Quinientos libros para luchar contra el oscurantismo en Neuquén

En 1907 se inauguró la primera biblioteca pública. Sus fundadores eran miembros de la Masonería y buscaban impedir el avance de los dogmas en contra de la difusión de la cultura.

Los libros fueron y son en todos los tiempos una de las mejores herramientas para derrotar la ignorancia y hacer libres y autónomos a los pueblos. Y las bibliotecas públicas igualan a todos en el acceso al conocimiento y dan batallas ideológicas.

En eso estaban pensando aquellos hombres que impulsaron y desarrollaron la nueva capital del entonces Territorio del Neuquén, en el paraje Confluencia.
Hoy nos vamos a remontar al 27 de mayo de 1907, cuando bajo el nombre “Rivadavia” abrió sus puertas la primera biblioteca pública del territorio.

El proyecto, como tantos, lleva impresos nombres y hombres reconocidos de la historia de estas tierras. El archivo del museo Paraje Confluencia, da cuenta de que la institución contó desde sus inicios con el apoyo del gobierno del territorio y destacados miembros de la comunidad, entre ellos, Carlos Bouquet Roldán, Eduardo Talero, Abel Chaneton, Benjamín Piuma, Ferruccio Verzegnazzi y José Edelman.

¿Cómo iniciaron la tarea de abrir la primera biblioteca? Con tiempo y con gestiones antes todos los organismos a mano.

Las crónicas de la historia cuentan que “desde octubre de 1905, comenzaron a reunir los libros que el gobernador Bouquet Roldán solicitó a ministerios, instituciones y particulares. La acumulación fue lenta mientras se buscaba un edificio donde albergarla”.

Dos años después, quedó inaugurada con 40 suscriptores y 500 libros, la mayoría donados por Bouquet Roldán y por el ministerio de Justicia de la Nación, donde trabajaba Eduardo Talero. Todos los días hábiles abría de 16 a 18, en un salón del Chateaux Gris, sede del gobierno local.

Dato

40
suscriptores o socios tenía la biblioteca cuando abrió sus puertas por primera vez. Funcionó en el Chateaux Gris.

Estos hombres querían ofrecer un lugar para el saber, pero también tenían otras intenciones que no revelarían, sino en grupos muy selectos.

“La historia de la primera biblioteca de nuestra ciudad responde a intereses que no sólo apuntaban a lo social. Sus impulsores eran todos miembros de la Masonería y construían un templo del conocimiento ante el oscurantismo religioso. Ellos consideraban que con la construcción de la capilla Nuestra Señora de los Dolores, primera iglesia de Neuquén que se inauguró el 12 de septiembre de 1907, el oscurantismo del dogma se asentaría en la región”, se relata en los archivos del museo neuquino. Y aquellos hombres pusieron manos a la obra para impedirlo.

El primer presidente de la biblioteca Rivadavia fue Eduardo Giberlli, teniente retirado del Ejército, que además era secretario del gobierno comunal. En 1909 fue sucedido por los representantes de la secretaría del Consejo Municipal.


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