La hipoacusia no fue un límite: la historia del joven que se recibió de arquitecto
Joaquín D´Elmar es de Carmen de Patagones, tiene 26 años, sufre hipoacusia bilateral profunda y se recibió de arquitecto este año. “La inclusión no hace otra cosa más que dar equidad social y que todos los alumnos puedan recibir una educación de calidad”, dice, feliz.
Joaquín D´Elmar tiene 26 años y es un joven con hipoacusia bilateral profunda. El 28 de abril de este año, se recibió de arquitecto en la Universidad Nacional de Mar del Plata, una profesión que desde su infancia perfilaba en su esencia.
La importancia de la inclusión en las escuelas y universidades en nuestra sociedad juega un papel fundamental y no solo en esta historia, sino en la de tantos adolescentes que padecen alguna que otra dificultad. En este caso, la hipoacusia es la deficiencia registrada en la capacidad para percibir los sonidos en su intensidad habitual. Dependiendo del grado de pérdida de audición, puede ser leve, moderada o grave. Si afecta a un oído es unilateral, si afecta a los dos es bilateral.
En Joaquín, la hipoacusia bilateral profunda está con él desde que nació, el 27 de octubre de 1994, en La Plata. Hijo del médico Roberto D´Elmar, y de Laura Elena Amodeo, Joaquín vive con su mamá y su hermano en Carmen de Patagones, desde que tiene un año.
Allí es donde el joven realizó todos sus estudios, primarios y secundarios con una buena base y comprensión de sus profesores. Joaquín recuerda que su niñez fue muy linda, siempre acompañado de su hermano, cómplice de sus travesuras. “De chiquito era muy curioso y desarmaba todo;era observador y aprendía mucho de esa manera”, recuerda Joaquín. También disfrutaba de todas las actividades deportivas que se le presentaran: básquet, fútbol y natación. Pero un día lo invitaron a remar y eso se transformó en su deporte favorito.
Joaquín es muy sociable y esta característica ha beneficiado con naturalidad, las relaciones con el resto de las personas. “En ocasiones soy un poco tímido por desconfianza, pero trato de bajar la guardia para poder relacionarme”, dice el joven en una agradable conversación escrita, con RÍO NEGRO.
La importancia de tener una buena formación, con excelentes docentes, que se acoplaron y modificaron la manera de dictar clases para adaptarse a su condición auditiva, es algo que Joaquín agradece y recuerda con gran emoción. Nombra a los docentes de la escuela primaria, y también al grupo de profesores y profesoras del colegio secundario, del Instituto María Auxiliadora de Carmen de Patagones. “Estoy enormemente agradecido a ellos por enseñarme y aceptarme como un alumno más”, escribe.
Sin embargo, la vida en la facultad no fue tan sencilla para Joaquín. “Me costó mucho adaptarme a un ritmo que es totalmente diferente al de la escuela. Algunos docentes no tenían consideración de mi condición auditiva. A veces perdía el hilo por la rapidez de dictado. La única condición que pedía era que hablaran hacia adelante ya que me comunico mediante la lectura labial”, escribe Joaquín en su entrevista con Río Negro. Y agrega: “Muchas veces tuve que rebuscar por internet o recurrir a mis compañeros. Soy agradecido de la vida que ellos hayan formado parte de mi camino. También me ha tocado docentes que inmediatamente comprendieron mi situación y se pusieron en mi lugar, sin dudarlo, para que les pudiera entender”.
La tenacidad y fortaleza del muchacho llevaron a cumplir la meta soñada.
“Era la carrera que tanto anhelaba. No hice otra cosa que seguir y hacer todo lo posible para ser arquitecto”, expresó con firmeza el profesional, quien siempre consideró que la arquitectura es un servicio social, donde se debe contribuir de manera positiva, tanto a la ciudad como a la naturaleza.
“Mi idea es seguir formándome, compartir experiencias con los colegas e ingenieros para brindar lo mejor y colaborar con algún arquitecto de gran renombre. También deseo en algún momento de la vida viajar a Barcelona a conocer las obras de Antoni Gaudí”, se entusiasma el muchacho.
Cuando tenía 10 años, todas las tardes después de la salida del colegio, Joaquín visitaba el estudio de arquitectura de su tío Néstor D`Elmar donde pasaba parte de su tiempo.
“En mis retinas quedó grabada la imagen de un escalímetro, que estaba en su escritorio de trabajo”, escribe Joaquín.
El último año de la secundaria el joven acudió a una orientadora vocacional para reafirmar su decisión de estudiar arquitectura, para saber si era la profesión correcta.
D´Elmar describe que sus comienzos fueron de mucha incertidumbre y cambios bruscos en su vida. Algunas materias desaprobadas lo hicieron repensar la decisión en más de una ocasión, lo hicieron preguntarse si se encontraba en el camino y la dirección correcta.
“Por momentos creía que la facultad era solo para ´genios´, aunque mi lema en mi vida fue: siempre que caí, me levanté y así llegué a la meta”, escribe Joaquín. Y agrega: “La palabra que me identifica es resilencia, la capacidad de afrontar la adversidad está solo en vos, en la fe de creer en uno mismo. Tus límites solo están en tu cabeza. Convencerse de que no existen límites y enfrentar al mundo con valentía. Si yo pude vos también podes”.
“Quiero concientizar sobre la importancia de la inclusión porque hay otras personas con diferentes capacidades. Algunas, les cuesta más que a otras, pero la inclusión no hace otra cosa más que una equidad social y que todos los alumnos puedan recibir una educación de calidad, que satisfaga sus necesidades básicas de aprendizaje y enriquezca sus vidas”, culminó Joaquín D´Elmar, arquitecto.
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