponen más activas y pueden dar saltos. Que generalmente son tres” continúa Pablo, que logra que cada uno de los pasajeros no pierda detalle de la aventura.
«En eso estamos» de RN Radio dialogó con Claudio Nicolini, capitán de lancha y fotógrafo, sobre los avistajes de ballenas en Puerto Pirámide, Chubut. Escuchá la nota completa y viajá un rato a la Península Valdés:
-El avistaje embarcado se realiza partiendo desde Puerto Pirámides, que está a 100 km de Puerto Madryn. Varias empresas ofrecen la actividad. Y existen naves de diferentes tamaños, ya sean semirrígidos, lanchas o catamaranes.
-La pandemia acotó el número de pasajeros en un 20 o 25%. Por eso en las más grandes, que podían llevar hasta 70 personas, hoy llevan menos. Y las más pequeñas, que llevaban 36, ahora trasladan 25.
-Los precios de la actividad, hasta el 31/8, serán de $5250 para mayores y $2530 para menores. Mientras que desde el 1/9 hasta el 15/12 serán de $7875 y $3940, respectivamente.
-Aunque el avistaje embarcado es una experiencia única, las ballenas se aprecian desde cualquier punto de la costa de Puerto Madryn. Una de sus playas, El Doradillo, se distingue por ser la más propicia para el avistaje costero. Queda a escasa distancia del centro y, por su profundidad, los cetáceos se disfrutan muy cerca de la orilla.
-Debido a la pandemia, la Provincia de Chubut sólo exige requisitos puntuales para los que lleguen desde Buenos Aires por transporte público aéreo o terrestre. Les piden un PCR negativo realizado 72 horas antes del ingreso, exceptuando a los menores de 10 años.
-Además se activaron los vuelos directos desde Buenos Aires. Llegarán los jueves y los domingos.
Comentarios