El hambre, un signo de la pandemia que preocupa en la región
Desde hace un año, la demanda en los comedores de Río Negro y Neuquén no para de crecer. Los merenderos dan almuerzo y cena, familias de los barrios cocinan en sus casas para ayudar. Algunas organizaciones alertan sobre la emergencia alimentaria.
En muchos barrios de la norpatagonia los recipientes de plástico que viajan de los comedores a las casas en busca de comida, se multiplicaron con la pandemia. El covid, no solo llena los hospitales, también deja su consecuencia en las mesas de neuquinos y rionegrinos, que no tienen para comer.
Con las restricciones, las familias que tienen trabajos informales vieron como se desmoronaron sus posibilidades. “Hay vecinos con changas quincenales, como un albañil, diarias como los ambulantes y en el caso de las empleadas domesticas muchas patronas están en casa y por más que siguen cobrando, le dicen ‘no te voy a necesitar por un tiempo’. Por eso familias completas dependen de la asistencia alimentaria del comedor o merendero”, dijo desde Neuquén Sebastián Ibalos de Barrios de Pie.
En el panorama, todo es difuso. Los hospitales muestran números preocupantes, por eso desde las organizaciones se preparan en estos meses de frío para recibir más gente. “Cada vez crece más la demanda de asistencia. Muchos merenderos debieron pasar a ser comedores para llegar a todo el grupo familiar. Antes de la pandemia, era para los chicos, para la taza de leche y ahora va toda la familia”, dijo Ibalos.
Los pequeños y medianos comerciantes, los vecinos más cercanos a los barrios, mercado concentrador, algunos gremios, dan donaciones. Queda el invierno por delante y Sebastián refuerza que se está en emergencia social, que hay que tomar medidas transitorias, reforzar las economías de las familias hasta que se reactive la economía familiar, porque los índices en lo alimentario son preocupantes.
“Tenemos pibes con malnutrición 49% de los pibes que asisten, sobre 1066 pibes relavados, presentan un problema de malnutrición, bajo peso u obesidad. Es alto el nivel de obesidad, porque se come lo que se puede. Y aumentó la obesidad en los últimos 6 meses de los bebes de menos de dos años, porque comparten dieta con los adultos”, concluyó.
En números
- 49%
- de los niños de 2 a 18 años en Neuquén presentan malnutrición, según un estudio de Barrio de Pié sobre 1066 niños.
- 34.9%
- de los lactantes de 0 a 2 años presentan malnutrición en Neuquén, sobre todo obesidad o sobrepeso, de acuerdo a la misma investigación.
En Cipolletti
Lila Calderón de la organización Dignidad Rebelde, hace años trabaja en los barrios y asiste necesidades de los vecinos. Desde que comenzó la pandemia ve como se acentuó la necesidad, como el hambre llegan a la casa de muchos que nunca habían pisado un comedor.
Tienen unos 10 comedores y 30 o 40 merenderos en toda la provincia. Cocinan al mediodía, a la noche y no se detienen. “Los comedores y merenderos no dan abasto. Hay filas, a éste, están viniendo 130 familias. El comedor de la noche, se hace con voluntariados. Los que ayudan están cansados, muchos tuvieron covid, y tenemos miedo”, dice Calderón desde el Barrio Anahí Mapu de Cipolletti.
Para Lila el Estado debe garantizar el alimento para su población y por “cada comedor que se abre es un fracaso para el gobierno que sea”, subraya. Deben ser estrictos con los protocolos. Los que cocinan, cobran salarios de 10 mil pesos y no pararon ni un solo día en la pandemia. Por eso reclaman las vacunas. “Somos esenciales porque alimentamos a miles de vecinos en las barriadas populares”, jura Lila.
“Abrís la puerta y ves la cantidad de familias enteras que esperan, porque es lo único que se va a echar a la boca antes de dormir”
Lila Calderón de la organización Dignidad Rebelde, Cipolletti.
También ve en su recorrida por las calles que hay mucha pobreza. Sostiene que la gente va a seguir volcándose a los comedores porque no hay opción, por eso el Estado debe fortalecer estos espacios y cuidar a los que van a cocinar.
“Por 10 mil pesos que cobran, el covid los mata. Es digno lo que hacemos, y no es indigno venir. Llegan a venir hasta maestros, porque no llegan a fin de mes. La gente necesita trabajo genuino y no se va a dar en pandemia”, dijo Calderón.
En General Roca
Durante 2020, el registro de merenderos tuvo varios cambios. El año comenzó con 45 y finalizó con 62 merenderos registrados. En lo que va de 2021, se presenta un crecimiento en la demanda y el registro de merenderos llegó a 71 inscriptos. La inversión del Municipio para este rubro a la fecha es de más de $4.600.000.
En el comedor Los Chavitos, de la ciudad, cuentan que la necesidad crece y como muchos merenderos, se dieron cuenta que con el precio que tiene la leche, podían brindar un plato de comida.
