Aulas en pandemia: más allá de aprender en casa o en la escuela
Los desafíos sobre como integrar a la escuela y la cultura digital están presentes hace años. El aislamiento por coronavirus aceleró el proceso y obligó a reconocer que la virtualidad llegó para quedarse.
En el aula de un secundario los cinco alumnos de una burbuja no se ponen de acuerdo sobre si es importante, o no, asistir a la escuela. Sienten que la modalidad híbrida (una semana van a clases y tres no) hace que sus esfuerzos se dupliquen y que el año no sea más sencillo que el que pasó. Para los chicos de primaria, la escuela sin contacto con sus compañeros no es normal y extrañan lo que era. Con la pandemia, la educación virtual se metió en todas las aulas de manera abrupta y las preguntas que genera superan la dicotomía: presencialidad o virtualidad.
Nicolás Welschinger doctor en ciencias sociales, investigador del Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS/CONICET) y docente de la Universidad Nacional de La Plata explicó que el sistema educativo argentino viene lidiando con la digitalización, que emerge en todos los ámbitos de la vida cotidiana, desde hace 20 años.
“Los docentes se preguntaban cómo traducir los desafíos de la cultura digital hace años y la pandemia aceleró los procesos. Los distintos actores de la cuestión educativa, ven que las computadoras y la digitalización hoy en día son el corazón de garantizar el derecho a la educación”, dijo Welschinger.
Tadeo Sarasola está en segundo año del CET 13 de Choele Choel y el año pasado lo vivió conectado a una computadora. “Al principio fue lindo, porque uno pensaba que iban a ser como vacaciones pero se fue alargando y me quedé con ganas de conocer a mis compañeros. Me empezaron a mandar tareas por la página virtual, fue un año raro. Extrañé salir, estar con mis amigos. Hacía tarea virtual y casi no conocía a los profes. Si no entendía era difícil que me expliquen”, dice.
Según Nicolás Welschinger la relación entre la cultura digital, el capitalismo de plataformas que se está viviendo, tiene una relación tensa con la educación y con el proyecto escolar de generar una situación de igualdad o combatir las desigualdades de origen. La pandemia aceleró diez años el proceso para que la educación se plantee cómo abordar los desafíos de la cultura digital.
“Los docentes están haciendo un plus de trabajo, enfrentan esta situación con todos los niveles de desigualdad, pero además adquieren habilidades nuevas en un área muy interesante que es la inclusión digital”, sostuvo y agregó que hay propuestas valiosas que trabajan con la tecnología y piensan como problematizarla. “Trabajan en grupos de Facebook, para pensar cómo funcionan las plataformas, que significa buscar información en Internet a diferencia de buscar en un libro o la biblioteca. Son experiencias interesantes y se están dando”, dijo el sociólogo.
Matías Cárdenas de segundo año CET N°1 de General Roca acuerda que las clases el año pasado fueron raras. “Los profesores no estaban coordinados y era feo estar todo el día frente a la computadora, pero era lo que se podía hacer. No extrañaba nada, solo estar con los chicos y la parte práctica de los talleres”, decía. Para Luna Sandoval, que está en primer año en un secundario de Bariloche lo que más le costó fue concentrarse, aprender a usar distintas plataformas y llevarse bien con su hermana. “Quería salir de mi casa. Extrañaba a mis amigas y amigos hablábamos por videollamada. El día martes mi preceptor nos dijo que las clases se cancelaban. Espero que no sea como el año pasado”, dijo.
Welschinger analizó que trabajar en la casa complica muchas cosas. La escuela es la irrupción del tiempo cotidiano. Se construye un tiempo extraordinario que separa de la familia, que intenta construir una cultura común. El desafío que enfrentan los docentes es inédito. Pocas actividades tuvieron que reconvertirse en su totalidad a la virtualización y la desigualdad en el acceso es uno de los factores sobre los que se ponen las miradas, pero no es nuevo.
