No volvamos a la trágica normalidad
La flexibilización de la movilidad urbana e interurbana desde fines del año pasado permitió a buena parte de la población reanudar actividades cotidianas restringidas por la pandemia, pero trajo consigo un aumento de viejos problemas, como la siniestralidad vial, que sólo en las últimas dos semanas se cobró ya 12 vidas en las rutas de la región.
El año pasado nuestro país mostró notables mejoras en los índices de mortalidad y morbilidad vial, bajando de un promedio de 20 vidas perdidas cada día en 2019 a 14. Pero esto no fue consecuencia de mayor conciencia o de una mejora en la seguridad vial, sino a la drástica reducción de circulación por el confinamiento obligatorio. Con las reaperturas desde mediados de año, los índices negativos se dispararon nuevamente.
Según el Instituto de Seguridad Vial (ISEV), en abril y mayo las muertes en siniestros viales aumentaron un 96% y las de lesionados graves casi un 26% respecto de 2020. Pero incluso comparando enero de 2020 con igual mes de 2021 (aún no se había declarado la pandemia) las cifras son negativas. Las características de los accidentes volvieron a ser similares: mayor incidencia de los fines de semana, choques laterales en el sector urbano, frontales en el rural (rutas) y un altísimo porcentaje de factores humanos involucrados (exceso de velocidad, alcohol al volante, distracciones por uso de celular, falta de elementos de seguridad, no respeto de las señales de tránsito). Como recuerda la organización Luchemos por la Vida, mientras países como España, Canadá, Suecia y Holanda redujeron entre un 54 y un 80% la cantidad de víctimas de siniestros viales entre 1990 y 2018, Argentina ha mantenido casi invariable la cifra de 7.500 fallecidos anuales, casi 20 por día. Si se mide en términos económicos, el costo material de estos hechos llega a los 8.000 millones de dólares anuales, un 2.1% del PBI.
Nuestra región no es ajena a esta realidad. La semana pasada al menos 12 personas murieron en choques frontales durante sobrepasos o con animales sueltos en rutas de la región, y las guardias de los hospitales de las principales ciudades de las provincias son testigos del aumento de la cantidad diaria de lesionados graves producidos por choques y atropellos en la zona urbana, con una incidencia cada vez mayor de las motocicletas, en la medida que crece su uso.
Las distintas organizaciones aprovecharon la fecha del 10 de junio (Día de la Seguridad Vial) para recordar el compromiso el Estado argentino de reducir en un 50% las muertes en este rubro para el 2030 y renovar las recomendaciones para mejorar las condiciones del tránsito en el país.
A nivel de regulaciones, la novedad es un compromiso creciente para bajar la velocidad de circulación en las ciudades a 30 kilómetros por hora (especialmente en vías compartidas con bicicletas o peatones), compromiso que ya asumieron 22 ciudades del país, entre ellas Bariloche. También aumentar el control y evitar el consumo de alcohol o drogas al volante, el uso de celular mientras se conduce y hacer respetar la prioridad de paso a los peatones.
En materia de seguridad personal: incentivar y exigir el uso permanente y generalizado de cascos en ciclomotores y bicicletas, cinturones de seguridad y sistemas de retención infantil en vehículos.
En la infraestructura vial: mejoramiento de calles y rutas; controles eficaces, sistemáticos y sanciones efectivas a los infractores; un sistema nacional único para el otorgamiento de licencias de conducir que incluya puntuación y capacitación de conductores y la educación vial sistemática en escuelas. Estimular el uso de vehículos alternativos, como la bicicleta, con infraestructura acorde.
Sin dudas la dura realidad de siniestros viales cada vez más graves y frecuentes obliga a un cambio de mentalidad, de usos y costumbres y de mayor respeto a las normas de tránsito, para que la “nueva normalidad” tras la pandemia sea un espacio público cada vez más seguro y disfrutable y no la trágica realidad que a menudo vivimos.
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