Rocío Morales de Los Mirlos, hace 4 años trabaja en el comedor y en este tiempo de pandemia nota que la necesidad se suma. El año pasado llegaron a hacer almuerzo, merienda y cena.
“No paramos de trabajar nunca, la gente necesita comer, muchos papás se quedaron sin trabajo. Antes eran 20 familias que venían a tomar la leche, pero después estalló. El año pasado tuvimos 80 familias que retiraban almuerzo merienda y cena todos los días. Ahora vemos que de vuelta están llegando cada vez más”, dijo Rocío.
Río Colorado
Una familia abrió las puertas de su casa, reacondicionó un quincho, reunió ollas y comenzó a cocinar para cientos de vecinos de los barrios Unión, Villa Mitre y Buena Parada, muchos desempleados y otras familias numerosas que se encuentran aisladas o transitando la enfermedad del covid.
María Virginia Valenzuela y los suyos llamaron a la iniciativa: “Las manos de Emanuel”, en memoria del hijo menor que falleció en un accidente (Ver arriba) y los lunes, miércoles y viernes cocinan desde temprano en Ramón Tuero 1358.
Contaron que en las redes sociales le avisaron a la comunidad del proyecto y acudieron a la solidaridad para reunir donaciones. El primer día fueron poco más de 40 viandas, al finalizar la segunda semana el número de inscriptos se triplicó y se sumaron otros barrios, por eso están pensando en agregar más días y buscar un lugar más amplio para cocinar.
Virginia resalta la solidaridad: “esto no se podría llevar adelante sin la colaboración desinteresada de la gente. Los que colaboran están con lo justo, no les sobra nada, pero están presente todos los días”, dijo y aclararon que solo se recibe mercadería y no dinero y se excluyen de las banderas políticas y religiosas.
“Quería hacer algo por los vecinos que menos tienen”
Hace un par de semanas María Virginia Valenzuela reunió a su familia alrededor de la mesa y les planteó que sentía la necesidad de hacer algo para ayudar a sus vecinos y recibió una rápida repuesta: “Vamos para adelante, te acompañamos”.
Casi sin mediar palabras se organizaron y en poco tiempo el grupo se puso en marcha y nació el comedor Las manos de Emanuel, en memoria del hijo menor de Virginia, que falleció en un accidente de tránsito.
El 10 de septiembre del 2019 en la ruta 22 cambió para siempre la vida de los Valenzuela. Esa noche llovía y los cinco integrantes de la familia regresaban del Alto Valle. Habían ido por temas de salud en un auto que perdió el control y dio algunos tumbos en la banquina. En el trágico hecho murió su hijo Emanuel de 16 años, que fue despedido del interior del auto.
“Siempre estuvo en mí hacer algo por la gente, ayudar o colaborar con los que menos tienen. El accidente que tuve hace un año y nueve meses en el que perdí a mi hijo Emanuel me llevó a un estado de depresión. Puedo ir al gimnasio, hacer otras actividades para mejorarme, pero nada de eso me llenaba el alma”, reflexionó Virginia.
“Al ver que muchos la pasan mal, porque se quedaron sin trabajo o por el covid, decidí aportar un granito de arena en el desierto”.
María Virginia Vázquez
Al ver que muchos de sus vecinos la estaban pasando mal, porque se quedaron sin trabajo, familias enteras que por el coronavirus perdieron familiares, mujeres solas con hijos chiquitos sin nada, “decidí aportar un granito de arena en el desierto y cocinar al menos un plato de comida para todos aquello que lo necesiten”, agregó.
Mientras revuelve dos grandes ollas con presas de pollo y carne picada para el tuco y su cuñada hace lo mismo en otros recipientes donde se volcaron 16 paquetes de arroz. “Vivía en una burbuja, sabía que había necesidades pero no tanta. Ahora tomo dimensión. Al final del día nos queda a todos el corazón gratificado al saber que al menos pudieron comer un plato de comida caliente”, comentó.
Los días que cocinan, desde temprano Virginia y su cuñada Cristina Contreras organizan el trabajo con la colaboración de sus hijos y otros familiares como Elías Muñoz, Lautaro Muzzi, Emilce Rivas, Gustavo Muñoz y Aníbal Valenzuela. Todos sincronizados para que después de las 11,30 llenen los recipientes de quienes llegan hasta la casa a buscar las porciones contundentes, que en la mayoría de los casos se extienden a la cena.
“Ojalá que la gente no se canse de ayudar con sus donaciones. Tenemos las esperanzas que alguien con mayor poder adquisitivo se pueda sumar a colaborar con mercadería, eso nos garantizará ampliar este proyecto y que lo podamos continuar hasta que la situación de todo mejore. Lo ideal sería que cada quien es su casa pueda cocinarse lo que desee y no tenga que depender de algún espacio como este para poder comer”, comentó Virginia.
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