“La pandemia es un gran catalizador que profundiza y acelera los procesos de mayor desigualdad. El sistema educativo argentino, casi que no es un sistema por lo fragmentado y segregado que está. Lamentablemente hay escuelas que atienden necesidades de sectores populares, escuelas de clases medias, de clases altas. Eso genera una experiencia muy desigual para enfrentar la crisis», subrayó.
En el mundo de pares
En primaria, Camilo de 6to grado de la Escuela 2 de Neuquén dice que en esta época es difícil “no hacer la tarea como se hacía, no poder ir al edificio, estar en una computadora todo el día. Extraño ver a mis compañeros, a los maestros, los recreos y que todo sea normal. Fue muy emotivo volver al aula y tengo miedo que se corte”, dijo. Julieta Sandoval de 5to grado de Bariloche también extraña a sus amigos, se enoja y dice que se estresó con las clases virtuales. “Pasé a quinto y cuando me enteré que volveríamos al colegio me puse nerviosa y feliz, pero de nuevo nos aislaron, estoy triste, las clases on line que no me gustan”.
Según Welschinger, la forma de sociabilidad que da la presencialidad escolar nadie la pude comparar con las que suceden en este momento, en el que por las medidas de cuidado, hay que generarlas en el mundo digital.
“La presencialidad es el ideal, y es indiscutible. Pero no quiere decir que no haya algún tipo de trama o sociabilidad que se dé a través de las redes sociales. La sociabilidad en el mundo de los amigos es muy importante. La escuela abre a ese mundo de pares y estar situados solo en el espacio familiar es perder eso. Se trata de ver como sostener el vínculo escolar. Ese norte que se pusieron los docentes, de sostener el vínculo pedagógico es bueno”, dijo.
Esa acción de los docentes, según el investigador, sostiene el imperativo de inclusión que tiene la educación argentina. Un docente argentino, a diferencia de uno de otro país, tiene esa idea de contener a todos los estudiantes. No le da lo mismo llegar a la mitad del curso. Por eso, los esfuerzos que se hacen están puestos bajo este objetivo. Y aunque es diferente “es difícil decir que no hay sociabilidad”, dijo el sociólogo.
Para Milagros Cárdenas de 9 años de la Escuela 223 de Roca, fue distinto estar en casa y extrañaba a sus compañeros. Cree que “va a pasar lo mismo que el año pasado”, decía sin esperanza. Esta semana que pasó le tocaba ir a la escuela, pero las clases se suspendieron por falta de gas.
En este sentido, el sociólogo subraya que la escuela argentina es una de las instituciones de la democracia más sobredemanda. Colectivamente se le pide que enseñe, que dé de comer, que genere sociabilidad, que contenga, que forme nuevos ciudadanos, pero se le da muy poco.
“No le damos los recursos acordes a las demandas que le generamos. Este contexto nos tiene que servir como sociedad para apoyar las inversiones y las reformas que hay que hacer. Es el momento de tomar medidas, construir nuevos dispositivos de inclusión, financiarlos y sostenerlos en el tiempo”, dijo y concluyó que la virtualidad tiene que persistir cuando se vuelva a la presencialidad, para alargar la jornada escolar, sostener el vínculo en el mundo digital de la comunidad educativa.
Trabajar sin renunciar a la mirada pedagógica
– Es muy difícil que en 2021 se recupere lo que se perdió en 2020. Además, se continúa con condiciones limitadas de la organización del sistema educativo. Depende no solamente de si se logra mantener la presencialidad, sino de mucho trabajo invisible.
– Las clases virtuales tienen el potencial de ser clases, de ser un momento educativo. Trabajando pedagógicamente, sin renunciar a la mirada pedagógica, en traducir las posibilidades de la cultura digital, se puede llevar adelante la tarea docente con mucha calidad.
– No hay que renunciar a la tarea de inclusión. Se debe reforzar la conectividad, la entrega de equipamiento.
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