El desafío de enseñar desde la virtualidad y con pocos recursos
Esta es una de tantas historias de docentes que lograron mantener el entusiasmo para que los chicos aprendan.
“Fue un desafío”. Así resumió el docente Esteban Condorí el año de trabajo, sobre todo, con clases virtuales a raíz de la pandemia, causada por el nuevo coronavirus.
Esteban es docente titular en la Escuela 267 Las Quintas de Bariloche y el año pasado se enfrentó, como miles de maestros y profesores, al reto de enseñar desde una plataforma virtual. Una modalidad que ahora se retoma por las nuevas restricciones para contener el aumento de los contagios por la covid-19 en la ciudad.
Esteban relata que hace 12 año trabaja en la misma escuela. Ese tiempo generó un vínculo especial con los alumnos y las familias.
Por eso, explica que conocía la realidad de la mayoría de las familias de la comunidad educativa. Sabía que no todos tenían acceso a internet o un celular con las aplicaciones necesarias para las clases virtuales. El año pasado estuvo a su cargo un sexto grado con 40 alumnos, en el turno mañana, y un séptimo, con 45 estudiantes, en el turno tarde.
Y lo que imaginaba, sucedió en 2020. “De los cuarenta alumnos que tenía en uno de los grados, solo cinco se conectaban”, recuerda.
Cuenta que el programa google classromm, promocionado desde los gobiernos, para llevar adelante la enseñanza virtual no dio el resultado esperado porque se necesita una conexión a un servidor de internet de buena calidad. “Decidí darle una vuelta de tuerca y resolvió crear un grupo de WhatsApp e implementar una rutina de trabajo”, relata.
Organizó un horario de consultas y un seguimiento a cada alumno de sexto o séptimo con llamadas. La idea era estar “cada vez más cerca de ellos”.
Compromiso
La jornada laboral comenzaba a la mañana con un video que grababa en el que contaba las novedades y actividades a desarrollar con los alumnos. “Fue una buena experiencia”, sostiene Esteban.
Pero no era suficiente. Hubo chicos que estaban rezagados. “Hice una readecuación de actividades”, comenta. “Y por cada uno de los chicos que no tenían conectividad, me acercaba a sus domicilios, con el permiso de sus padres y la notificación a los directivos de la escuela, a dejarles fotocopiadas las actividades”, afirma. “O acordaba un horario y esperaba a los padres o madres en el portón de la escuela para que retiraran el material para sus hijos”, cuenta.
Observa que para varias familias es complicado trasladarse hasta el centro a buscar fotocopias, porque viven en barrios alejados. También hubo problemas de movilidad por los paros constantes en el transporte de pasajeros. “Traté de hacer lo mejor dentro de lo que estuvo a mi alcance”, asevera.
Esteban dice que es fundamental la empatía. Hubo familias de alumnos que el año pasado la pasaron mal por la pandemia. Por eso, entre docentes y directivos armaron bolsones con alimentos para colaborar a partir del conocimiento que había de cada caso. “Fue aportar un granito de arena”, resume.
Afirma que pudo desarrollar lo que había planificado a pesar de la virtualidad. Y destaca que fue una buena experiencia. “Pero no reemplaza las clases presenciales”, enfatiza. “Prefiero mil veces la presencialidad, porque ver al alumno en el aula permite observar cosas que una pantalla no deja ver”, plantea.
Un servicio esencial que nunca paró en pandemia
Reconocimiento
Valora la buena relación que logró con las familias y los chicos. Y destaca que pudieron organizar con los protocolos correspondientes el acto de egresados de los alumnos de séptimo. “Ver a los chicos de séptimo con sus diplomas fue algo hermoso”, manifiesta. Y recibir el agradecimiento de los alumnos es el mejor reconocimiento, “porque es difícil que un chico de 12 o 13 años te agradezca”. “Pero creo que los pibes son los más sinceros”, asegura.
«El virus nos pone a prueba todos los días»
“A veces duele escuchar opiniones de la gente. Uno entiende el enojo de la comunidad y cada uno forma su propia opinión”, señala. Pero sostiene que los docentes “están poniendo el pecho a las balas”. “Duele escuchar que algunos opinan que los docentes con la virtualidad descansan. No se descansa nada. Trabajamos tiempo extra”, replica. Recuerda que el horario del turno mañana es de 8.30 a 13 y a la tarde de 13.30 a 17. “Pero en algunas familias hay un solo celular. Y las madres o padres trabajan hasta tarde y los chicos te mandan la tarea a las 22 o las 23 y en eso uno tiene que ser flexible”, plantea. “Las familias como los docentes hemos puesto un granito de arena para los chicos”, añade.
“Por supuesto, que hay docentes buenos y malos, como odontólogos o médicos buenos y malos, pero la evaluación más importante para mí es la de las familias y de los chicos”, afirma este docente que desde la semana pasada volvió a la virtualidad. “El rol del docente es muy importante y es momento de tirar todos para el mismo lado”, sugiere Esteban.
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